Detrás de las dos multimillonarias producciones existe un mensaje transformador, una representación de la oportunidad histórica: la redención del sujeto oprimido, del sujeto vengador
Óscar Sotelo Ortiz
@oscarsopos
Millones de personas lloraron al ver como el león Mufasa, protagonista de El Rey León y padre de Simba, fallecía luego de caer en la estampida de ñus gracias a la traición de su hermano. Esos mismos espectadores sintieron el hakuna-matata como filosofía libertaria ante las adversidades que contrae la vida. Y fueron también esos miles de niños y adultos, los que se contagiaron de ese espíritu de vengar la muerte del padre y eliminar la podredumbre social en el reino animal que confeccionó la dictadura del tío Scar y sus aliadas, las extrovertidas hienas.
La exitosa pieza de 1994 está de regreso a las salas de cine con una novedosa adaptación de tecnología virtual, donde se combina de forma hiperreal el extraordinario mundo animal con un guion ajustado de la película que conmovió al mundo entero. La nueva versión de El Rey León alcanzó los mil millones de dólares de taquilla, superando en tan solo 15 días la recaudación lograda por su versión original en la década de los noventa.
Por fortuna, detrás de las dos multimillonarias producciones de Disney, existe un mensaje transformador, una representación de la oportunidad revolucionaria: la redención y liberación del sujeto oprimido, del sujeto vengador. La tarea es descubrirla desde otra perspectiva, en medio de una historia construida al antojo por uno de los máximos exponentes del actual capitalismo depredador.
Sobre el universo Disney
En 1972 el mundo conoció Para leer al Pato Donald, un “manual de descolonización” donde sus autores, el argentino-chileno Ariel Dorfman y el belga Armand Mattelart, analizaban desde un punto de vista marxista la literatura de masas que proporcionaba la compañía de entretenimiento The Walt Disney Company.
El laurel del ensayo fue develar cómo las emisiones culturales de la compañía, no solo reclutaban y satisfacían públicos del mundo entero, sino cómo esas “creaciones y símbolos se han transformado en una reserva incuestionable del acervo cultural del hombre contemporáneo”.
Al colonizar las representaciones infantiles, “susurrar en contra del mundo Walt Disney, es socavar el alegre e inocente mundo de la niñez de cuyo palacio, él es guardián y guía”. Sin embargo, los autores de manera desafiante insisten que es en el terreno de la entretención donde debe penetrar la política. La razón, es que son el foco donde mejor se pueden estudiar los disfraces y verdades de la era contemporánea, “porque es donde menos se los piensa encontrar”.
Industria cultural
Transcurridos 47 años de la publicación, los autores no se equivocaron en identificar lo que significa para el capitalismo actual el sello del Ratón Mickey, pues hoy The Walt Disney Company es la compañía de entretenimiento más grande del mundo. Sus 59 mil millones de dólares de ingresos, sus activos tazados por 98 mil millones de dólares y sus acciones estimadas en 500 mil millones de dólares, dan muestra de la poderosa maquinaria que se teje alrededor de la comunicación de masas en productos como el cine, la televisión por cable, radio, portales, parques temáticos, videojuegos, patentes en dibujos infantiles, entre otros y exitosos mercados.
Precisamente ha sido el cine el motor para que este aparato alcance los ingresos astronómicos que hoy posee. Disney es un referente en la historia de la industria cinematográfica. Son incontables las producciones que han cautivado al mundo entero, cuya extraordinario poder está en trazar universos donde lo mágico se convierte en una universal y cotidiana representación de lo colectivo.
De Hamlet al mundo de los leones
No se puede negar que El Rey León de 1994 hizo parte de un espléndido momento de resurgimiento del cine animado conocido como el “Renacimiento de Disney” o que la producción de anime japonesa Kimba, el León Blanco, demandó a Walt Disney por plagio. Sin embargo, la fuerza y éxito del film se concentró en combinar dos elementos inquietantes.
El primero es la incuestionable influencia que tuvo en el guion la famosa tragedia de William Shakespeare, Hamlet. La experimental y radical creación del célebre dramaturgo, inspira la historia pues se encuentran referentes literales tales como el reino, el primogénito, el rey asesinado, el exilio, el espectro y la venganza.
El segundo elemento es la apropiación del mundo de los leones como factor simbólico que atrae toda clase de públicos. El vigor y los extraordinarios hábitos depredadores del león, lo han considerado históricamente como el “rey de la selva”. Su cuerpo esbelto, compacto, musculoso, de pecho amplio y atractivo con su característica melena, como su sentido complejo de manada donde las leonas también tienen su rol imprescindible, convierten al enigmático universo de estos félidos en la perfecta organización social que se quiere representar en la pieza.
Espectros
“La revolución está pasando por el purgatorio”, escribe Marx en el 18 Brumario resucitando al espectro del rey asesinado merodeando por la escena de Hamlet, el mismo espectro que se manifiesta en las sabanas africanas a un Simba condenado al exilio libertino del hakuna-mata. La fantasía shakesperiana, que ha inspirado a lo largo de la historia movimientos rebeldes, es darle una representación espectral al fuego que aviva la liberación.
Tanto el “Acuérdate de mí” en Hamlet, como el “Recuerda quien eres” en El Rey León, son las dos manifestaciones silenciosas que exigen a los protagonistas una ruptura con la realidad. Para la clásica tragedia de la literatura universal, es la verdad sobre el crimen; en el caso de la película de Disney, es la necesidad de regresar tras el destierro. Los dos acontecimientos fantasmales tienen como propósito liberar el reino, siendo ellos los sujetos protagonistas del cambio.
Redención
Claudio y Scar deben ser confrontados. En la producción de Disney existe un antes y un después, un equilibrio del mundo animal en el gobierno de Mufasa que se contrasta con la tiranía del tío cara-cortada, realidad construida junto a las hienas que se acerca a una radiografía de la actual faceta devastadora del capitalismo con la naturaleza.
Mientras en Hamlet la venganza se convierte en tragedia, en El Rey León la redención adquiere referentes de transformación colectiva. Los personajes no son vasallos ni súbditos, son luchadores de la causa. Nala, la leona que crece con Simba en la infancia y que es indispensable para su retorno, combate junto a la manada de leonas contra las poderosas hienas. Los simpáticos Timón, el menudo suricato, y Pumba, el jabalí africano, auténticos embajadores del hakuna-matata, adquieren responsabilidad del momento y luchan por recuperar el territorio. Inclusive, Rafiki, el anciano y sabio mandril, se involucra en los acontecimientos que se desenvuelven en una selva en llamas.
En El Rey León los acontecimientos se conjuran en la lucha entre opresores y oprimidos, desencadenando un nuevo porvenir donde los derrotados aprenden a vencer. La trasnacional Disney podrá quedarse con las jugosas ganancias, pero la gente se queda con el mensaje, que retumba con el grito de Hamlet: “¡Bien dicho viejo topo!”, metáfora del espectro que, siendo miope y hemofílico, cava y cava buscando la superficie, la situación, la revolución.
Adenda
El Rey León enseña que sin leonas no hay liberación posible. Moraleja para nuestras direcciones revolucionarias que, ante el momento histórico de construir el cambio político, han metido la pata.