Los revolucionarios nunca mueren

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Momento en el que Jaime Pardo Leal habla con Gilberto Vieira, secretario general del Partido Comunista, sobre la designación de su nombre como candidato presidencial de la Unión Patriótica para 1986. Foto Lara.

Óscar Sotelo Ortiz
@oscarsopos 

La anécdota es de Elso Orjuela, actual presidente nacional de la Provivienda y militante del Partido. Cuenta, que en el funeral de Teófilo Forero en la antigua gobernación de Cundinamarca, Gilberto Vieira, secretario general del PCC, describiría la situación ignominiosa en su discurso frente a la tumba del que sería el más recordado y querido secretario de organización de la estructura comunista.

“Con Pardo Leal nos quitaron el corazón… Pero con Teófilo Forero nos quitaron la cabeza” fueron las palabras del veterano líder ante una multitud que veía caer a sus mejores cuadros en el marco de una sistemática y cobarde guerra sucia contra todo lo que significara cambio político y transformación social. El Partido Comunista estaba herido de muerte.

El corazón del Partido

Hace 30 años, un domingo 11 de octubre, el país se estremeció con la noticia del asesinato de Jaime Pardo Leal, presidente nacional de la UP. Los hechos ocurrieron en la carretera que conduce del municipio de La Mesa, Cundinamarca, hacia Bogotá. La camioneta donde viajaban Pardo Leal y su familia fue ultimada por sicarios que cumplieron con el propósito de atentar contra la vida del dirigente político.

Minutos después de conocerse la noticia, el país reaccionó. Las protestas en el barrio Policarpa Salavarrieta, confrontaban la política de estado de sitio que el presidente Barco activaría para evitar un verdadero estallido social. El funeral estuvo acompañado de indignación, dolor y rabia. El Partido Comunista llamaba a convertir este escenario adverso en una poderosa protesta popular.

Con Pardo Leal, más de 450 integrantes de la UP, dirigentes obreros, intelectuales y defensores de derechos humanos habían perecido. El genocidio se estaba gestando y el cese al fuego entre el gobierno nacional y las FARC-EP se daba por terminado.

La hipótesis, que se escucha en las personas que vivieron la época, es sencilla. La burguesía sintió pánico y terror ante el inesperado avance de la propuesta Unión Patriótica. No dudaron en activar los dispositivos de muerte parainstitucionales y paramilitares para impedir que la coraza de la hegemonía dominante se fracturara por una propuesta alternativa que tenía el mérito de querer una Colombia distinta, que avanzaba con política, organización y votos hacia la configuración de una ruptura con la novedosa propuesta de paz, apertura y reformas.

Es difícil entender la perdida de Pardo Leal. Se arrebataba la vida del profesor universitario y destacado jurista de la Universidad Nacional que había alcanzado el honor de ser juez del Tribunal Superior de Bogotá; un decidido dirigente sindical que había fundado la Asociación Nacional de Trabajadores de la Justicia, Asonal Judicial, con cerca de 18 mil afiliados; o el ferviente militante comunista, que desde su juventud en las filas de la JUCO se comprometió con las justas luchas por los derechos del pueblo.

Nunca mueren

Sin embargo estas descripciones carecerían de profundidad si no se considera la humanidad, el extraordinario carisma, la carcajada monumental, la bohemia de tangos y aguardiente y la irremplazable oratoria, que el país conocería en una campaña presidencial donde 320 mil votos lo convertirían en la mejor votación de la izquierda en su historia.

Uno de los daños irreparables en el genocidio contra la UP y el PCC fue negarle a cuatro generaciones la posibilidad de compartir, militar, escuchar y aprender de hombres y mujeres, que como Pardo Leal, no necesitaban fetichizar al pueblo porque eran parte de él. Portadores de una nueva política, más democrática y más prospera, una política de izquierdas, revolucionaria, posible y con perspectiva.

“Recordamos desde el corazón” dicen quienes sienten la memoria y el pasado como la chispa revolucionaria del presente y el futuro. En la memoria histórica, como en la cotidianidad militante, está el lugar estratégico de la política emancipadora. La disputa por la historia de los «vencidos» no se negocia ni se modera.

“Leonardo: los asesinos te quitaron la vida, tu cuerpo, el cerebro, tu inteligencia, tu felicidad, tu optimismo y tu alegría. Pero no te pueden arrebatar los efectos y las dimensiones de tu lucha y menos tu convicción de revolucionario, porque los revolucionarios nunca mueren. Porque la obra de los revolucionarios se incrusta en la portentosa energía que transformará el mundo”, fueron las sentidas y emotivas palabras de Jaime Pardo Leal en el sepelio de Leonardo Posada, el 2 de septiembre de 1986.

No, nunca mueren. Aun tercos en la necedad de transformar el mundo, el Partido Comunista y su gente, nunca murió, sobrevivió y sigue vigente. A 30 años del vil asesinato de Jaime Pardo Leal, decimos: ¡Los que combatimos por la vida; aquí estaremos siempre!