Alejandro Cifuentes
Cuando hablamos de la derrota de la Alemania nazi en la Segunda Guerra Mundial, a la mente de muchos se vendrán las imágenes de la infantería norteamericana desembarcando en Normandía en 1944. En occidente solemos obviar el hecho de que el principal esfuerzo en la derrota del fascismo lo realizó la Unión Soviética.
La producción cultural occidental ha ido creando la idea de que el enfrentamiento entre las fuerzas soviéticas y los nazis fue secundaria. Que no fue más que un teatro de operaciones donde chocaron dos líderes totalitarios, y que Stalin ganó la partida porque aunque no contaba con suficiente equipo para su ejército ni con tácticas eficientes, disponía de incontables soldados.
No vamos a negar la abnegación de los soldados occidentales que marcharon contra las huestes de Hitler para poner fin a su régimen, pero no podemos pasar el hecho de que el peso de la guerra lo cargaron los soviéticos.
Armas soviéticas
Algunas cifras nos ilustran esta situación. Los alemanes concentraron más recursos militares en la URSS que en cualquier otro frente. Entre 1941 y 1944 el ejército alemán utilizó 505 divisiones contra el Ejército Rojo (una división podía estar compuesta por entre 10.000 y 20.000 hombres), mientras que en el oeste utilizaron 176 divisiones. Además, en los cielos del frente oriental se derribaron 77 mil cazas alemanes, comparados a los 23 mil destruidos por los aliados occidentales.
Este contingente alemán fue encarado por los soviéticos con una fuerza militar modernizada durante la década de 1930. Con la Primera Guerra Mundial había quedado claro que para ganar una guerra era necesario tener ventajas tecnológicas que solamente una industria desarrollada podía dar. El aparato militar soviético se construyó sobre la base de industria moderna creada a partir de la economía planificada, que había empujado la electrificación y la siderurgia. Solo en el año de 1943, la URSS fabricó 130 mil piezas de artillería, 24 mil tanques y armas autopropulsadas, y 30 mil aviones de combate. Confrontadas estas cifras con las de los alemanes nos ilustran mejor: para el mismo año los nazis, que contaban con los recursos de buena parte de Europa occidental y central, fabricaron 73 mil piezas de artillería, 10 mil tanques y 19 mil aviones.
Las batallas épicas
Los soviéticos también emprendieron la renovación de la organización de sus fuerzas armadas. El mariscal Mijaíl Tujachevski, inició en 1925 una reforma del Ejército Rojo, la cual, entre otras cosas, introdujo la idea de una guerra de movimiento basada en el avance combinado y masivo de tanques y aviones para penetrar las líneas del enemigo con el fin de desarticular las unidades de primera línea de su retaguardia, facilitando así su posterior destrucción.
Batalla profunda
Los alemanes pondrían en práctica esta doctrina bajo la denominación de Blitzkrieg. A ella muchos historiadores militares le asignan las rápidas derrotas polaca y francesa. Sin embargo, se suele obviar que la Operativnoe Isskustvo, o Batalla Profunda, como la denominaron los generales soviéticos, permitió sucesos militares claves en la guerra como el cercamiento del VI Ejército alemán en Stalingrado en noviembre de 1942, que abrió el camino a la victoria soviética en esta ciudad, y que dejó un saldo de más 800 mil bajas alemanas.
La batalla de Kuesk
De igual forma, esta doctrina dio pie a la victoria en la batalla de Kursk a mediados de 1943, la mayor confrontación de tanques de la historia –entre ambos bandos se usaron más de 7 mil vehículos de este tipo-, así como al éxito de la Operación Bagration a mediados de 1944, con la cual los soviéticos expulsaron finalmente a los alemanes de su territorio, y en la cual el Ejército Rojo utilizó poco más de 1 millón 200 mil soldados, 4 mil tanques, 29 mil piezas de artillería y más de 5 mil aviones.
Precisamente es la Operación Bagration el evento que nos permite comprender a cabalidad el alcance del esfuerzo bélico soviético. Podemos comparar esta operación con la invasión de Normandía. Bagration se llevó a cabo 15 días después del Día D, y tanto Bagration como Overlord –nombre que se dio a la operación de desembarco en Normandía- permitieron a los aliados entrar al territorio del Tercer Reich, abriendo un camino hacia Alemania. Además, Overlord fue una operación concebida por el mando militar angloamericano para llegar a Alemania antes que los soviéticos.
Durante la operación Bagration, los alemanes le opusieron al Ejército Rojo una fuerza de infantería que podía alcanzar casi 1 millón de hombres, 900 tanques y 1.300 aviones. En Normandía, los aliados occidentales enfrentaron un contingente alemán de casi 400 mil hombres, algo más de 2 mil tanques y aviones. El 6 de junio de 1944 desembarcaron en Normandía 160 mil hombres, y un mes después de la invasión, los angloamericanos y sus aliados disponían de 1 millón y medio de soldados en el norte de Francia. La diferencia en cifras entre una y otra operación es superlativa. Los soviéticos usaron más recursos en su invasión del territorio del Tercer Reich, y los alemanes concentraron más fuerzas en el este que en Normandía.
Esta movilización de recursos resulta impresionante si consideramos que el Imperio Ruso tenía un 80% de población campesina al iniciar el siglo XX, la cual vivía en condiciones de extrema pobreza, contaba con apenas un par de centros industriales y una red eléctrica prácticamente inexistente. Para 1941, momento de la invasión alemana a la URSS, la NEP había modernizado al país en 20 años sin recurrir a la propiedad privada y gracias a ingenieros venidos del mundo rural educados en el nuevo sistema soviético. Pero de nada hubieran servido tanques, aviones y fusiles sin el sacrificio de las personas que conformaron el Ejército Rojo, mujeres y hombres venidos de granjas y fábricas que tuvieron, en palabras de Vasili Grossman, “paciencia y resignación” y en el frente de batalla se dieron a la “aceptación de rigores inconcebibles”.