
Como si no existiera el Acuerdo Final de La Habana que le puso fin al conflicto de las FARC con el Estado colombiano de más de medio siglo, las elecciones del Congreso de la República del próximo 11 de marzo transcurren bajo los mismos métodos de siempre: corrupción, ventajismo para los partidos del establecimiento, fraude, dádivas, compra de votos y violencia, son las características de las elecciones a la colombiana como suele decirse.
La mayoría corrupta y clientelista del Congreso hundió la Reforma Política, entre ella una nueva reglamentación del sistema electoral, porque obstaculizaba los vicios de siempre que le dan ventaja sobre los partidos de la izquierda y sobre aquellos que califican con desdén como “minorías”. Impidieron también la aprobación de las circunscripciones regionales de paz en favor de las organizaciones de las víctimas y de todos los proyectos democráticos para fortalecer la participación ciudadana y las libertades.
Como si fuera poco, transcurre la campaña en un baño de sangre de los grupos paramilitares con un plan sistemático que el gobierno niega, que deja ya varios activistas sociales, populares y de la izquierda, asesinados en la más completa impunidad. Mientras el Centro Democrático y oscuros personajes como Herbin Hoyos y el llamado Patriota, se dedican a promover la violencia contra los candidatos del nuevo partido FARC, la Unión Patriótica y amenazas contra Gustavo Petro y Aída Avella.
El Gobierno asiste con pasividad a esta situación que reproduce la democracia restringida, mientras la oligarquía se cierra a los cambios democráticos y fomenta el odio y el desprecio de la reconciliación con los exguerrilleros de las FARC que cumplieron a cabalidad el Acuerdo Final de La Habana. Algunos de sus altos funcionarios justifican los actos violentos y saboteadores con el vil argumento de que son expresión de la democracia y los califican de simples abucheos. La “gran prensa” hace lo mismo con el cuento que es la reacción a los crímenes cometidos por la guerrilla, como si el Estado y la oligarquía no hubieran incurrido en el crimen de tolerar la guerra sucia del paramilitarismo, auspiciado en muchas regiones por sus representantes, así como lmasacres y el genocidio de la UP.
Esta es una campaña sin garantías para la oposición de izquierda. Sin embargo, no puede conducir a la posición infantil de despreciar la participación electoral. Es un espacio que permite ganar posiciones para la lucha revolucionaria y por cambios democráticos.
Con mayor razón en el momento actual cuando el Acuerdo Final de La Habana abrió serias posibilidades para impulsar la lucha popular y por cambios avanzados. Existe una nueva realidad que deviene de los acuerdos de paz que puede conducir a avances positivos en el proceso político colombiano. Como nunca se da una verdadera opción para la izquierda y los sectores democráticos, como lo está demostrando la campaña de Gustavo Petro y de la lista de los decentes, que está llenando plazas y los espacios políticos. Las encuestas por primera vez traducen de alguna manera la presencia de los inconformes.
Un significativo avance en la votación del Congreso y aún más la elección de Gustavo Petro a la presidencia, crean condiciones en el país para un viraje de signo positivo y una correlación de fuerzas favorable a la implementación del Acuerdo Final de La Habana, de los diálogos con el ELN y de avances democráticos en dirección a la Asamblea Nacional Constituyente en el mediano plazo.
Hay que exigir garantías del Gobierno nacional y el cumplimiento del espíritu progresista del Acuerdo Final de La Habana. Movilizar a las fuerzas populares hacia las elecciones y definirlas en favor de las corrientes avanzadas y democráticas. Existen condiciones que no las había antes para superar los vicios del sistema y de la oligarquía violenta. Hacia las presidenciales hay que insistir en una candidatura de convergencia comprometida con un programa de cambios y de reformas políticas y sociales. Es una posibilidad cierta como nunca antes. Hay que hacer el esfuerzo y trabajar con alegría y combatividad.