Santos terminó uniéndose a los golpistas en Venezuela. Los que desconocen la Constitucion y las leyes son los opositores, que quieren destituir a Nicolás Maduro. Tribunal Supremo deroga medidas con relación a la Asamblea Nacional. Gobierno insiste en diálogo
No sorprendió el viraje del presidente Juan Manuel Santos contra el gobierno bolivariano de Venezuela, al anunciar el respaldo a los golpistas, al Secretario de la OEA, Luis Almagro Lemes, quien demanda la aplicación de la “Carta Democrática”, para terminar uniéndose al bullying derechista. Resultó descortés y desagradecido, porque tanto en vida del presidente Hugo Rafael Chávez Frías, como durante la presidencia de Nicolás Maduro, el gobierno de Colombia contó -y ha contado- con el más amplio e incondicional respaldo venezolano a la búsqueda de la paz.
Es más, lo dijo Timoleón Jiménez al conocer la muerte del comandante Chávez: “sin su participación hubiera sido imposible iniciar los diálogos de La Habana”. Esa dinámica la mantuvo Maduro, porque siempre acompañó el proceso de La Habana, tanto en sus momentos de normalidad como en los de crisis. El acompañamiento de la República Bolivariana de Venezuela fue definitivo para llegar al punto culminante de la firma del Acuerdo de La Habana. La generosidad de la patria de Bolívar no siempre fue bien correspondida por el gobierno de Colombia.
La posición de Santos demuestra que fue consecuente con su clase, porque la unidad de la derecha contra el gobierno bolivariano y el apoyo a los golpistas, reafirma la recalcitrante posición de los neoliberales de viejo y nuevo cuño, abiertos y vergonzantes, de que no puede haber en el continente un gobierno por fuera de la férula de Estados Unidos y enfrentado a las políticas de la globalidad neoliberal y de la llamada cofianza inversionista a favor de las trasnacionales. Para ello se inventaron la “Carta Democrática” como en el pasado fue el Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca” (TIAR), martillo con el cual aplastaron las insurrecciones populares y patrióticas durante la guerra fría, en especial en las décadas de los años sesenta, setenta y ochenta del siglo pasado, bajo la égida y el liderazgo de Washington. Es lo que ha permitido que aun existan gobiernos lacayos del imperio, dóciles a sus políticas intervencionistas y agresivas.
No es un amigo
Se lo habíamos advertido al comandante Hugo Chávez, en 2011, cuando le dijimos, con todo el respeto que siempre nos mereció, desde la tribuna del XIV Congreso del Partido Comunista de Venezuela, que no era bueno darle el alcance de “nuevo mejor amigo” a quien no lo merecía. No nos equivocamos.
Los derechistas promotores de la aplicación de la “Carta Democrática” nunca propusieron o pretendieron lo mismo que ahora esgrimen contra el gobierno de Nicolás Maduro, para superar crisis en otros países, porque en clave de complicidad, guardaron silencio ante el golpe cívico-militar en Honduras contra el gobierno legítimo de Zelaya o el derrocamiento ilegal de Dilma Rouselff o antes, en Paraguay, el golpe contra el sacerdote presidente Fernando Lugo, para solo dar algunos casos. La OEA para nada sirvió cuando fue necesario defender la auténtica democracia.
Para la derecha continental son principios oligárquicos inalterables la dictadura del capital, la política neoliberal y la democracia restringida, porque ellos creen que la única forma de gobernar un país es bajo los preceptos de dominación de clase al servicio del imperio, al que llaman de forma indigna “nuestro mejor aliado”. Mientras no entiendan la democracia en su alcance plural, bajo los rigores del Estado Social de Derecho, esta burguesía bananera no vacilará en promover golpes y derrocamientos de gobiernos democráticos y de izquierda. Practican la democracia a su medida. Por eso les choca Maduro, por eso odian a la Revolución Bolivariana.
Falsos izquierdistas
Es lamentable que algunos personajes que se reivindican de izquierda (izquierdistas timoratos y oportunistas) no lo entiendan. O, mejor, sí lo entienden, pero ávidos de votos, le hacen el juego a la derecha. No tienen principios sino intereses. Aspiran a gobernar de cualquier forma. Su pleito no es con los explotadores del pueblo y saqueadores del erario público.
La derecha está unida contra el gobierno de la República Bolivariana de Venezuela, busca su derrocamiento y quiere el instrumento de la “Carta Democrática” para lograrlo mediante un golpe ya definido en Washington.
La derecha alega la existencia de presos políticos, lo cual es inadmisible para el gobierno de Venezuela que lo considera injerencia en sus asuntos internos. No hay presos políticos sino delincuentes que pusieron en peligro la democracia y la seguridad del Estado, como Leopoldo López.
Dice el gobierno del vecino país hermano: “Gobiernos que practican la violación sistemática de derechos humanos, que reprimen violentamente a la disidencia política, que ejecutan golpes de estado contra las mayorías electoras, que torturan y asesinan dirigentes populares y periodistas, que promueven el modelo neoliberal causante de miseria y pobreza, de forma sorprendente, aspiran condenar a Venezuela, acompañados de poderosas transnacionales de comunicación”.
Lo que ocultan los propiciadores del golpismo es que fue la mayoría opositora de la Asamblea Nacional la que declaró, recién posesionada, que buscaría “como fuera” la revocatoria o el derrocamiento de Nicolás Maduro. Los partidos de la oposición, con la ayuda de empresarios nacionales y extranjeros, iniciaron la campaña de desabastecimiento y acaparamiento para precarizar las condiciones sociales de la población más necesitada. Han saboteado la producción, unido a la baja de los precios del petróleo y a errores en el manejo de la economía.
La oposición en la ilegalidad
Fue la mayoría opositora en la Asamblea Nacional la que se extralimitó en sus funciones al pretender enjuiciar y destituir al presidente Nicolás Maduro. De la misma forma bloquearon varias leyes e iniciativas presidenciales para conjurar la crisis económica. Trataron siempre de usurpar las funciones del ejecutivo en su afán desestabilizador. Violaron la Constitución y la ley. Hablan de dictadura pero los grandes medios privados de comunicación del país y del exterior transmiten y publican con plena libertad todo tipo de falacias y de informaciones que no corresponden a la verdad.
El reciente comunicado del Consejo de Defensa de la Nación (1 de abril de 2017) ratificó que el “máximo tribunal de la República es su sala constitucional competente para el control de constitucionalidad de los actos emanados de cualquier órgano del Poder Público Nacional que colinden con la Carta Magna, así como la resolución de los conflictos entre poderes”. Ratificó que la democracia y el estado de derecho no están en entredicho e instó al diálogo fecundo a todas las fuerzas del país, incluyendo a la oposición. En este sentido le solicitó al Tribunal Supremo restituir las funciones a la Asamblea Nacional como en efecto se hizo.
Llama la atención que el flamante Secretario General de la OEA, Luis Almagro, incita a la oposición a persistir en la intentona golpista y arremete contra el presidente Nicolás Maduro. ¿Por cuenta de quién actúa este señor?
La Constitución Bolivariana está intacta y la decisión cautelar obedeció a la necesidad de proteger la legalidad y corregir los desvíos ilegales por la violación de la misma.
No existe ninguna dictadura, ni golpe de estado. La maniobra derechista es visible porque nada se dice de la construcción del muro de la infamia en México, de los asesinatos de periodistas en México y Honduras o de activistas de izquierda, sociales y populares en Colombia o de los millones de niños, adolescentes y adultos muertos de hambre y sometidos al abandono social por parte del gran capital, todo acompañado de graves violaciones a los derechos humanos. La derecha continental y mundial quiere derrocar al gobierno bolivariano porque no es funcional a sus intereses de clase, geopolíticos y económicos. Esta es la verdad verdadera.