Ana Elsa Rojas Rey
Fue una tarde en que llovía a cantaros, cuando la furia de la naturaleza remplazó los gritos y consignas que expresaban el día anterior los miles de manifestantes, que se agolparon frente a las instalaciones de la Policía para reclamar por la ofensa que le habían causado a la sociedad payanesa, que ha llevado sobre sus hombros el peso histórico de la indignidad colonialista, que hoy, irónicamente se refleja en sus mandatarios que sin pertenecer a esta casta, reproducen esas prácticas dominadoras que sus antepasados padecieron por parte de los invasores, quienes venían con una profunda formación patriarcal, la cual quedó sembrada en el imaginario de quienes representan el Establecimiento local.
Ante los horribles hechos en la humanidad de la adolescente Alison Lizeth Salazar Miranda, los mandatarios brillaron por su ausencia, expidiendo un escueto comunicado producto de la presión popular, excepto el rector de la Universidad del Cauca quien hizo presencia en las exequias.
Abusaron sexualmente, haciendo tocamientos hasta el alma, como ella misma lo expresó, de manera descarnada en un acto de dignidad por su cuerpo, después de haber sido manoseada por cuatro agentes de la policía que la arrastraban, quitándole parte de su ropa, ante la mirada impotente de quienes observaban a través de un video que le dio la vuelta el mundo.
La agresión sexual es un hecho que ocurre en todos los ámbitos donde las mujeres realizan actividades sociales, laborales y peor, en el campo político, ya que la sistematicidad de estos actos, lleva a la destrucción y desmoralización, disuelve su voluntad y sus ganas de vivir, como lo refiere Nayibe Paola Giménez, en su ensayo ‘Violencia Sexual’. Precisamente esto fue lo que ocurrió con Alison Lizeth.
El día 13 de mayo, aproximadamente a las 11 de la mañana su madre la encontró sin vida en la sala de la casa, aparentemente por suicidio, cosa que la familia duda, por razones que serán materia de investigación por parte de las autoridades competentes.
Alison Lizeth era la mayor de cuatro hermanas, estudiaba criminalística, con el propósito de contribuir al esclarecimiento de tanto crimen que queda impune, bien sea por negligencia o porque el establecimiento los tapa, como podría ocurrir en el caso de ella sí, no se le acompaña en la investigación con organizaciones defensoras de derechos humanos el supuesto suicidio.
Alison era una niña con sueños como todas las jóvenes; su papá es Policía (otra ironía), quien no vivía con ellas desde hacía mucho tiempo; su madre, una mujer humilde que, con grandes esfuerzos, junto a su nuevo compañero, luchaban para sacar adelante las cuatro niñas.
Tenía tantas ganas de vivir que no solo estudiaba, sino que también hacia parte del Tejido Popular, donde recreaba colectivamente para pensarse el país de manera diferente. Una hora antes de su muerte, según cuentan sus familiares, se despidió de su hermanita menor de un año de edad y le dijo: “mi amor, te amo”, como si estuviera presagiando una triste despedida que a lo mejor no estaba en su agenda.
Alison en griego significa mujer que defiende y Lizeht mujer que ama. Defendía la dignidad y amaba la vida. Se fue dejando muchos interrogantes, la solidaridad será quien defina la verdad. Las mujeres exigimos el desmonte de este criminal aparato llamado Esmad.