
La gesta rojinegra abrió paso a un momento histórico cargado de alegrías y de poderosos desafíos, de satisfacciones inmensas, pero también de decepciones, de avances y reveses, manteniendo firme la voluntad de creer y crear
Francisco Altamirano – Especial para VOZ
@LaComunani
Atrevida y fascinante costumbre tiene el pueblo nicaragüense para humillar a los Estados Unidos. Expulsan al invasor rubio con el polvo de las agrestes montañas de Augusto César Sandino entre los dientes, crean un movimiento guerrillero que retoma el nombre del patriota que al frente de un ejército descalzo le asesta la primera humillación en suelo latinoamericano al historial militar estadounidense, y por si fuera poco, con ese movimiento derrocan una dictadura militar que, impuesta directamente por los mismos Estados Unidos a mediados de la década de 1930, abandona horrorizada el poder en 1979 huyendo de la violencia popular revolucionaria, y por si quedaban dudas, en plena guerra fría, esta revolución popular estalla y sacude nada menos que el centro geopolítico de lo que Estados Unidos se había reservado para sí mismo como su propiedad privada, hacienda y patio trasero.
El 19 de julio rojinegro
Cuarenta años desde que Latinoamérica observaba estremecida las imágenes de Nicaragua, las tanquetas recuperadas al somocismo que erizadas de fusiles semejaban puercoespines abriéndose paso ante una multitud exultante, eufórica, incrédula, tan inmensamente feliz como aterrada de miedo por el pasado macabro que se encontraba sellando en una plaza donde todo un pueblo se despojaba de seudónimos clandestinos para siempre.
Alegría por la victoria, dolor por los caídos, aquel día de julio el triunfo de la Revolución se parece mucho a un parto, a la criatura que viene naciendo alumbrada por la sangre y el sudor de la combatividad y el heroísmo de Nicaragua cuya gesta marcó la última victoria popular y armada de Latinoamérica en el siglo XX.
Movimiento antiimperialista
Sin dudas, es complejo sintetizar 40 años de historia y más aún hacerlo con los más de 100 años de lucha antiimperialista del pueblo nicaragüense. El presente escrito no pretende hacer una enumeración cronológica de los hitos históricos del movimiento rojinegro, sino reflexionar sobre el sandinismo como hito histórico del pueblo nicaragüense.
El sandinismo nace en respuesta de resistencia a las pretensiones de dominación norteamericana sobre el territorio nacional. El imperialismo, considerado anacrónico y a la vez ausente en el vocabulario de un sector de cierta izquierda, continúa existiendo, saqueando, matando e invadiendo, y, decididamente como lo dijo Simón Bolívar, plagando “la América de miseria en nombre de la libertad”.
De tal manera, que fue en consecuencia a esa realidad que surgen las ideas como instrumento político del pueblo nicaragüense, una ideología que se ha venido construyendo en diferentes pisos de manera muy tensa y ha sido el sustento ideológico de un proceso que ha transitado por diferentes escenarios.
Después de la victoria
Carlos Vilas, internacionalista argentino que asumió la causa sandinista en la hora de Nicaragua, manifestaba que las revoluciones eran tan hermosas como terribles, hermosas porque ponen a la luz del día lo mejor que una generación tiene de sí misma en función de los anhelos colectivos, y terribles por los enormes errores que cada proceso trae consigo. Efectivamente, son procesos que si bien cuentan con sustento ideológico, se desarrollan sin manuales ni recetas. Y la Revolución Sandinista abrió paso a un momento histórico cargado de inmensas alegrías y de poderosos desafíos, de satisfacciones inmensas, pero también de decepciones, de avances y reveses, manteniendo firme la voluntad de creer y de crear.
Con el triunfo sandinista de 1979, se impone el desafío de llevar adelante un proceso de transición revolucionaria hacia la modernización del país. Para esto fue necesario el desmantelamiento total del somocismo y la democratización de Nicaragua en diferentes sentidos; la pluralidad política adquirió rango constitucional, se redujo drásticamente el analfabetismo del 52% al 12% en un período de cinco meses con una masiva participación popular, se erradicaron enfermedades como el sarampión, la tosferina y la poliomielitis. Comunidades olvidadas del territorio nicaragüense conocieron por primera vez lo que era un maestro, un médico, un cuaderno en el pupitre y una vacuna a tiempo, la salud y la educación como derechos esenciales, la explosión cultural en sus diferentes disciplinas artísticas y así todo un repertorio de conquistas, logros y alcances que antes del sandinismo, eran algo inconcebibles.
Pero la Revolución también fue transitar sobre las ambivalencias y las intensas contradicciones propias de un momento histórico, y sobre el proyecto de nación, mujeres y minorías étnicas también pusieron sobre la mesa la discusión de sus derechos. La Revolución fue la consolidación de una poderosa vocación organizativa expresada en cooperativas, sindicatos, movimientos sociales y organizaciones barriales.
Las contradicciones del proceso
Sin embargo, no solo fue la materialización de las utopías, sino también enfrentar profundas contradicciones de un proceso que, si bien desmontó un sistema opresor como el somocismo, no terminó en su etapa inicial por desmantelar todos los sistemas de opresión condensados en los esquemas de dominación colonialista.
Fue el enfrentarse a los excesos del poder de una dirigencia que no pocas veces fue inconsecuente con los ideales revolucionarios, el no cambiar el modelo de producción extractivista, el caer en la rigidez de los dogmatismos, el enfrentarse a una cultura organizacional verticalista de mando-obediencia y todo esto apelando a las reservas de heroísmo frente a la agresión criminal del reaganiano que, en su afán por estrangular el proceso, lo terminó sometiendo a la escasez y el desabastecimiento como resultado de un bloqueo, y al desangre de una guerra que condenó a los nicaragüenses a morir o a matar.
En defensa de la revolución
A cuarenta años de aquel cataclismo histórico que sacudió a la frágil nación nicaragüense, la Revolución merece su defensa. Fue la prueba real de lo posible, que es la transformación de la realidad de un pueblo que puso en pie sus sueños. Esta historia no terminó con el revés electoral de 1990 que le dio la victoria a la conservadora Violeta Barrios, eso apenas fue el proceso entrando a otro escenario, porque no se puede obviar el hecho que construyó identidad y cultura política.
El sandinismo hoy en tanto concepto dinámico es el instrumento ideológico con el que cuentan los revolucionarios nicaragüenses para leer y actuar sobre la realidad. Este proceso transformó la conciencia social, dio luces sobre lo que está bien y lo que está mal. La Revolución sigue y está viva en la capacidad y vocación organizativa de un pueblo, en los movimientos sociales, la fuerza cooperativista, los sindicatos, los movimientos autonómicos, autogestionarios.
Los desafíos a futuro son más grandes que las conquistas obtenidas. Uno de sus principales retos está en rescatar el carácter colectivo del FSLN como herramienta política y popular de combate, defender los logros alcanzados y luchar contra todo pronóstico por seguir apostando a ese horizonte trazado por Sandino y Carlos Fonseca Amador, que no puede ser otro sino: Patria libre o morir.