Nombrarse lesbiana trasciende a la orientación sexual constituyéndose en una apuesta política contra la hegemonía heterosexual.
Andrew Ramírez
Cuando hablamos de lesbianas o lesbiana, seguramente se nos viene a la cabeza que son aquellas mujeres que se sienten atraídas por otras mujeres; lo cierto es que la categoría implica y trasciende esta definición y es importantes destacar sus implicaciones políticas, toda vez que en la década de los 70´s y 80´s los movimientos de lesbianas feministas y los feminismos negros advirtieron una serie de vacíos en la agenda social y política de las feministas liberales y pusieron evidencia que la perspectiva interseccional era fundamental para comprender, no solo las dinámicas del sistema opresor si no las implicaciones en las vidas de las mujeres. La sexualidad entonces sería un punto central a posicionar.
Así pues, las lesbianas feministas se constituyen en un movimiento crítico de la segunda ola del feminismo y de los movimientos gay, especialmente, en Estados Unidos, aunque hoy en Centroamérica encontramos importantes desarrollos de su pensamiento respecto del colonialismo, el clasismo y el racismo.
Así las cosas, uno de sus principales aportes es analizar la heterosexualidad como una institución hegemónica, que moldea prototipos de mujer y regula su sexualidad, de allí surgiría la categoría de Heterosexualidad Obligatoria como aquella que atraviesa las instituciones políticas, jurídicas y las relaciones dadas al interior de las familias y la escuela.
El hecho de nombrarse lesbiana trasciende a la orientación sexual constituyéndose en una apuesta política contra la hegemonía heterosexual.
Sin embargo, hablar de lesbianas va más allá, y ya no es solo la reivindicación política de nombrarse, sino que tiene que ver con la vivencia misma de la sexualidad de las subalternas, de aquellas mujeres que no tienen los privilegios de clase, político o epistemológico que posibilite esas reflexiones académicas, aun así, ellas subvierten el orden impuesto desde sus experiencias vitales.
Por ejemplo, en la ruralidad muchas mujeres que aman a mujeres no se nombran lesbianas, porque es una categoría foránea a su realidad, es más, la manera que encontraron de vivirlo fue a través de la figura de amigas o simplemente no se interpelaron jamás su relación afectiva y erótica con otras mujeres.
Ahora bien, en mi opinión las categorías de orientación sexual e identidad de género tan útiles y estratégicas para la vindicación de derechos, terminaron fragmentando el continuum de la sexualidad y el género y eso propició una ruptura o tal vez una invisibilización con la identidad de género y la expresión de género de muchas lesbianas.
Es por ello que muchas mujeres lesbianas leídas desde afuera como hombres Trans no han generado esa reflexión y autorreconocimiento. Quien categoriza se encuentra afuera del “objeto analizado”, te digo “qué eres” y cómo debes nombrarte.
¿Y qué pasa con las mujeres machorras o Tomboy?, indiscutiblemente este ha sido un tema invisible en las reflexiones de las propias mujeres. Y claro, la década del 2000 fue estremecedora en Colombia, pues el carácter performativo de lo gay, empezó a desvanecer entre las mujeres la categoría lesbiana. En ese momento era más cool nombrarse gay, menos subversivo, menos estremecedor.
Sin embargo, hoy en día los aportes de las teorías de género, específicamente de las teorías queer y las construcciones identitarias de las generaciones más jóvenes, empiezan a romper desde la experiencia vital, las categorías desde lo no binario.
La androginia viene a tomar más espacio importante en las lesbianas y se empieza a dar más visibilidad a la identidad y expresión de género, que a la misma orientación sexual. Pero esta es la experiencia vital, esta es la realidad de cientos de mujeres o personas no binarias que no se refleja ni se reflejará en la agenda social y política de los sectores LGBT.
A veces pareciera que es un tema más estético que político, pero hoy, la nueva ola de los feminismos, venida de los estudios querer denominada “giro afectivo” nos ha traído a nosotres, a escribir y pensar desde lo experiencial, cuerpo y mente son pensados como una unidad y ¿qué paradoja será esta, que volvemos al lema de que lo personal es político?
Así las cosas, hablar de mujeres lesbianas o de lesbianas no solo implica hablar desde una categoría estática, de una letra en un acrónimo. Implica hablar de fluidez, no solo en la orientación sexual sino en la identidad de género, reconocer que son sujetas que están, no solo subvirtiendo la matiz de dominación en la que a un sexo le corresponde un género y un deseo, sino que están poniendo su experiencia vital en lo público, para mostrar con su cuerpo que mujer no solo hay una, rompiendo con el mandato de género.
Sin embargo, no todo es color de rosa, ser lesbiana no te hace “correctamente político”, ni salirte de la sociedad y cultura patriarcal, por supuesto que muchas mujeres lesbianas sufren violencias por parte de sus parejas mujeres o encontraron en la división de roles la manera de comprender su afectividad y sexualidad, pero, ¿al final se trata de que todas estén alineadas políticamente?
En mi opinión la experiencia vital es supremamente valiosa y el reto de la academia y los activismos, definitivamente, es desnaturalizar la violencia y desestructurar las relaciones de poder, su tarea no es meter en casillas las experiencias afectivas o las vivencias corporales.
El entramado del género, la sexualidad, los afectos y lo político es fundamental para la construcción de pensamiento no hegemónico, para darle sentido a los movimientos y sus agendas sociales; para las transformaciones legislativas que den mayores garantías para ser y sentir, sin embargo, esas apuestas hay que situarlas y ponerlas en diálogo con la sabiduría y experiencia popular. Con la realidad que subyace a los círculos académicos y políticos.
Cuestionémonos la jerarquía entre la emoción, y la razón; generemos propuestas desde el cuerpo y la mente, involucrando razón y las pasiones como lo planteaba Hardt.
Por tanto, las lesbianas y con esta categoría me refiero a las que se autoreconocen como tal y a las percibidas, aportan cada día en todas las esferas de vida de los seres humanos. Apostándole a epistemologías críticas, al posicionamiento de agendas políticas en lo público, la transformación social cotidiana y a desestructurar la idea de que solo somos una orientación sexual.
VOZ
📢 Si te gustó este artículo y quieres apoyar al semanario VOZ, te contamos que ya está disponible la tienda virtual donde podrás suscribirte a la versión online del periódico. Ofrecemos el mejor análisis político, económico y cultural para pasar el confinamiento en casa.
#QuédateEnCasa y lee el semanario VOZ.
👇🏽👇🏽👇🏽