
Aspectos como inversión en el ciclismo por parte del Estado y la empresa privada, mentalidad, necesidades económicas y disciplina evidencian desigualdades, que de superarse consolidarían al país como potencia mundial en esta disciplina. Hay denuncias de abusos por parte de mánagers y escuadras europeas
Juan Carlos Hurtado Fonseca
@Aurelianolatino
Cuando Mario Alberto Rojas Rojas y Julián Andrés Vargas Orozco llegaron a Europa solo llevaban una maleta con su ropa y muchas ilusiones por cumplir. Haber sido fichados por equipos de ciclismo de Italia y España era un sueño que se les había vuelto realidad.
En ese momento, seguir triunfando solo dependía de ellos, de su entereza, de su disciplina, de su capacidad de sufrir y de aguantar vivir lejos de sus seres queridos en una cultura incomprendida. La alegría de los triunfos iba de la mano de algunas decepciones que no tenían previstas. Aun así, se mantuvieron.
Mario Alberto a sus 12 años había dado sus primeros pedalazos en Boyacá, impulsado por la tradición ciclística de su familia. Creció viendo medallas y trofeos en su casa, lo que lo motivó a competir desde pequeño. Luego corrió en dos vueltas al Porvenir, del Futuro y de la Juventud.
Sus entrenamientos rigurosos en pista, mountain bike y ruta le dieron buenas ubicaciones donde corrió. Pasó al equipo Chocolate Sol que en esos años era de los más fuertes en la categoría sub-23. A sus 21 años fue contratado por el equipo italiano de ciclomontañismo Protek.
Por su parte, Julián Andrés también inició en Paipa, Boyacá, aunque en bicicross. Luego entró a una escuela de formación de ciclismo, participó en Vuelta del Futuro, Vuelta del Porvenir y en competencias regionales.
Hacía buenos puestos en sus carreras, por lo que en una Vuelta al Futuro fue fichado. Estuvo en una preselección donde participaron 50 pedalistas de los cuales pasó él y siete más. A los 16 años fue llevado a España al quipo Codelse de categoría juvenil o junior, a competir en el calendario de ese país y de Portugal. Vivió en Cantabria.
Mayor inversión
Al preguntársele a Mario Alberto sobre las diferencias en cuanto a la organización e inversión en el ciclismo entre Europa y Colombia, explica: “Hay mayor apoyo de empresas privadas. La mayoría de los niños cuando inician tienen más apoyo. Hay más fábricas de bicicletas que hacen que el marketing se mueva más y eso ayuda”.
Además, ve que en los países europeos que invierten en ciclismo hay muchas escuelas y clubes lo que genera resultados y marca una pauta. “Los clubes patrocinan, consiguen bicicletas, uniformes, todo. Por ejemplo, la primera bicicleta de carbono y con freno de disco la tuve allá. Fue un cambio muy grande”.
También tienen ventajas de carácter tecnológico, pues por ejemplo, desde muy jóvenes entrenan con potenciómetro: “Primero, allá la gente tiene más estudio. Segundo, van a una carrera o en una contrarreloj saben a cuántos vatios deben ir para hacer un determinado tiempo, en Colombia se corre a lo loco”, explica Julián Vargas, quien debió buscar ayuda de la alcaldía de su municipio y su familia para poder llegar a España.
En el país cafetero es al mismo corredor a quien le toca hacer el esfuerzo económico. Para proporcionarse los medios, muchos hacen entrenamientos desde la madrugada, trabajan en las tardes y deben contar con el respaldo económico de sus padres: “Es mayor el sacrificio porque no es solo entrenar, sino que tiene que ver cómo levanta para un repuesto, para un uniforme, para unas zapatillas, para unas gafas. Por eso, aquí es muy difícil en ese sentido, aunque hay algunos equipos que dan la mano, le colaboran a los mejores, pero a los que no, les toca remar, remar y remar y no llegan a la orilla”, explicó el profesor Jenaro Leguízamo, licenciado en educación física, especialista en entrenamiento deportivo, magister en Cultura Física y quien fue el técnico de la selección Colombia de ciclismo de ruta en los Olímpicos de Londres 2012.
Una mentalidad diferente
Mario encuentra en la mentalidad un elemento fundamental que marca una gran diferencia: “Aquí los padres acosan mucho a los niños porque quieren volverlos trabajadores, profesionales, tienen muchas ganas de que sean alguien; mientras que allá prima la formación como deportistas, como personas, y primero les enseñan a que jueguen con las bicicletas a que las disfruten. Aquí la mentalidad es más de competición, de que los niños brillen, ganen y los están presionando y eso es un error grande”.

Sobre los estímulos para los infantes, Julián Vargas expresa: “Allá las premiaciones de los pequeñitos son medallas y ya. Aquí en Colombia desde los 11 años los están incentivando con plata. Los niños dicen: ‘Tengo que ganar porque me pagan 100 mil y con eso me compro el casco o para algo de la bicicleta’. Desde ese momento, los corredores colombianos tenemos desventaja, la gente de allá va con calma, sin prisa porque compiten sin la presión del dinero, si se dan las cosas bien. No corren con la necesidad económica. Allá en juvenil si ganamos una carrera de un día nos dan 100 euros, en cambio aquí puede ser un millón o millón doscientos”. Actualmente Julián está sin equipo, había firmado con uno antioqueño, pero por la pandemia le suspendieron el contrato.
En relación con el tema, el profesor Jenaro dijo: “Los europeos están haciendo las cosas bien, nosotros somos quienes las estamos haciendo mal. Los papás son ciclistas frustrados que quieren que los hijos obtengan los logros que no obtuvieron ellos y desde chiquiticos empiezan a hacer carreras, y el sistema está pensado para generarles competitividad a destiempo, que no es adecuada por fases de desarrollo, por etapas de crecimiento, de maduración. Aquí lo que se hace es meter el plátano entre periódico para madurarlo biche”.
Con respecto a las competencias con incentivos para los menores, el entrenador pone como ejemplo que en Colombia existe la categoría prejuvenil, de 15 a 16 años, en la que se corre la Vuelta al Futuro, aunque esta no existe en el ámbito mundial ni para la Unión Ciclista Internacional, UCI: “Se juegan todo para ir a ganarla y es algo que no representa nada para un ciclista. Además, generalmente es de recorridos desproporcionados. El problema no es correrla, el problema es todo lo que tienen que hacer los pelados y a lo que los inducen los entrenadores y los padres de familia para poder llegar en buena condición a disputarla. En ese sentido, las cosas no están bien”.
El profesor complementa: “Aquí está reglamentado que en las categorías pequeñas no les dan dinero, sino material. Si un niño de ocho años ganó la vuelta a la manzana en su categoría minipitufos, no le dan plata sino algún elemento. La plata empieza a aparecer a partir de los 15 años y eso no es correcto porque se les empieza a convertir en profesión, en que es algo que tiene que ser monetizado, algo a lo que hay que sacarle rentabilidad, y todo debe ser a su debido tiempo. Pensar en sacarle dinero al ciclismo es algo que se debe pensar para después de los 20 años, antes no”.
Abusos y disciplina
Por otra parte, en relación con los abusos en el mercado de fichajes, el pasado domingo, Nairo Quintana hizo una crítica a algunos mánagers a quienes acusa de aprovecharse de las necesidades de muchos jóvenes para llenarse los bolsillos de plata. El corredor, ganador del Giro de Italia y la Vuelta a España, expresó: “Han llegado personas que no sé como llamarlas que ofrecen a niños desde los 15 hasta 17 contratos con autorización de los padres para llevarles a Europa. Les dicen que son los representantes que ficharon y llevaron a Europa a Nairo, Iván Sosa, Rigoberto Urán, Egan Bernal … engañándoles para encontrar un campeón accidentalmente y llenarse los bolsillos de dinero”.
Nairo comenta que algunos jóvenes con 16 años pueden devengar dos millones de pesos. No obstante, cree que un chico puede ser un fenómeno, pero no se le debe dar esa cantidad por ser algo que aún no comprende, tampoco proporcionarle un material de vanguardia por estar en formación. “Yo les digo que tranquilos, que tras el segundo año de sub 23 pueden dar el salto, que aún son niños”.
Por otro lado, Julián Vargas ve como ventaja la economía de esos países que permite que un padre le proporcione una buena bicicleta a su hijo. Asimismo, encontró una alta disciplina en los equipos: “En todo son súper estrictos. Por decir algo, apenas llegamos nos dieron toda la indumentaria y tenía que mantenerse al pelo. Aquí, uno llega a las carreras charla, hace chanzas, habla con los amigos; allá desde el día anterior hay que estar concentrado para las carreras. Todo es así y eso es sorprendente”.
Aunque no en todas las escuadras europeas hay la misma rigurosidad, sí es una gran diferencia al compararla con las de las nacionales. Se ha sabido de corredores que, con permisividad de sus directivos, beben cerveza en medio de las competencias, en horas de la noche entre etapa y etapa de carreras como la Vuelta a Colombia, o competencias departamentales.
Los entrenamientos diarios de Mario Alberto Rojas, quien vive con varios de sus compañeros de su actual equipo el Arc En Ciel de Martinica, eran de entre dos a cinco horas para competir cada ocho días en promedio. Su cotidianidad es entrenar y descansar, por lo que su alimentación es fundamental y en muchas ocasiones cuentan con alguien que se encarga de esta, que además debe llevar una alta carga en proteína. “Se tiene patrocinio en recuperantes, hidratantes y proteínas”.
Por lo contrario, en Colombia muchos corredores que compiten sin apoyo económico entrenan a diario y desayunan solo con agua de panela y pan.
La otra cara
Pero no a todos los que van a Europa les va bien o son bien tratados por sus equipos. Julián comenta que, en su segundo año, al llegar al conjunto Disgarsa, también debió costear sus pasajes y llegó a un apartamento sin internet a vivir con cinco de sus compañeros: “Para comunicarnos con nuestras familias debíamos ir a un bar. Nunca nos dejaron salir a una playa o a un centro comercial. Estuvimos encerrados, aislados. Lo discriminan a uno mucho por ser colombiano. Hasta los buenos resultados que dábamos eran poco para ellos. Eso hace que uno se afecte sicológicamente, se empiece a aburrir y empieza a odiar estar en ese lugar. Pasan meses sin ver a la familia”.

Los premios en dinero que ganaban eran utilizados por la escuadra para la alimentación de los mismos ciclistas. Algunas veces debían llevar sus propias bicicletas y ruedas que al dañarse no les respondían: “Por estar allá perdí la oportunidad de estar acá, de correr, de hacer una buena vuelta y de buscar un buen equipo para la categoría sub-23”, anota Julián Vargas.
En ese sentido, Nairo Quintana indicó que llevan a los jóvenes a Europa y salvo excepciones, los pedalistas “sufren malcomiendo, malviviendo e incluso terminando muchos con problemas psicológicos y abandonando el ciclismo y todo».
Acerca del mismo tema, el técnico Jenaro Leguízamo, señala: “Creo que Nairo tiene razón. Se los llevan muy jóvenes prometiéndoles esta vida y la otra, y allá la competencia en el ciclismo está pensada para después de los 20 años, mientras tanto ni entrenador, hagan lo que quieran, hagan lo que puedan, defiéndanse como puedan con la comida. Eso es cierto, y en las categorías pequeñas cuando las cabezas no están bien organizadas, eso hace que se dañen los muchachos”.
Por situaciones como las descritas y no obstante las mejores condiciones de los equipos amateur y pro-tour europeos, Mario y Julián dejan claro que hay escuadras donde los nacionales no la pasan bien, también hay discriminación. “Los éxitos de Nairo, Egan, Rigoberto y otros, hacen que los equipos sean más exigentes a la hora de llevar colombianos, quieren llevar gente para ganar. Muchas veces lo difícil no es llegar a esos equipos sino mantenerse, no por las condiciones físicas sino por las psicológicas”, concluye Mario Rojas.
Colombia sigue siendo un semillero de figuras en esta disciplina deportiva que, ante la falta de apoyo y políticas sólidas, deben ir a probar suerte en otros países. Los años dorados del ciclismo aún están por llegar y solo hay que imaginar lo que se podría lograr con la existencia de un proyecto institucional y una estructura sólida.
“Eso también significa tener una mejor sociedad, porque si logramos que diez corredores jóvenes dejen de estar abandonados y se conviertan en ciclistas de élite, en profesionales sería muy bueno, ya que lo que ahora saca Colombia es generación espontánea, jóvenes con mucha calidad que se hacen visibles por los resultados, les echan mano, los llevan a Europa y allá terminan de criarse y depurarse, mas no porque haya procesos”, expresa de manera categórica el profesor Jenaro Leguízamo.
📢 Si te gustó este artículo y quieres apoyar al semanario VOZ, te contamos que ya está disponible la tienda virtual donde podrás suscribirte a la versión online del periódico. Ofrecemos el mejor análisis político, económico y cultural para pasar el confinamiento en casa.
#QuédateEnCasa y lee el semanario VOZ.
👇🏽👇🏽👇🏽