Ricardo Arenales
La primera vez, en toda la historia republicana de los Estados Unidos, que se presentó un tiroteo en el recinto de la Cámara de Representantes, en el casi inexpugnable Capitolio Nacional, en el que se produjeron no menos de 30 disparos con armas automáticas y cinco parlamentarios resultaron heridos, fue el primero de marzo de 1954.
Cuatro individuos, de aspecto joven, que no ocultaban su temeridad, pero tampoco su alegría, comandados por una mujer hermosa, menuda, delgada, de unos 35 años de edad, en ese momento, militantes todos del Partido Nacionalista de Puerto Rico, fueron los autores del tiroteo. El primer tiroteo que como noticia le dio la vuelta al mundo y produjo una polarización de opiniones, como no se había visto en los años posteriores a la primera guerra mundial. Condenado por los más conspicuos barones de la política del imperio, pero saludado por millones de jóvenes, que se identificaban con la causa de la independencia de Puerto Rico.
Esa mujer, a quien sus compañeros llamaban ‘Lolita’, se llamaba Dolores Lebrón Sotomayor, nacida en Lares, Puerto Rico, el 19 de noviembre de 1919, y fallecida a los 90 años de edad, luego de sufrir quebrantos de salud propios de su edad, el primero de agosto de 2010.
No vine a matar a nadie
La fecha escogida para el ataque no fue casual. El primero de marzo de 1917, cuando Estados Unidos estaba urgido de tropa para enfrentar los combates de la primera guerra mundial, implantaron la ciudadanía americana a todos los puertorriqueños, con el fin de reclutar a sus jóvenes para que, bajo bandera norteamericana, combatieran en los frentes de la guerra imperial.
Por esta razón, el objetivo del ataque fue atraer la atención del mundo sobre la causa de la independencia de Puerto Rico. Cuando Lolita Lebrón ingresó al hemiciclo parlamentario, gritó: “¡Viva Puerto Rico libre!”. Desplegó enseguida la bandera de su patria, y comenzó a disparar. Cinco parlamentarios resultaron heridos; el más grave, el representante por el Estado de Michigan, Alvin Benthley, quien recibió un disparo en el pecho. Inmediatamente fue capturada, Lolita Lebrón gritó: “Yo no vine a matar a nadie, yo vine a morir por Puerto Rico”.
Comandante en rebeldía
Junto a sus compañeros de aventura: Rafael Cancel Miranda, Irving Flores y Andrés Figueroa Cordero, Lolita Lebrón fue capturada por la guardia del recinto, esposada y más tarde sometida a un juicio penal por intento de homicidio y otros delitos. Convencida de que no iba a salir con vida, ella y sus compañeros habían comprado boleto de viaje sin regreso.
Fue condenada a pena de muerte. Más tarde el presidente Truman le conmutó la pena por cadena perpetua. En 1975, después de haber permanecido 25 años en prisión, y en medio de una vigorosa campaña internacional por su libertad, el presidente Jimmy Carter le concedió el indulto, a ella y a dos de sus compañeros. Lolita fue recibida en Puerto Rico como una heroína y siguió vinculada a la lucha por la independencia de su patria. El gobierno de Cuba le otorgó la Orden José Martí por su gesta histórica.
Raúl Fitipaldi, periodista, y conocedor de las luchas del pueblo boricua, dijo recién fallecida la líder independentista: “Lolita pertenece a la generación maravillosa de mujeres que al sur de nuestra América reivindicaron la memoria de sus hijos con un pañuelo en la cabeza. La dulce utopía de Lolita, cada vez más próxima de constituirse. La isla-mujer será libre, parida de la lucha de obrera libre en pensamiento, curtida de poesía y horizontes, de aguas calientes y frías nieves. Hembra latina, siempre, comandante en rebeldía”.