La pobreza es perjudicial para la salud

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Pobreza en Kathmandu, Nepal. Foto Adli Wahid.

La mayoría de los pobres vive en zonas rurales, tiene una vivienda precaria, vive de la agricultura y es menor de 18 años. Estas personas son potencialmente objeto de los daños fisiológicos causados en su organismo por el flagelo del hambre

Alberto Acevedo

La relación entre las condiciones de pobreza en que viven millones de seres humanos en el mundo y su estado de salud, es asunto que ha preocupado a la comunidad médico-científica desde hace muchos años.

Ya desde el año 1847, el neurocientífico alemán y activista social Rudolph Virchou, que vivió en carne propia situaciones de hambre extrema a causa de las guerras de su país en ese momento, dijo que pobreza y enfermedad van de la mano. Ser pobre entraña malnutrición, unas condiciones de vida insalubres y un sinfín de otros factores, que desembocan en enfermedad, declaró en ese momento Virchou.

Ya un seguimiento médico a este fenómeno en años recientes, indicó que en la medida en que se desciende en la escala de ingresos, la salud es peor. Estudios realizados en 2006, indican que el estrés psicosocial que provoca la pobreza resulta asombrosamente lesivo para la salud.

Lentitud en las tareas

En 2017, un grupo de investigadores de la Universidad de Miami, dirigidos por la doctora Adina Zeki Hassouri, concluyó que una persona que ha vivido en una situación de pobreza durante mucho tiempo, obtiene en promedio, una peor calificación en tareas cognitivas, que otra que nunca ha atravesado por problemas económicos.

Tras hacer seguimiento, desde el año 1980 a unos 3.400 norteamericanos que se prestaron para el análisis científico, su comportamiento arrojó información de la relación entre pobreza sostenida y la velocidad con que resolvían determinadas tareas. Los participantes que habían padecido un empeoramiento de su situación económica durante el estudio, obtuvieron en promedio una puntuación más baja, en factores como el control de la impulsividad y la memoria operativa. En algunos casos se hizo seguimiento a la situación económica de las personas a lo largo de 30 años.

Y a pesar de que los anteriores son diagnósticos previsibles, lo novedoso en esta materia es el estudio arrojado por equipos científicos de cinco universidades, y divulgado hace apenas unas semanas por la revista American Journal of Physical Anthropology, indicando que la pobreza puede modificar el cuadro genético de los seres humanos.

Riesgo de enfermedades

El estatus socioeconómico influye en el bienestar de las personas, concluye el estudio. En términos generales, la falta de educación e ingresos se asocia con un mayor riesgo de padecer numerosas enfermedades como cardiopatías, diabetes, depresión o cáncer. El estudio fue adelantado por los equipos de investigación científica de las universidades de Filadelfia, Noroeste de Illinois, Columbia Británica, Manitoba y San Carlos de Filipinas.

Participaron 489 ciudadanos de Filipinas, la mayoría mujeres, nacidos en 1983. A los 21 años de edad, donaron muestras para el análisis de su ADN. En el seguimiento se consideraron variables como el nivel de ingresos, bienes familiares, nivel de educación de los voluntarios y de sus padres. En realidad se conformaron dos grandes grupos: uno en condiciones de pobreza y otro con recursos económicos solventes.

Problemas fisiológicos

Cada grupo presentó un patrón de metilación diferente, indicó la publicación. La metilación consiste en que en pruebas de laboratorio se añaden grupos de metilo al ADN cuando se encuentra en el gen. Ese proceso es esencial para el desarrollo normal de las personas, y se asocia con procesos clave, incluyendo la impronta genómica, la incentivación del cromosoma X, el envejecimiento y la carcinogénesis.

En condiciones normales, estas marcas epigenéticas presentes en ciertas áreas del genoma, son capaces de controlar los genes sin alterar su secuencia. Para científicos como Michael S. Kobar y su equipo, este resultado sugiere la existencia de un mecanismo molecular mediante el cual, la pobreza podría influir en múltiples problemas fisiológicos.

Los datos preliminares apuntan a que la función inmunológica, junto al desarrollo del esqueleto y el sistema nervioso central, experimentan los cambios más notables, y la pobreza modifica su desarrollo.

En las garras del hambre

El equipo interdisciplinario admite que se requieren estudios posteriores más cuidadosos para confirmar las hipótesis enunciadas, por cuanto al fin y al cabo el trabajo incluye solo muestras de sangre, por lo que se desconoce el impacto de la pobreza sobre el epigrama de otras células y tejidos. De confirmarse la relación entre la epigenética y la pobreza, esto permitiría ahondar en el modo en que el estatus socioeconómico impacta la salud humana.

De acuerdo a cifras del Banco Mundial, organismo que hace seguimiento constante a la situación de pobreza en el mundo, actualizados el 3 de abril pasado, a pesar de las metas para conseguir la reducción de la pobreza en el mundo, de acuerdo a directrices de las Naciones Unidas, en las que se ha logrado avanzar significativamente, en el mundo existen todavía 736 millones de pobres, en tanto una franja del 40 por ciento de esta cifra, aproximadamente, la componen quienes viven en condición de pobreza extrema. Esta cifra corresponde a una muestra en 145 países.

De acuerdo al estudio del BM, el 10 por ciento de la población en el mundo vive con menos de 1.5 dólares al día. Más de la mitad de la población extremadamente pobre, vive en África y el sur del Sahara. La mayoría de los pobres viven en zonas rurales, tienen una vivienda precaria, viven de la agricultura y son menores de 18 años. Estas personas son potencialmente objeto de los daños fisiológicos causados en su organismo por los flagelos del hambre, según los estudios comentados en esta nota.