Se cumplieron tres años del fallecimiento de Carlos Lozano Guillén, director del semanario VOZ y dirigente político del Partido Comunista. Homenaje a un maestro del periodismo revolucionario y abnegado luchador por la paz de Colombia
Óscar Sotelo Ortiz
@oscarsopos
Dos días antes de entrar al quirófano del que no saldría victorioso, el camarada Carlos Lozano se acercó a las oficinas donde funciona la redacción y se sentó por un largo tiempo para conversar. La impresión de aquel encuentro es que su atención no estaba en el procedimiento médico que atendería por cuenta del cáncer que padecía, sino por las inminentes elecciones parlamentarias y por el impacto que el resultado tendría para el futuro del país. Era el mes de marzo de 2018.
Estaba nervioso, pero quizás toda la militancia lo estaba. El Partido Comunista había puesto toda su fuerza y su inteligencia en la candidatura de Aída Avella bajo un propósito colectivo: Recuperar la curul del Senado para la Unión Patriótica. La preocupación se centraba en alcanzar el umbral y en asegurar una buena votación en la lista Decentes.
La táctica y la orientación
“Quién lo iba a creer, otra vez con Gustavo Petro”, murmuró Lozano mientras miraba reflexivo por la ventana de madera que da a la calle. Para nadie es un secreto que el director de VOZ fue implacable con Petro en los debates que se tejieron en el seno del Polo Democrático Alternativo donde el Partido Comunista terminó expulsado. En aquella época, finalizando el gobierno de Uribe y comenzando el de Santos, Petro era otro, pero nosotros éramos los mismos.
Las agudas discusiones en el Polo giraban en torno a un país en guerra y sumergido en el autoritarismo uribista. “Siempre defendimos la solución política al conflicto social y armado, y ya ven, la historia nos dio la razón”, dijo convencido Lozano.
Acto seguido, como en un ejercicio introspectivo de quien se despide sin darse cuenta, el camarada Carlos recordó una anécdota con el “flaco” Bateman: “Después de la expulsión me lo encontré en el centro de Bogotá, me abordó y me invitó a tomar café. Ustedes son muy jóvenes, pero en esa época estaba prohibido hablar con un expulsado, pero quién le decía ‘no’ a semejante personaje. En esa reunión, Bateman me mostró la famosa grabación de voz donde el comandante Marulanda decía ‘sí’ a las guerrillas urbanas, me describió todo su plan que terminaría siendo el M-19 y me invitó a otra reunión. No crean camaradas, era joven, lo pensé mucho. Sin embargo, no cumplí la cita y no me arrepiento, porque la línea táctica del Partido siempre ha sido la acertada”.
La conversación informal terminó con orientaciones: “Bueno camaradas, yo vuelvo en dos semanas. En la siguiente portada tenemos que proyectar la candidatura de Petro, que seguramente se va potenciar con la buena votación de Decentes y la consulta”. La redacción cumplió, pero el director nunca volvió. Falleció dos meses después.
Un periódico para el pueblo
Recuerdo el episodio porque tengo pocos con el camarada Lozano. Sin embargo, mi llegada a VOZ y a la redacción fue gracias a su confianza. Luego de aventurarme como reportero en las vigilias por la paz en la Serranía del Perijá después de la derrota en el plebiscito, a Lozano le gustó “mi pluma” y me puso la tarea de asumir el trabajo digital. Cuatro años después de ese espaldarazo, soy un feliz periodista en formación.
Cada integrante del Consejo de Redacción puede contar diversas historias del camarada Lozano. Estoy seguro que todas coinciden en destacar al maestro del periodismo revolucionario, al abnegado luchador por la paz y al militante perenne de la causa socialista.
Porque fueron, somos y acá estamos, nuevas generaciones asumiendo el reto de construir un periódico para el pueblo y un proyecto democrático de profundas transformaciones. Tres años después de su partida, siempre seremos leales a su legado.