El firmante de los acuerdos de paz y presidente del partido FARC, habló con VOZ sobre estos tres años de lenta implementación y sobre las voces que se unen para presionar el cumplimiento de lo pactado. Londoño señaló las líneas rojas del proceso y la proyección política de los acuerdos en tiempos de turbulenta agitación social
Redacción Política
-A tres años del acuerdo de paz, ¿a pesar de las dificultades, aún conserva su poder transformador?
-Los Acuerdos de La Habana poseen una vitalidad a toda prueba. Han superado todos y cada uno de los obstáculos que ha interpuesto ese sector que prefiere la guerra a cualquier fórmula de paz y reconciliación para Colombia. Ello solamente es posible por esa esencia transformadora que los recorre de principio a fin.
Tal vez haya quienes no lo vean o no quieran verlo, pero gracias a esos Acuerdos muchas cosas han cambiado en Colombia, y cada una de ellas abre a su vez un abanico de transformaciones impensables sin ellos. La intromisión fortalecida de las fuerzas políticas y democráticas desde las elecciones del 2018 fue en gran parte producto de los Acuerdos, y el país comienza a ver cómo esas fuerzas comienzan a cambiar el panorama político y social.
Los enemigos de la paz van en franco retroceso, mientras crece la conciencia nacional por la necesidad de profundas transformaciones. Además el país cada vez es más conciente de los incumplimientos del Estado con los Acuerdos, y esas son banderas que retoma cada vez más la gente.
La reforma rural integral, las reformas política y electoral, la solución al problema de las drogas ilícitas, todo pactado en La Habana, se convierte en consigna de un número cada vez más grande de colombianos y colombianas.
Con los pies sobre el piso
-Se advirtió que existían dificultades, pero, ¿la delegación de paz de las FARC-EP tenía contemplado el grado de dificultad por el que hoy atraviesa la implementación?
-Ojalá fuera posible esa leyenda de las bolas de cristal que permiten observar con total precisión todo cuanto puede ocurrir en un mañana. Pero eso no pasa de la fantasía. Los revolucionarios y en general los que nos dedicamos a la política, estamos obligados a leer en la realidad presente los posibles desarrollos futuros, para lo cual no tenemos mejor instrumento que el análisis lo más objetivo posible de esa realidad.
¿Cuál era la realidad de Colombia en noviembre de 2016? Recién se había perdido el plebiscito del 2 de octubre, y sólo el clamor y la movilización del pueblo colombiano lograron que fuera posible sobreponerse a semejante golpe. Allí quedaron en evidencia las dificultades enormes que sufriría la implementación de lo acordado. Nada iba a ser fácil, todo habría que lucharlo con la fuerza de la verdad, la justicia y el apoyo de la gente que ama la paz, de la mano con la comunidad internacional.
Entonces no podíamos saber que Iván Duque y el Centro Democrático iban a ganar la Presidencia en las elecciones de 2018, como en efecto sucedió, complicando verdaderamente las cosas. Pero la fuerza de los Acuerdos y de los sectores que los defienden logró, por ejemplo, hacer trizas las objeciones del fiscal Martínez y el presidente.
En realidad pienso que los Acuerdos de La Habana consiguieron por fin que muchos de nosotros pusiéramos los pies completamente sobre el piso, para dejar de soñar con utopías según las cuales el mundo y la sociedad pueden cambiarse con un acto audaz. Ahora más que nunca tenemos claro que todo es un proceso, que la lucha es perenne, que se avanza y se retrocede, que se comienza cada vez cada mañana. Que nunca podemos dar por definitiva una victoria.
El entorno de nuestro continente lo señala como nunca antes. De lo que se trata en realidad es de lo mismo que hemos pensado siempre, hay que ganar más gente, más masas, más pueblo para la lucha. Eso nunca dejará de ser cierto. Solo mientras avancemos en eso las cosas serán más fáciles.
Institucionalidad para la paz
-¿Cuál es su lectura sobre los ataques sistemáticos contra la JEP y sobre todo el papel que ha cumplido, sus actuaciones y sus fallos?
-Una de las líneas rojas nuestras en las conversaciones de paz fue que no estábamos dispuestos a permitir que se nos fuera a prohibir el ejercicio de la actividad política con plenas garantías para nuestra vida y libertad. Y eso logramos que quedara fijado en los Acuerdos de La Habana. Ningún exguerrillero pagaría penas de cárcel por las acciones cumplidas en medio del conflicto, para eso la amnistía y el indulto.
Los hechos que pudieran constituirse como de lesa humanidad o los crímenes de guerra, serían objeto cuidadoso de estudio por una instancia jurídica especial, la Jurisdicción Especial para la Paz, JEP, en los términos previstos en el sistema integral de verdad, justicia, reparación y no repetición.
Correspondía a la JEP la investigación y el juzgamiento de esos hechos, en un permanente balance con el suministro de la verdad para satisfacción de las víctimas. Las FARC en su momento y nuestro partido ahora, han sido enfáticos en afirmar que no le tememos a la verdad, estamos dispuestos a contarlo todo, tal y como sucedió en las circunstancias y condiciones del conflicto.
Pero es que la JEP no sólo se previó para las antiguas FARC, sino para todos los actores del conflicto. Militares, policías, terceros civiles protagonistas de uno y otro modo del conflicto. Por eso los ataques contra ella. Hay sectores en este país que le temen más a la verdad que a cualquier cosa. Que están dispuestos a todo por impedir que ésta se conozca.
Ese es el verdadero origen de los ataques a la JEP, insisten en destruirla, para que no se conozcan sus hechos y determinaciones. Para ello se valen de la calumnia, de los ataques rastreros. Nosotros defendemos la JEP, no la vemos como enemiga. Lo que no quiere decir que sea una justicia amiga. Creemos en su imparcialidad y sabiduría.
Las investigaciones por los casos iniciados apenas comienzan. Hay mucho escándalo periodístico cuando se trata de acciones judiciales en contra nuestra. Pero poco cuando se trata de otros actores. Ya vendrán las investigaciones que faltan sobre otros. Ya lo dije atrás, todo es un proceso, nada se da de la noche a la mañana.
Implementar para avanzar
-Los acuerdos de paz eran integrales no solamente para las FARC. ¿Considera que la estrategia de hacer trizas la paz se lleva por delante el país y su futuro?
-A Colombia nunca podrán llevársela por delante los amigos de hacer trizas los Acuerdos de Paz. Somos un país con un inmenso futuro. La lucha popular no se ha apagado, sigue viva. Basta con mirar a nuestro entorno para verlo. El paro anunciado para el 21 de noviembre y los ataques que surgen de parte de la caverna son prueba de ello. Esa lucha será la que haga una realidad un día, que esperamos pronto, la implementación integral de los Acuerdos de La Habana.
-El arzobispo de Cali, monseñor Darío Monsalve, dijo en estos días que para parar la violencia en el Cauca era necesario implementar plenamente los acuerdos ¿Qué opina al respecto?
-Monseñor Monsalve es una de las voces más sensatas y sabias del país. Hay que escuchar con atención todo cuanto dice. Si los Acuerdos de La Habana se hubieran implementado tal como se pactaron desde un comienzo, Colombia se encontraría en un estado de superación visible de sus más importantes dificultades.
Imagínese usted el campo elevado a otra categoría, una democracia desarrollada y sin vicios, unos mecanismos poderosos de persecución de las bandas criminales que garantizaran la vida y los derechos de los reincorporados y los líderes y lideresas sociales, una reincorporación integral de los antiguos alzados en armas, con pleno apoyo por parte del Estado. Eso nos tendría situados en otro nivel. Cuánta sangre habríamos ahorrado. Es lo que hay que pensar para el inmediato futuro. Hacer efectivos cuanto antes los Acuerdos.