
El Ejército colombiano no debe continuar guiándose por la obsoleta Doctrina de la Seguridad Nacional y del enemigo interno y orientar su accionar militar hacia la edificación de la paz y la convivencia
Alberto Acevedo
Denuncias recientes de la revista Semana, de El Espectador y de otros medios de prensa, en torno a las corrupción en las Fuerzas Militares, incluyendo la Policía Nacional, de nuevo han puesto sobre la mesa de discusión el problema de las orientaciones generales que atiende la institución armada, su filosofía y los resultados operacionales, que siguen obedeciendo a los mismos postulados de manejo del orden público en tiempos de conflicto interno, pese a que se han suscrito unos acuerdos de paz y se supone que estaríamos dispuestos a la construcción de un nuevo país.
La mayor polémica en las últimas semanas giró en torno a una circular interna del Comandante del Ejército, el general Nicacio Martínez, en la que solicita a los comandantes de brigada y jefes de unidad operativa, “resultados” efectivos en los combates, sin miramientos al número de bajas.
Analistas nacionales y medios extranjeros, no dudaron en asociar la directriz del alto mando militar, con las instrucciones que en tiempos pasados recibieron los mismos comandantes, y que redundaron en los llamados ‘falsos positivos’. Ante las dimensiones del escándalo, tanto el general Martínez, como el ministro de la Defensa y más tarde el presidente Duque, salieron al paso a los temores de la sociedad y desvirtuaron el sentido de la directriz militar, indicaron que hubo una mala interpretación en su lectura, pero que, sin dudas, se han presentado casos aislados de violaciones de derechos humanos que obedecen a la conducta particular de unas cuantas “manzanas podridas” que, en todo caso, no obedecen a una política institucional.
Un pasado borrascoso
El problema es que las manzanas podridas ya son abundante cosecha. El tema no es nuevo. Por el contrario, es reiterativo. Por estos días, una publicación de prensa recordaba numerosos casos en que agentes del Estado se vieron involucrados en crímenes contra defensores de derechos humanos. Y suministraban una larga lista de víctimas en las que aparecen nombres como los de Jesús María Valle, Héctor Abad Gómez, Mario Calderón, Elsa Alvarado, Jaime Garzón, Manuel Cepeda Vargas, Eduardo Umaña, Alfredo Correa de Adréis, la comunidad de paz de Apartadó, y un largo etcétera.
El senador Gustavo Petro mencionó en el recinto parlamentario, hace pocos días, la existencia de la circular 6953/dv3br=papamhh725, del Batallón Palacé, Batallón de Artillería No. 3, sobre reconocimiento de trochas, de caminos, en donde se admite la necesidad de “penetración de las ‘Águilas Negras’ para operación futura”.
En conversación reciente con la periodista María Isabel Rueda, el presidente de la República aseguró sin sombra de sonrojo, que la institución armada no está vinculada aestructuras paramilitares, que además no existen, y que el cuerpo armado se ciñe estrictamente a los parámetros de respeto a los derechos humanos, para lo cual sus oficiales intensifican estudios académicos.
Nexo paramilitar
Pero, ¡ahí están los contundentes señalamientos del senador Petro! Que además no son los primeros ni los únicos. Los líderes sociales sobrevivientes a la matanza, han repetido, miles de veces, que las estructuras paramilitares campean como Pedro por su casa, que los criminales andan encapuchados, cometen sus fechorías y se resguardan en las guarniciones militares. La afirmación del presidente Duque de que no existen las ‘Águilas Negras’, confirmaría algo peor. Que tal grupo no es en realidad un organismo criminal autónomo sino una mampara del Ejército, una de sus formas de actuar. Lo que es muy grave.
Y esta no es una afirmación gratuita. Hace menos de dos semanas el Procurador General de la Nación, Fernando Carrillo, admitió que su despacho inició una serie de indagaciones para establecer si agentes de la Fuerza Pública pueden estar involucrados en el asesinato de líderes sociales. Carrillo, en el marco de la Comisión Nacional de Garantías de Seguridad, habló de la posibilidad de que grupos irregulares estén captando mandos militares, y dijo que la Fiscalía ya admitió esa posibilidad. Que hay una captación de agentes del Estado para la comisión de crímenes contra líderes sociales. Un ejemplo entre centenares: el coronel Oscar Orlando Gómez Cifuentes deportado a Estados Unidos en 2017, acaba de ser condenado por la Fiscalía a casi 38 años de prisión por el delito de ‘falsos positivos’. Es decir, asesinatos fuera de combate.
La Fiscalía General de la Nación, en un informe de comienzos de este año, dijo que 117 oficiales, con grado de teniente coronel y coronel, permanecen vinculados a investigaciones penales por ‘falsos positivos’.
Entonces no es solo la directriz del comandante del ejército pidiendo que se multipliquen los resultados. ¡Claro que se han multiplicado! Y no es solo la denuncia del cobro por la expedición de salvoconductos de armas, por certificaciones falsas para ascenso de oficiales, por solicitar coimas para otorgar contratos, por ofrecer recompensas a oficiales que denuncien a compañeros suyos que han hecho públicas estas denuncias.
El país está en mora de comenzar un gran debate sobre las políticas de resultados de la institución armada. De mirar si definitivamente el estamento militar va a aceptar las obligaciones que se desprenden de la firma de los acuerdos de paz de La Habana y va a orientar el accionar militar hacia la edificación de esa paz, o va a insistir en una política de guerra interna, de enemigo interno.
Tenemos que mirar si el ejército colombiano va a seguir guiándose por los manuales de guerra del Departamento de Estado de los Estados Unidos. Si el Comando Sur de esa nación va a seguir impartiendo orientaciones de combate y de compromiso en conflictos regionales, como el de Venezuela. Si la institución armada, definitivamente va a estar bajo las orientaciones guerreristas e intervencionistas de la OTAN o, por el contrario, trabajaremos por la implementación de una política de convivencia pacífica entre colombianos, de defensa de la soberanía nacional.
De momento, las manzanas podridas crecen, emulan con el hongo que acaba de entrar por la Guajira y amenaza con arrasar la cosecha de plátano de los cultivadores. Ojalá el hongo que se extiende amenazador por la institución militar no termine por arrasar todo lo sembrado.