Los retos de la juventud

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Foto Sophie Martínez

En muchos espacios, nacionales e internacionales se sigue insistiendo en el mito de la solidez de las instituciones democráticas colombianas, donde supuestamente solo hubo una corta dictadura militar en la década de 1950. Una rápida consideración de problemas como la violencia política o las desigualdades sociales hacen cojear inmediatamente esta idea.

Ahora, si nos concentramos en los espacios de participación ciudadana y el ejercicio al voto, vemos una clara expresión de debilidad de la limitada democracia liberal que en el papel funciona maravillosamente. Desde mediados del siglo XX, cuando comenzamos a contar con datos más detallados sobre la demografía electoral, se ha podido constatar que la abstención ha sido el comportamiento predominante cada vez que la ciudadanía es convocada a las urnas.

Por lo general la abstención ha promediado el 50%, y alcanza cuotas aún más altas durante periodos con fuerte violencia y represión, como el Frente Nacional o la década del noventa. Más aún, la Asamblea Nacional Constituyente de la que emanó la Constitución Política de 1991, donde se ampliaron los canales de participación, fue electa en medio de una abstención del 70%. Tal fenómeno es apenas comprensible en un país donde cunde la violencia política, con un régimen históricamente cerrado y en el cual reinó el bipartidismo por muchos años.

Si nos detenemos a observar este problema según las edades, veremos que la abstención es aún más fuerte entre la juventud. En los últimos decenios, ha sido esta población la que ha sentido especialmente los embates de la exclusión causada por el modelo neoliberal.

Este ha promovido la privatización de la educación, la destrucción de los sistemas de protección social y la informalidad laboral, todo ello sobre la base de la violencia fomentada por fuerzas estatales y paraestatales que han considerado a la juventud uno de sus principales enemigos. En estas condiciones no se puede culpar a las personas jóvenes de su poca confianza en el ejercicio del voto y en la democracia restringida.

Sin embargo, esto no quiere decir que la juventud haya sido hasta ahora ajena a la política. Es la fuerza vital de las organizaciones populares, ha jalonado las luchas estudiantiles y ha sido protagonista de sendos movimientos como los paros de 1977 y 2021. En tanto la Constitución Política de 1991, con todos sus vicios aperturistas y privatizadores, creó espacios de mayor participación ciudadana, comenzaron a darse debates cuyo objetivo principal era buscar la forma de impulsar la participación de la juventud en las decisiones políticas.

Poco a poco el movimiento juvenil, desde la movilización y los espacios como los festivales de la juventud, fueron logrando conquistas como la Ley Estatutaria de Ciudadanía Juvenil.

Así las cosas, este 5 de diciembre de 2021 marcó un nuevo hito en la lucha juvenil, pues se eligieron los Consejos Municipales y Locales de Juventud, a través de los cuales personas entre 14 y 28 años pudieron elegir a sus representantes para incidir en la administración pública y hacer veeduría sobre los recursos que favorecen directamente a esta población.

Si bien es cierto que los consejos juveniles son espacios limitados pues solo tienen un carácter consultivo, también es cierto que son un escenario clave para que la juventud comience a entender que la democracia no se limita a los procesos electorales y al ejercicio del voto. Además, estos espacios abren un nuevo teatro de confrontación política.

Los resultados generales de lo acontecido en las elecciones juveniles nos demuestran que las fuerzas tradicionales han hecho un esfuerzo ingente por copar los consejos y desde allí instrumentalizar a la juventud. La burguesía entendió muy bien la importancia de los comicios del 5 de diciembre, en tanto estos se constituyen en la antesala de las elecciones presidenciales y legislativas de 2022.

Pero también las fuerzas democráticas han tenido resultados positivos en importantes ciudades, en medio de las dificultades de una democracia restringida que privilegia la corrupción y el clientelismo.

Bien lo planteaba Lenin en 1920: “La juventud, formada en medio de las crueles lógicas del capital, es uno de los actores centrales llamados a tomar parte en la construcción de la nueva sociedad que supere toda forma de explotación y sometimiento, y esto solo se logrará mediante la organización y la acción de masas”. Teniendo en cuenta lo anterior, la juventud revolucionaria no puede desechar su participación en espacios como los Consejos de Juventud.

Los inéditos comicios que vivimos este diciembre, y que se repetirán en el futuro, son un proceso clave para abrir los debates sobre la democracia, más aún en un momento como el actual, donde incluso fuerzas políticas que se proclaman progresistas, quieren reducirla a un concurso de popularidad en las urnas en el que quien gana adquiere poderes ilimitados para ejercer su autoridad política.

La forma más efectiva de encarar esta tarea es con una organización vigorosa que pueda encauzar las esperanzas y reivindicaciones populares, siendo la juventud un eslabón estratégico del cambio revolucionario.