Con la movilización del pasado 15 de mayo, la ciudadanía protestó por la agenda neoliberal que se viene implementando. Balance de los primeros días del nuevo presidente en el país carioca
Pietro Lora Alarcón
Han transcurrido un poco más de 100 días desde que Jair Bolsonaro ocupa la presidencia del Brasil y los sectores de la derecha convencional, acostumbrada al estilo y protocolo de los escenarios del poder, hoy desplazada del gobierno, no se cansa de hacer gestos de aproximación al presidente, así como las fuerzas democráticas y del campo de la izquierda, que intentan rápidamente organizarse para jalar un gran acuerdo de unidad contra el programa neoliberal y la agenda excluyente y antidemocrática que se traza y se pretende imponer a rajatabla en el Congreso.
Contexto internacional
La cuestión no es fácil. El deterioro ocasionado a la sociedad brasileña es evidente. En el terreno internacional hay factores muy negativos. El alineamiento del gobierno con la política externa de Trump. Ese posicionamiento recibe fuertes críticas del sector industrial y comercial porque Brasil desarrolló históricamente un concepto de interés nacional que lo distingue de otros Estados de la región, además de cultivar el multilateralismo en lugar de priorizar el relacionamiento exclusivo con los Estados Unidos.
Gravemente, Bolsonaro no solo anunció la salida brasileña de la Unasur y debilita su relación con los demás países del grupo de los Brics y del Mercosur, además de lanzar fuertes críticas a China, su principal socio en los últimos años, sino que recibió al señor John Bolton, emisario norteamericano y, más tarde, visitó Israel para contactos comerciales, declaró su participación en el Prosur, un excluyente acuerdo regional y, finalmente, abrió las puertas para la instalación de la base de lanzamiento de satélites desde el territorio de Alcántara, al norte del país, proclamando el convenio AST de salvaguardia tecnológica con los Estados Unidos.
Contexto nacional
En el plano nacional, como complemento, el gobierno lanza una campaña para armar a la población, llama a la militarización del país y presenta un plan contra la criminalidad fundado en la “licencia para matar” en favor de la policía, el endurecimiento de las penas y el recorte de las garantías procesales. El modelo es muy próximo del asumido en Norteamérica en el periodo de Reagan.
No hay duda de que en este rediseño político y geopolítico está la mano del capital financiero ligado a la industria de la guerra, que tiene en el eje Trump-Bolsonaro representantes capaces de generar un clima de desestabilidad regional, con repercusiones graves contra el movimiento social, la paz y los derechos de los trabajadores no sólo de Brasil sino del continente.
Las fuerzas armadas
En esas condiciones el régimen político es el de una democracia de fachada, de génesis autoritaria, contrario a las libertades públicas, sin compromiso social y con un presidente inexperto, que con bravuconadas intenta esconder sus errores de conducción del Ejecutivo. Ministros improvisados y la presencia de sus hijos como parte del llamado “Clan Bolsonaro” en las decisiones del día a día, tornan el cuadro más complicado.
En el medio de las primeras crisis el papel de las fuerzas armadas ha sido fundamental. En este momento son siete los ministros militares y otros, que ocupan cargos importantes en las estatales. La voz ponderada del vicepresidente, general Mourao, especialmente en la reunión del Grupo de Lima, en la cual planteó claramente que Brasil no participaría de una intervención en Venezuela, demuestra una posición divergente de la expuesta por Bolsonaro.
El llamado Grupo de Haití, en alusión a los militares que estuvieron en la Misión de paz de la ONU en ese país, ha sido relevante también para colocar un punto final en la crisis de los festejos del golpe convocados por el presidente para el 31 de marzo. El decreto presidencial produjo un malestar nacional. Las fuerzas armadas se mostraron sorprendidas y no ocultaron su disgusto. Rápidamente el ministro de la Defesa, general Azevedo e Silva, emitió un comunicado en el que manifestó que no serían conmemoraciones ni eventos públicos, sino palestras en el interior de los cuarteles, reduciendo el impacto del decreto.
Balance económico
Mientras tanto, con los indicadores en alerta, anunciando un aumento de la inflación y una caída de la productividad en el primer trimestre del 2 por ciento, sigue la agenda económica y antisocial del gobierno, que intenta aprobar la reforma de las jubilaciones, descargando la retracción económica en los trabajadores.
En esa agenda está el recorte de 30 por ciento del presupuesto para la educación pública, lo que ha generado una conmoción en innúmeros sectores de la opinión pública nacional e internacional. Hay en curso una agresión contra la cultura, la ciencia y el pensamiento crítico y por eso se convocó la jornada de movilización de este 15 de mayo por el derecho a la educación.
Movilización
Es la primera acción contundente contra el gobierno de Bolsonaro, que delante de la acción popular intentó retroceder diciendo, a última hora, que no habría el recorte. La Cámara de diputados ha llamado al ministro de Educación a dar explicaciones y el objetivo del momento es detener esa política educacional del gobierno y exigir la ampliación del presupuesto.
La lucha no puede acabar allí y el Frente Brasil Popular, que agrupa organizaciones de espectro variado, avanza en la preparación de nuevas jornadas contra un Estado cada vez más violento e intransigente, que representa un atraso no solo para Brasil sino para toda la región.
El miércoles 15 de mayo hubo una jornada nacional de protesta contra las políticas antiobreras y regresivas del presidente Jair Bolsonaro. Hasta la prensa reaccionaria destacó la masividad de la movilización y la diversidad de los sectores sociales que participaron en las plazas y calles de las grandes ciudades de Brasil, Río de Janeiro, Sao Paulo, Brasilia y Salvador de Bahía.