
José Ramón Llanos
Como ya es sabido, quien no conoce o no recuerda la historia, está condenado a repetirla. Como lo afirma Carlos Marx, como tragedia o como comedia. Dadas las condiciones del armamento de que disponen las grandes potencias, en nuestro caso se repetiría como un gran holocausto nuclear. Por tanto, como afirmaba Albert Einstein: “No sé cómo será la tercera guerra mundial, la cuarta será con piedras y lanzas”
Por todas estas razones, el tema de las guerras comerciales las desarrollaré en tres entregas, con un recuento breve de algunas de ellas. Por ejemplo, la guerra del opio, y la guerra comercial iniciada por Ronald Reagan contra Japón y sus consecuencias.
La guerra del opio
Se llamó guerra del opio a la confrontación armada habida entre China y Gran Bretaña entre 1839 y 1870. Esta fue precedida por una guerra comercial, debido al enorme déficit en favor de China y que lesionaba las finanzas de la potencia europea, Gran Bretaña inundó de opio el mercado asiático, ya que las utilidades eran del 400%. Cuando China prohibió el comercio del opio, la nación europea lo introducía de contrabando, la incautación del opio de contrabando, llevó a Gran Bretaña a declarar la guerra contra la nación. Derrotada China, el país colonialista del viejo continente le impuso un acuerdo comercial leonino que incluía la aceptación de las exportaciones de opio al país vencido.
La perdida guerra estadounidense
Los ideólogos imperialistas norteamericanos manipulan en forma tan eficaz la opinión mundial que logran que sus derrotas o fracasos sean minimizados o desaparecidos del imaginario colectivo. Por ejemplo, ya minimizaron la humillante derrota propinada por el pequeño pueblo de Vietnam, a pesar del sistemático genocidio, con las más infames y bárbaras acciones terroristas de las tropas yanquis contra los habitantes de la valiente patria de Ho Chi Minh.
Vale la pena recordar que tanto Ronald Reagan como Donald Trump, no son ruedas sueltas u orates desatados que responden a impulsos individuales y que responden excitaciones emocionales, hormonales, que los llevan a acciones absurdas. No, ellos responden a estrategias para defender intereses de un sector de la clase gobernante de la sociedad norteamericana.
Recordemos que en los años ochenta, Ronald Reagan, ante la invasión de automóviles japonés baratos que golpeó seriamente la omnipotencia de la industria automovilística estadounidense, desató una guerra comercial contra el país asiático. Sin embargo, los resultados fueron muy negativos para la economía automovilística norteamericana: fue el inicio del declive de la boyante Detroit.
La eficaz estrategia nipona
Los estrategas comerciales nipones fueron más listos que los prepotentes comerciantes yanquis: invadieron el mercado de los Estados Unidos de vehículos de alta gama, lujosos, con motores más potentes y costosos, los cuales fueron apetecidos por los compradores gringos, debido a su bajo consumo de combustible.
La antítesis de las pérdidas norteamericanas, fue la optimización de las ganancias de Honda, Nissan y Toyota.
El resultado constituyó un golpe duro a la industria de automóviles de Detroit, que empezó a dejar de ser la capital del mundo más competitiva. Las ruinas de la ciudad de hoy son los frutos amargos de la guerra comercial que inició Ronald Reagan.
El contexto de la actual guerra comercial
Para entender la perspectiva de la guerra actual desatada por Donald Trump, como un match de boxeo, debemos medir el peso de los contendores, en este caso hay que evaluar algunos datos económicos de los púgiles chinos y americanos.
El problema actual de Estados Unidos con China comenzó a germinar a partir de 1993 cuando las exportaciones del país asiático llegaron a setenta millones de dólares, la situación empezó a agravarse en el año 2001 cuando la China ingresó a la Organización Mundial de Comercio, OMC y las exportaciones a los mercados estadounidenses caminaron a paso de canguros y velozmente saltaron a los 500 mil millones de dólares en al año 2017, produciendo un déficit comercial de 375 mil millones de dólares, según la Oficina del Censo de Estados Unidos.
Según la misma fuente, el impacto de esta guerra comercial puede producir la pérdida de 400 mil puestos de trabajo, especialmente las empresas que utilizan metales, materiales de construcción, componentes eléctricos, serán las que más despidos produzcan.
Debemos considerar también, que China tiene a Estados Unidos agarrado del gaznate, ya que ha comprado bonos de ese país por 1.2 billones de dólares. Como una especie de advertencia, la China dejó de invertir 7.700 millones de dólares en deuda de ese país. Lo más importante de la cuestión de los bonos, es que los países tenedores debido a las relaciones chino – estadounidense, han empezado a venderlos. En el próximo artículo comentaremos otros datos de la situación de los contendores y la valoración política- económica de los movimientos arancelarios de la guerra comercial.