Millones de colombianos nos preguntamos: ¿por qué nos quieren seguir matando?
Aída Avella Esquivel
@AidaAvellaE
La trágica historia de nuestro país, está marcada con la sangre de millones de víctimas. Más de dos siglos de guerras declaradas y no declaradas, incluyendo las de independencia, continuando con aquellas entre federalistas y centralistas, después por muchos años, conservadores contra liberales y viceversa; y en la última etapa, desde 1946, con la violencia y luego, las guerrillas que buscaban cambiar el Estado por medio de la rebelión.
Para hacerles frente, el Estado creó los paramilitares, quienes emplearon todos los métodos de las guerras anteriores. Hachazos, puñaladas, machetazos, descuartizamientos, quema de viviendas, desplazamientos, desapariciones y se ingeniaron otras. Las motosierras fueron convertidas en instrumento de tortura y muerte, aparecieron los hornos crematorios, las lagunas donde animales hambrientos, como las babillas esperaban a sus víctimas humanas.
Algunas de estas atrocidades fueron cometidas por las Fuerzas Armadas y quienes tenían que salvaguardar la vida de los ciudadanos, se volvieron sus verdugos. Hubo silencio por solidaridad de cuerpo, casi unánime entre la fuerza pública, ante la barbarie. Los que no participaron tampoco, ni denunciaron ni lo combatieron porque también su vida estaba en peligro.
Colombia ha sido víctima de lo inimaginable. Escuchar los relatos de las víctimas es de las cosas más dolorosas para un ser humano. Acompañar a las familias de los desaparecidos, rompe las fibras más duras de la humanidad. No es el único país donde han sucedido cosas que hacen avergonzar al ser humano, pero si uno donde la crueldad no ha tenido límites.
Por eso cuando los indígenas levantan sus muertos, en los caminos y en las tierras ancestrales que reclaman, cuando los afros entierran sus muertos que se niegan a abandonar sus tierras, cuando los líderes comunales les cuesta la vida defender los derechos al agua, a la tierra, a conservar la diversidad, se vuelven peligrosos; cuando los periodistas pagan con sus vidas las denuncias valerosas que hacen, cuando los sindicalistas se quedan sin trabajo por organizar una huelga y también se arriesgan a ser asesinados, cuando las mujeres son asesinadas delante de sus hijos, por los maridos, amantes, excompañero, cuando nuestros niños son maltratados y asesinados sin compasión, millones nos preguntamos ¿hasta cuándo?
Los que amenazan, seguramente han asesinado a otros, pero ellos mismos tiene familia, tienen hijos, tienen esposas o esposos, tienen padres, tienen amigos, tienen ilusiones que no las pueden seguir manchando con la sangre de sus coterráneos.
No se han puesto a pensar, ¿qué futuro tendrán sus familias? Cuando vemos llorar a los hijos de Musa Besaile, que no tenía por qué delinquir, que ha sido un privilegiado de la suerte, y por la ambición de aumentar sus riquezas a limites exagerados, perjudicando a enfermos, estudiantes pobres, campesinos, víctimas de tierras del despojo, comprando predios baratos; ese pueblo que le da los votos, pagados o no, la reflexión, es ¿por qué no piensan antes de delinquir? Claro, ese es uno de los más de 150 casos de políticos envueltos en la corrupción en los últimos cinco años.
Esa misma pregunta les hacemos a quienes nos han amenazado hace algunos días, a quienes asesinaron a miles de militantes de la Unión Patriótica, a quienes los financiaron y financian actualmente, a los que tiene un uniforme y las armas de dotación oficial y que no cumplen sus funciones, a quienes fomentan el odio, la venganza y en función de ello buscan perpetuarse en el poder.
Si no son capaces de pensar en cada uno de ustedes, por lo menos piensen en sus familias, en sus madres, en sus hijos, en sus nietos, que todos ellos les sirvan de muro de contención a la barbarie que quieren seguir implementado en Colombia.
A los que aspiran a dirigir al país, sobre el odio y el rencor, que se miren las manos, no completas ocasionado por lo mismo, dejen a este país, vivir en paz, que no la vieron nuestros antepasados, pero que queremos que los niños que nacen hoy puedan tener una patria distinta, dejen de amenazar con volver trizas la paz!