José Ramón Llanos
El Gobierno de Iván Duque o entre lo cómico y lo trágico. Es tremendamente trágico, preparar, para cumplir órdenes de Donald Trump, la invasión a Venezuela, con el señuelo de llevar “ayuda humanitaria”. Lógicamente, aparte de violar el derecho Internacional, manifiesta su absoluto sometimiento a las órdenes de los Estados Unidos. Recordemos el sainete cómico musical montado en la frontera colombo-venezolana, en el mes de febrero. Creían que iban a recorrer una especie de camino de la victoria, ornado con floridos arcos del triunfo y con un pueblo jubiloso, entusiasmado gritando: Viva Duque. Viva Guaidó. Viva Piñera. Sencillamente nunca entraron y si lo hubieran intentado, ahora estarían presos o serían unos nombres en unas lápidas.
Sin embargo, la pesada carga para el país de la errática política del Gobierno de Iván Duque, estriba en que en su propósito de hacer trizas la paz, no solo ha perdido tiempo para sacar proyectos fundamentales para realizar una aceptable gestión presidencial, sino también las graves consecuencias para la ciudadanía, el ambiente de terror e inseguridad que viven los líderes sociales, los defensores de los derechos humanos y la falible seguridad de los candidatos a los cuerpos colegiados de los distintos partidos políticos, media docena de los cuales han sido asesinados en los últimos 15 días. El agravante son los costos en la creciente sensación de inseguridad e incertidumbre, similar a la que se vivió en la época de las dictaduras conservadoras, con el alto saldo de terror y muertes. Recordemos: más de 200 mil víctimas.
Por favor, señor presidente Iván Duque, sacúdase, rompa la malévola influencia álvarouribista, rechace la orientación norteamericana, tenga un poco de dignidad y comience a gobernar para Colombia. Recupere el tiempo perdido tratando de destruir el Acuerdo de paz, tan difícilmente construido. Empiece a combatir con eficacia los asesinatos de los líderes sociales, defensores de la paz y candidatos a los cargos de las corporaciones públicas regionales. No siga simulando la defensa de la vida de estos líderes, cuando la única acción que usted ordena, es póstuma: ofrecer recompensa por sus asesinos. La situación dramática, exige inteligencia, Fuerzas Armadas eficaces y óptimamente dirigidas por su comandante supremo para evitar los asesinatos y que el país siga desbaratándose con su política errática.
Señor presidente, deje de atacar a Nicolás Maduro, permita que el pueblo venezolano soberanamente resuelva sus problemas. No siga cometiendo la ingratitud de calumniar y atacar al Gobierno de Cuba que tanto hizo y sigue haciendo por la paz de Colombia. Cumpla con sus deberes de Presidente de la República, sin el fardo de las imposiciones de Álvaro Uribe y el chantaje de Donald Trump.