Alberto Acevedo
Un verdadero terremoto político se produjo en Brasil tras conocerse la decisión del juez Luiz Edson Fachin, del Tribunal Supremo Federal de Brasil, un hombre de reconocida tendencia ‘lavajatista’, de anular todo lo actuado en el proceso contra el expresidente Luiz Inacio Lula da Silva, rehabilitándolo políticamente, incluso en su intención de postularse de nuevo como candidato a la presidencia, en las elecciones del próximo año, si esa es su decisión.
Los efectos del revolcón político se expresaron en una iracunda reacción del presidente Jair Bolsonaro, que descalificó de inmediato al funcionario que produjo la decisión judicial, señalándolo de ‘petista’, en la súbita caída de la Bolsa de valores y en el vuelco que tomaron las encuestas de opinión, que situaron a Lula en un privilegiado 50 por ciento de las preferencias de los votantes, en caso de que las elecciones presidenciales fueran ahora.
El juez Fachin anunció el 8 de marzo pasado que todas las condenas promulgadas en Curitiba, Estado de Paraná, contra el expresidente Lula, relacionadas con la Operación ‘Lava Jato’, eran nulas. Dijo el togado que resultaba “inaceptable” que el Tribunal Federal de Curitiba hubiera avocado el conocimiento de los casos de un apartamento en Guarujá, una hacienda en Guatibaia y unos hechos relacionados con el funcionamiento de la sede del Instituto Lula, casos que inicialmente estuvieron a cargo del juez Sergio Moro. El tribunal federal no tenía competencia para el caso, precisó el nuevo fallo judicial.
Que se declare la inocencia
Fachin fue categórico en afirmar en su decisión, que tales casos no tienen relación alguna con los desvíos de dinero de la estatal Petrobras, que sustentaban los procesos. El sentido del fallo es que una instancia judicial superior, en Brasilia, retome el estudio de lo actuado hasta ahora. Pero las autoridades judiciales deberían tomar en cuenta que ya antes, la Corte Suprema de Justicia absolvió de todos los cargos al expresidente y líder del Partido de los Trabajadores.
Por su parte el expresidente Lula ha pedido que más allá de la nulidad de las decisiones en su contra, se declare de manera clara y categórica su inocencia. Que se juzgue si el juez Moro fue imparcial o no, con lo cual se anularía todo el proceso jurídico. Desde que comenzó la causa, Lula sostuvo siempre que era inocente, y ahora ha trascendido que, al comienzo del juicio, amigos cercanos le alentaron a refugiarse en alguna embajada y dejar el país, opción que él siempre rechazó.
Los militares
Lo real es que después de cinco años de batalla jurídica, Lula ha cobrado su más importante batalla en torno a su inocencia. A pesar de los años de encarcelamiento, mantiene su popularidad, en contraste con el notable desgaste político de Bolsonaro. Con Lula en la contienda. No hay otro candidato más fuerte entre las fuerzas democráticas y populares, para derrotar a Bolsonaro. Desde luego, nadie en el PT ha dicho que vaya a ser candidato, pero todo el mundo habla de ello, y la decisión del juez fortalece a Lula.
El fallo judicial en favor de Lula corrige errores graves en los procesos, pero llama la atención que una cuestión tan simple haya tardado tantos años en dilucidarse. Lo que deja en claro la lectura del expediente es que no era un juicio anticorrupción. Era una trama política (lawfare) para sacar a Lula del juego electoral, meterlo en prisión y que quedara por fuera de la contienda electoral. Muestra que hubo una alianza de intereses muy poderosos, que manejó como quiso los procesos judiciales e institucionales.
El fallo además incide en el liderazgo del Partido de los Trabajadores, que tendrá herramientas para intentar unificare a la izquierda brasileña. Sin embargo, en este camino, una primera incógnita es cómo no van a reaccionar los militares, rodeados de privilegios bajo la administración Bolsonaro.
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