Jaime Cedano Roldán
@Cedano85
Y de pronto tiene uno la sensación de que su casa, la de siempre, ya no es la misma de toda la vida y que entra en otra casa, familiar, pero como si tuviera ventanas y puertas diferentes, y otros colores en sus paredes, quizás cuadros distintos, un poco más modernos, y se ven pasar por la sala de visitas una serie de ilustres personajes que al congestionar la calle no han dejado de llamar la atención del vecindario y muchos se asoman a sus ventanas a mirar ese interminable desfile de visitantes. Entonces entra uno de puntillas a su casa, a la de siempre, y con cuidado para no ensuciar los muebles nuevos ni los nuevos colores de las paredes y saludando con respeto y también curiosidad, como el vecindario, a las distinguidas visitas.
Es lo que se siente al escribir esta columna en estos días de aniversario, FestiVOZ, cambios y testimonios de importantes personajes que llegaron con la edición especial.
Imposible no recordar cuando en Honda, hace ya casi medio siglo, reemplazábamos a José Isaza en ir cada jueves a la agencia de Velotax a recoger la Voz proletaria y llevársela a los clientes de la plaza de mercado, a los sindicalistas de los bancos, a operarios de Telecom, a empacadores de la fábrica de Bavaria, a los maestros, y a las oficinas de algunos jueces de los que dejó José Arizala cuando hizo el año de la judicatura en el pueblo; y a las de los nuevos jueces y abogados que se amistaron con el partido cuando apareció Armando Robledo, que de mensajero de los juzgados de Fresno, un pueblo conservador de la cordillera, se convirtió en un tinterillo que litigaba cual el mejor abogado de la región.
Era Voz proletaria nuestra ventana al mundo. Junto al Gramma, la revista Puente y Sputnik eran la red social de aquellos tiempos para conocer “lo que otros callaban”, el estribillo más usado para vender el periódico. Si no hubiera sido por Voz proletaria sería muy difícil enterarnos de las batallas finales por la descolonización de África, la verdad del golpe fascista de Pinochet, la misma existencia de la URSS y tantas luchas y resistencias que pasaban en el mundo, o de las mismas cosas que pasaban en el país.
La edición número 3.000 nos ha traído muchos recuerdos y la alegría de sentir que en la casa familiar hay remodelaciones y cambios necesarios. Y que habrá que ser más cuidadosos con las palabras domingueras con que vistamos la columna para nuestra itinerante visita mensual.