“La violencia proviene de los de arriba”: Jaime Caycedo

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Jaime Caycedo en el acto de instalación del 22 congreso del PCC. Foto archivo.

“La democracia tiende a desaparecer en la medida en que se excluya a la izquierda”, así lo señala Jaime Caycedo al semanario VOZ, a propósito de su próximo encuentro con los comisionados de la Verdad, quienes lo escucharán en una entrevista para darle contexto al conflicto y sus causas

Hernán Camacho
@camachohernan

–El próximo 11 de febrero estará en una entrevista con la Comisión de la Verdad. ¿por qué entregar ese testimonio?

–Para el Partido Comunista es fundamental la verdad histórica. En relación a la paz y la guerra se ha escamoteado en extremo el acceso a la verdad. Por ejemplo, el actual gobierno niega la existencia de una guerra civil, invalida con ello el Acuerdo final suscrito por el gobierno anterior, lo presenta como una claudicación del Estado ante las FARC, por eso insiste en que hay que “sacarlo de la Constitución”. Se intentó vanamente objetar la JEP con el argumento que no es justo juzgar por igual a los agentes del Estado y a los rebeldes. Por cierto, la justicia transicional ha incluido a un numeroso grupo de militares, oficiales, suboficiales y soldados dispuestos a presentar sus testimonios al conocimiento, pese a la presión, las intimidaciones y amenazas de quienes le temen al desvelamiento de muchas verdades, inconvenientes y comprometedoras para los voceros que han gobernado en nombre de la oligarquía.

La verdad histórica pone al revés el “pensamiento único” impuesto por el poder. Lo que se ha llamado la “violencia” ha provenido más de los de “arriba” y de la hegemonía global, que solo de factores internos. En la historia colombiana, la violencia no ha provenido de los de abajo como lo quieren hacer creer. Ha sido una manera de gobernar y de dominar. Nuestra visión es la de la otra verdad, la que viene de los oprimidos y perseguidos, como dice nuestro semanario la voz, de los que no tienen voz.

Protagonistas de rebeldías

–Entre los mandatos de la Comisión se encuentra construir relatos con contexto histórico de los orígenes y múltiples causas del conflicto, en pro del cumplimiento de la no repetición. ¿Cómo incide el PCC en el devenir de ese contexto para entender el conflicto y sus causas?

–Efectivamente, no solo “hemos sufrido la historia”, también hemos sido sus protagonistas desde las rebeldías, desde la organización del movimiento popular en sus distintas formas y espacialidades, desde las movilizaciones de la inconformidad y desde la convergencia amplia de la izquierda para construir alternativas políticas de cambio democrático.

Si vamos a lo dicho, por ejemplo, la conducta del pueblo el 9 de abril de 1948 fue una respuesta a un crimen flagrante. La represión subsiguiente, desatada a liberales de izquierda, a comunistas, a protestantes y a masones, reunió victimarios del gobierno de turno, con la bendición de la jerarquía católica de entonces. El envío de tropas colombianas a la guerra contra el comunismo en Corea bajo el mando de ejército de EE.UU. (1950 – 1953), ató el rumbo político y la institución militar de Colombia a la “guerra fría”, lo que no le ocurrió, con semejante fuerza vinculante, a ningún otro Estado latinoamericano.

Para los comunistas no se trata sólo de aportar información a la CEV. La historia que narramos está sólidamente sustentada en información de primera mano, de nuestro semanario VOZ, nuestras revistas y publicaciones, en el análisis en tiempo presente de los congresos del Partido Comunista y de la Juventud Comunista, así como en los eventos de los movimientos sindical, agrario, estudiantiles y de la cultura. El fondo del problema reside en que, en el contexto anticomunista de la guerra fría, se cuajó un proyecto premeditado de destruir al Partido Comunista, como expresión del enemigo interno, impedir su actividad, llevar a sus líderes a consejos de guerra o a procesos de judicialización, o simplemente desaparecerlos y asesinarlos. Se configuró un genocidio continuado y extendido a muchos activistas de la izquierda no comunistas, a dirigentes del sindicalismo, de los movimientos agrarios, a líderes juveniles y estudiantiles, a periodistas, por expresar ideas críticas y contrarias al orden capitalista. El genocidio extendido, como práctica social de dominación, no ha cesado. La guerra teóricamente concluyó, el exterminio simplemente continúa, porque es un fenómeno estructural de la dominación de clase y de la desigualdad imperante bajo el régimen capitalista típicamente colombiano.

–El tema central de su relato será el anticomunismo. Sin ánimo de adelantarnos a la Comisión de la Verdad. ¿en qué afecta el anticomunismo a la democracia colombiana?

–Entre las causas de la violencia, el anticomunismo ha tenido un papel dramáticamente destacado. Ante todo, ha sido una política de Estado, en ocasiones explícita, como en los años 50 cuando el comunismo estuvo fuera de la ley. En lo común ha permanecido en la formación del Ejército, asociado a conceptos de “limpieza” en la policía, o simplemente al habitus de la dominación burocrática. El paramilitarismo lo ha asumido como cruzada, como una razón de ser y una justificación. Buena parte de los genocidios han transcurrido en medio del Estado social de derecho, a pesar de existir mecanismos e instancias que podrían evitarlos.

Al iniciarse el siglo XXI, el PCC y la UP habían sido borrados del escenario de la representación parlamentaria por el exterminio y su presencia jurídico-política suprimida. Este ejercicio de exclusión del espacio político era un triunfo innegable de la guerra sucia. El genocidio había logrado en parte su objetivo. Una “democracia” que excluye a la izquierda a través de la violencia, premeditada y sistemática está condenada a desaparecer. Esto tiene que hacer parte de las reformas de fondo para garantizar la no repetición.

Democracia genocida

–El expresidente Ernesto Samper fue el primero en acudir a las entrevistas con los comisionados de paz. ¿En su opinión cuál es el valor del trabajo de la Comisión con las entrevistas a profundidad?

–Lo fundamental es ir al fondo, tomar las cosas por la raíz, mostrar sin reverencias la responsabilidad de los representantes del poder económico, político y militar en el tratamiento de guerra ideológica contrainsurgente, léase anticomunista, de manera prolongada y sistemática contra toda una parte de la sociedad colombiana, un grupo nacional, como dicen los expertos en asuntos de genocidio. En fin, el genocidio debe ser extirpado como práctica social de la dominación y condición suprema de toda convivencia posible en Colombia. No puede existir una democracia genocida, así se disfrace y aun cuando tenga la bendición de Trump. Creo que hay consenso en muchos de los que aportamos relatos desde muy distintos puntos de vista en que no podemos ceder ante el “negacionismo histórico” que proclama el Centro Nacional de Memoria, en su actual dirección; ni ante el eclecticismo que se conforma con una colcha de retazos, sin pies, sin cabeza, sin responsables, con el argumento simplista que “todos somos culpables”.

–Jaime según su criterio, ¿quién o quiénes deben asistir a la Comisión de la Verdad con el fin de cumplir el mandato por la verdad y consolidar la paz de Colombia?

–Sectores de la extrema derecha quieren imponer la idea que ganaron la guerra, que los miembros de la fuerza pública enviados a morir en defensa de un orden injusto, sean considerados unilateralmente como héroes de la patria.  Esto sería seguir la guerra después de la guerra, como lo hizo el franquismo durante muchos años en España. Por eso preferiríamos que la CEV no sea el punto de cierre para el esclarecimiento de la verdad y que miles de relatos se abran, miles de colombianos y colombianas continúen entregando sus testimonios, reclamando sus muertos, exigiendo reparación, cese de la estigmatización, recuperación del buen nombre. El debate por la verdad que se abre, debe ser el debate para construir la identidad y la cultura de la nueva Colombia.