¿Lista abierta o cerrada?

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Ante la posibilidad de ser Gobierno y para evitar un inédito bloqueo institucional, el Pacto Histórico necesita mayorías en el Congreso de la República con mínimo 55 senadores y 85 representantes

Se inició un debate en el Pacto Histórico sobre la forma más conveniente de organizar las listas al Congreso de la República. Carlos Carrillo, del Polo Democrático Alternativo, y Cielo Rusinque, de Colombia Humana, exponen sus argumentos a favor de cada propuesta

Roberto Amorebieta
@amorebieta7

El Pacto Histórico se prepara para afrontar el reto de las elecciones legislativas y presidenciales del próximo año. No basta con elegir un presidente que implemente un programa de transformación social y democrática, es indispensable también elegir un Congreso de mayorías progresistas que apruebe las reformas que el país necesita.

Nuestro sistema político es tan rígido que nunca, nunca en la historia de Colombia ha habido un Gobierno con minorías en el Legislativo. El único Congreso “opositor” fue elegido en 1946 con mayoría liberal y disuelto por el presidente conservador Mariano Ospina ese mismo año, lo que muchos historiadores identifican como el inicio del periodo de La Violencia.

Son tan débiles los dispositivos de negociación política dentro del sistema político que gobernar en minoría podría conducir a un bloqueo institucional que haría imposible hacer cualquier cosa. Por ello, para poder gobernar bien es indispensable contar con una bancada nutrida en ambas cámaras.

En esta ocasión, el Establecimiento y la ultraderecha alistan sus baterías para torpedear cualquier intento de transformación en Colombia, lo que incluye hacer el mayor esfuerzo para mantener sus mayorías en el Congreso. Por ello es de la máxima importancia que el Pacto Histórico -así como las demás fuerzas de oposición al Gobierno actual- obtengan mayorías en el Legislativo, alcanzando mínimo 55 senadores y 85 representantes.

En este contexto, la definición sobre las listas abiertas o cerradas ha abierto un debate necesario que debe adelantarse de forma constructiva y fraterna, porque lo más importante es alcanzar esas mayorías, sin las cuales no servirán de mucho las consideraciones de tipo ideológico o moral. En otras palabras, este debate debe afrontarse con un sano criterio leninista, es decir, atender a las circunstancias materiales y actuar en consecuencia.

Mecánica electoral

La principal diferencia entre lista abierta y cerrada es que en la primera el elector marca dos veces en el tarjetón: una por el partido y otra por uno de los candidatos de la lista. Es el llamado “voto preferente”. En la segunda, el elector vota por la lista del partido y nada más. Al final, en la lista abierta las curules conseguidas por el partido se reparten entre quienes obtuvieron más votos preferentes y en la cerrada se asignan según el orden de la lista.

Así, es claro que estamos ante un debate instrumental, es decir, sobre las herramientas y no sobre los principios. No es un debate programático ni filosófico, es un debate táctico y por ello debe enfrentarse a partir de una juiciosa lectura de la realidad política.

Por lo anterior, el debate sobre la lista abierta o cerrada es esencialmente coyuntural, es decir, depende de las circunstancias pues no existe una fórmula mejor que la otra por sí misma. Por ejemplo, en Colombia se ha propuesto que todas las listas sean cerradas para ayudar a fortalecer los partidos, mientras en España se propone abrirlas para promover mayor participación de la ciudadanía. Ambas iniciativas inspiradas en “mejorar” la democracia. En otras palabras, cada país y cada sistema político tienen sus propios afanes.

Por ello, VOZ dialogó con dos personalidades que representan cada una de las opciones e indagó sobre los argumentos que se esgrimen desde una y otra posición, con el propósito de aportar elementos al debate y contribuir a que la decisión final sea la más eficaz para conseguir esas mayorías.

Cielo Rusinque Urrego

Abierta o cerrada

Carlos Carrillo, concejal de Bogotá por el Polo Democrático, defiende la lista abierta y Cielo Rusinque, directora del Centro de Pensamiento Progresista Latinoamericano, defiende la lista cerrada. La primera pregunta fue por la efectividad de la fórmula, ¿cuál de las dos garantiza más votos? En términos de pedagogía electoral, la lista cerrada “permite disminuir la cantidad de votos nulos por estar mal marcados, algo muy frecuente y que quita muchos votos”, dice Rusinque. “Los votos nulos se dan por muchas razones, no porque la lista sea abierta o cerrada, además, si la lista es abierta y la persona solo marca el logo del partido -en este caso, de la coalición-, también es un voto válido”, argumenta Carrillo.

¿Es mejor una financiación centralizada o que cada candidato sufrague sus gastos? Ambos invitados están de acuerdo en que la lista cerrada favorece a los candidatos con menos recursos económicos porque se constituye un fondo común, pero si la financiación es centralizada, los políticos tradicionales que también están en el Pacto Histórico y que mueven sus votos con mucho dinero, “van a estar muy felices porque no van a tener que mover su aparato político, haciéndose elegir de manera expedita”, sostiene Carrillo. La lista cerrada con financiación centralizada es más conveniente para el proyecto político del Pacto Histórico porque “se crea una armonía de publicidad, de discurso, de campaña y de estrategia política”, dice Rusinque. En cualquier caso, es claro para ambos que lo deseable es una financiación total de las campañas por parte del Estado.

¿Cómo lograr que la lista sea democrática e incluyente? “La lista cerrada garantiza mayor inclusión” dice Rusinque, porque personas representativas y con capacidad para ser buenos congresistas, pero con menos visibilidad, recursos económicos o fuerza electoral propia “pueden ser jalonados por los liderazgos ya existentes”. Por el contrario, Carrillo considera que “con la lista cerrada, muchos ciudadanos van a sentir que se les está vulnerando su derecho a elegir, es muy probable que muchos votantes se sientan incómodos entregando una curul a uno de los primeros renglones, con quienes pueden no ser afines”.

“No me parece que la lista cerrada haga que los grandes electores queden necesariamente en los primeros renglones”, dice Rusinque. “Allí debe haber gente que llame a nueva votación sea porque tienen liderazgos consolidados o porque tienen suficiente reconocimiento para impulsar la lista. Ellos serán los que más tendrán que moverse porque en sus hombros estará el jalonar a los demás. La lista cerrada garantiza que se intercalen nuevos liderazgos con los ya consolidados”.

Por su parte, Carrillo cree que “eso suena muy bonito, ojalá algún día se dé, pero en este caso no será”. Reconoce que hay figuras que merecen continuar en el Senado como Iván Cepeda, Aída Avella o Alberto Castilla y que ellos de seguro ocuparían los primeros renglones de una lista cerrada, pero “aquí no nos pueden decir que, porque metamos una o dos personas para perfumar esto, estamos siendo muy abiertos y muy democráticos”. El problema es que “no existe un mecanismo legítimo para elegir a esas personas que podrían hacerlo bien, sin tener votos”.

Carlos Carrillo

Transparencia

En una lista abierta, cada candidato busca sus votos. Pero si la lista es cerrada ¿cómo garantizar que la repartición de los renglones sea transparente y no termine siendo una componenda a puerta cerrada? “Sería mucho más fácil que existiera una sola campaña con una lista cerrada”, reconoce Carrillo, “pero en este momento en el Pacto Histórico es simplemente imposible, insisto, imposible definir el orden de la lista. No hay manera de que las diferentes fuerzas lleguen a un acuerdo en el que todas queden contentas. Pero lo más grave es que buena parte de la ciudadanía tampoco quedaría contenta e incluso podría sentirse burlada. Yo creo que es muy peligroso que hagamos esa improvisación de la lista cerrada sin tener primero desarrollados los mecanismos justos y legítimos para definir ese orden”.

“Debe haber criterios transparentes de escogencia”, dice Rusinque. “Aquí hay diferentes entidades políticas y todo el mundo quiere reglas del juego claras para que todos queden conformes con las decisiones que allí se tomen, en la medida en que correspondan al cumplimiento de un acuerdo. Hubiera sido ideal hacer unas elecciones primarias, pero hay que ser pragmáticos. ¿Cuánto nos cuestan? ¿Virtuales? ¿Con qué garantías? Es muy difícil, no hay que ser fundamentalistas. En una democracia no todo se hace de manera directa y la ciudadanía podrá participar postulando, comentando, haciendo veeduría ciudadana.

“Para llegar a un acuerdo hay unos representantes al interior del Pacto y, en últimas, esa es la función de los partidos políticos en una sociedad. Si tenemos la dificultad de hacer una consulta amplia, yo creo que hay razón para confiar en esos liderazgos que tienen representatividad y legitimidad política. Yo creo que las diferentes fuerzas pueden tomar una decisión con la cual la ciudadanía se sienta satisfecha. No hay lista perfecta, pero deben conseguirse unos mínimos de confianza y transparencia”.

Debate necesario

Sin duda este no será el último debate que se agite al interior del Pacto Histórico, que como todo proceso de convergencia progresista será un permanente ir y venir de acuerdos y desacuerdos. No podría ser de otra manera, por ello, bienvenido el debate. Los argumentos que esgrimen ambas personalidades son sugestivos, pertinentes y en especial constructivos. Son muestra de la lucidez y el temperamento democrático que deben inspirar un debate fraterno, que sirva para tomar la mejor decisión.

Las y los ciudadanos que formamos parte del Pacto Histórico debemos animar este y otros debates, que si se enfrentan con ánimo propositivo y temperamento democrático, permitirán fortalecer la propuesta que se apresta a ganar la conducción política de la sociedad en 2022.

De eso se trata, por ahora.