Zabier Hernández Buelvas
@ZabierHernndez
Dos noticias configuran una nueva situación política internacional en relación con el posacuerdo en Colombia. Por un lado, la FARC lanza su candidato presidencial y sus candidatos a cámara y senado, y seguido, el Consejo de Ministros de Relaciones Exteriores de la Unión Europea (UE), en Bruselas, dieron su firma avalando el retiro definitivo de las FARC-EP, de su lista de organizaciones terroristas.
Llama la atención que esta decisión se tome cuando ya varias cuestiones hoy son hechos consumados. En septiembre de 2016 la UE ya había suspendido a las FARC esta denominación estigmatizante a una organización guerrillera con una larga tradición de lucha popular, social y política que no tiene nada que ver con el concepto de terrorismo europeo ni estadounidense.
¿Deberíamos expresar alborozo por tal decisión? Ciertamente es una decisión política importante que cae bien en medio de tanta algarabía por la participación política de la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, FARC, pero esto no es regalo ni concesión de los poderes europeos. La decisión ha sido ganada a pulso del cumplimiento irrestricto de los acuerdos por parte de los insurgentes colombianos. En estos términos la decisión lo que hace es reconocer un error histórico de la UE al incluir a las FARC en este tipo de lista. Su acción política ha sido tan coherente que no ha quedado duda en la esencia del proyecto político que esgrimieron y que hoy continua en el posacuerdo.
Por otro lado, con esta decisión queda muy mal parado el fiscal Néstor Humberto Martínez, porque esta decisión supone que las FARC-EP, definitivamente no tienen cuentas ni bienes en el exterior, ya que uno de los objetos principales de esta lista es la cancelación de fondos o de bienes. Se le cae el discurso al Fiscal General. Otros a los que la decisión europea no debió caer bien es a los Estados Unidos, quienes ven debilitada su posición en el continente americano, de torpedo al proceso de paz, con base en una política antiterrorista ligada a la política antinarcóticos, puntales de la guerra imperialista contra Colombia, Venezuela y Latinoamérica. Una nueva lección del proceso de paz en Colombia hacia la política hostil de los Estados Unidos hacia Latinoamérica.
Pero la mayor lección es para nosotros. Encontrar y dimensionar las vetas de avance y aportes del proceso de paz a nuestra lucha estratégica por los cambios profundos, asumir los ritmos de la lucha política sin ceder ante la tiranía de la eficacia del corto plazo, reconocer y articular las subjetividades autónomas de las clases subalternas y “organizar y politizar el pesimismo, repensando la estrategia, sus tiempos y sus espacios, desde abajo”, es tarea permanente.