Después del estallido social y la represión estatal ejercida contra la juventud, aún hay muchos casos de violencia desconocidos. Esta es la historia de Gustavo Alexander González Gutiérrez, asesinado en Tuluá días después de la quema del Palacio de Justicia. Entrevista con la madre de la víctima
Anllel Ramírez
@RamirezAnllel
Gustavo Alexander González Gutiérrez fue capturado ilegalmente y golpeado por la policía y agentes del Esmad minutos antes de que iniciara el incendio del Palacio de Justicia en Tuluá, el 25 de mayo de 2021. Esa captura fue solo el comienzo de varios días de persecuciones, amenazas e intimidaciones que no culminarían sino hasta cometido su asesinato, la noche del 7 de junio.
Todo comenzó cuando después de largas horas de protesta social en el centro de este municipio del Valle del Cauca, Gustavo y un amigo suyo fueron perseguidos por varios policías. El acompañante, que logró esconderse entre unos arbustos mientras Gustavo trataba de huir en su bicicleta, resultó ileso. Sin embargo, para este joven, los resultados de aquella captura, fueron varios golpes en la espalda, los hombros, el torso, el cuello y la cabeza, lugar en el cual le ocasionaron una herida abierta que le costaría, días después, la pérdida de su audición.
Sandra Milena, madre de Gustavo, quiere que se sepa la verdad: “A mi hijo no lo mataron unos ‘sicarios que después se dieron a la fuga’ como apareció en algunos titulares, sino policías vestidos de civiles que, desde hace varios días, lo estaban persiguiendo. Cuando le dispararon, la policía estaba a menos de una cuadra de distancia y no hizo nada. Sino fueron ellos directamente, pagaron para que alguien lo hiciera.”
Sandra, ¿cómo comenzó todo? ¿Quién era Gustavo?
-Mi hijo era un muchacho de 23 años que trabajaba en lo mismo que yo. Ambos teníamos un carrito de venta de dulces, cigarrillos, café y minutos. Yo me dedico a eso hace 18 años. Ambos trabajábamos en la Plaza Cívica de Boyacá, cerca de la panadería y pastelería Nancy. Así lográbamos recoger lo de la pieza donde cada uno vivía y a veces lo de la comida. Aunque eso de la comida era más de ayudas que nos daban en la calle o conocidos.
Pero más allá de nuestra situación, mi hijo y yo siempre hemos sabido que todas nuestras dificultades se deben a un montón de injusticias con las personas más pobres de este país y era por eso que él apoyaba el paro nacional. Nosotros no somos personas súper formadas, venimos de familias muy humildes, pero eso no significa que no haya gente que le enseñe a uno, que hable con uno y así nos pasaba a nosotros. Él iba a las marchas, asistía a las manifestaciones como miles o millones de personas lo hicieron en Colombia, pero nunca hizo nada que afectara los negocios o algo por el estilo.
¿Y usted también iba?
-A mí eso me daba miedo, me parecía que era justo y necesario, pero eso de esos gases que tira el Esmad y la gente corriendo me causa como pánico, entonces yo apoyaba, pero no salía porque yo no corro bien y la policía sale a pegarle a todo el mundo o perseguir así no más, por estar ahí.
Imagínese que el día que a mi hijo lo golpearon, estaban tirando gases por todo lado y una amiga y yo estábamos ahogadas porque eso fue por ahí por donde mantenemos, en pleno centro, cuando lo de la quema del Palacio de Justicia, y yo no veía sino policías, ya ni gente había.
“La policía quemó el Palacio”
¿Qué sucedió ese 25 de mayo? ¿Qué le contó Gustavo cuando usted lo vio golpeado?
-Una amiga me dijo que estaban aporreando a mi hijo, que el Esmad y la policía lo tenían y que fuéramos a mirar qué pasaba porque me lo podían desaparecer como había ocurrido con otros muchachos. Yo me asusté y me fui con ella, pero no lo encontramos, entonces me dijeron que él se había ido a la casa pero que se veía muy mal. Me fui corriendo para allá y cuando llegué estaba todo rojo y con la cabeza sangrándole.
Yo misma le hice un video, ahí se ven las heridas y los golpes con bolillo, pero él no quiso ir al hospital y le tuve que hacer las curaciones en casa. Después de eso, él mantenía como asustado todo el tiempo y conmigo casi no quiso hablar de nada.
Las calles, eran una locura, yo estaba curando a mi hijo cuando estaba sucediendo lo de la quema del Palacio de Justicia. Se escuchaba de todo, entre eso, lo que le decía, que la quema había sido cosa de la policía misma porque los muchachos ya no andaban por esos lados. Con respecto a los golpes, Gustavo no decía nada, pero después de todo lo que comenzó a pasar, entendí por qué era que él estaba tan callado.
¿Qué comenzó a pasar?
-Pues nos comenzaron a perseguir, a intimidar. La policía pasaba cada tanto por donde nosotros nos hacíamos, además, la gente que nos conocía comenzó a darse cuenta de que extraños nos tomaban fotos o nos señalaban. Hasta agentes de la SIJIN llegué a ver. Yo al principio no sabía si era que lo querían incriminar en algo o qué. Uno sabe que la policía da alguna vuelta, que pasa la patrulla y todo eso, pero en esos días lo hacían más y más y solo por donde nosotros nos hacíamos. Una vez me dijeron que a él le estaban señalando la cabeza, me imagino que por el golpe que le dieron ahí.

Intimidaciones y pérdida de la audición
¿Y Gustavo Alexander qué decía sobre eso?
-Pues a él le daba miedo. Gustavo sabía cuál había sido el policía que más lo había aporreado, yo también sé quién es. La gente dice, incluso, que ya tiene varios muertos encima. No sé si por eso es que nos estaban buscando y si por eso fue que mataron a mi hijo. Yo no sé si es que los policías y toda esa gente no tienen hijos, hijas, sobrinos, lo que sea… que le hacen daño o mal a todo el mundo y no les importa.
Días después de que le hicieran todo ese daño, él perdió la audición ¿usted cree que eso es justo? Yo comencé a notarlo extraño desde por la mañana, pero no decía nada; él era muy alegre, charlaba con la gente, molestaba, jugaba, pero llegó ese día y no volteó ni a mirar a nadie, eso fue como al tercero o cuarto de los golpes, entonces yo lo llamé desde lejos, a ver qué le pasaba y ni volteó a mirarme, le grité más fuerte y nada. Se me hizo raro y me acerqué para decirle que por qué no me respondía y fue ahí cuando me dijo que no estaba escuchando nada. Yo me asusté y comencé a gritarle y a gritarle cerquita y él me miraba triste… decía “solo un poquito mamá”.
¿Y qué hicieron?
-Después de verlo así le rogué que fuéramos a urgencias, pero nuevamente me volvió a decir que no. Esta vez alegaba que, si lo obligaba a ir, lo iban a matar o a desaparecer, porque la policía se iba a dar cuenta. No me decía sino eso “Má, si vamos al hospital me desaparecen”. Ahí fue que supe que mientras le pegaron, lo amenazaron. Mi hijo se quedó sordo por la golpiza que le dieron, y prefería eso a pedir ayuda.
¿Y frente a las intimidaciones, hicieron algo?
Pues no había ninguna posibilidad de ir a la policía a hacer alguna denuncia, entonces mis amistades me decían que por qué no nos íbamos, pero yo siempre les contesté que no le debía nada a nadie, que por qué tenía que irme y dejar todo tirado. Igual no teníamos para dónde pegar, mi familia era él, mi otro hijo y mi mamá. Además, es que no nos queríamos ir. Tuluá es mi tierra, donde nací y fui criada, es el lugar que me vio crecer, en donde tengo mis amistades, en donde tuve a mis hijos, aunque ahora también es el lugar en donde tuve que ver morir a mi hijo mayor y en donde tuve que enterrarlo.

El asesinato
¿Cómo fue eso último, Sandra, qué ocurrió el 7 de junio?
-El 7 de junio justamente había estado en el entierro de José Alonso Valencia, eso fue por la mañana. Él era un amigo, líder social campesino y presidente de la Junta Comunal de La Moralia, eso queda en la zona rural de Tuluá. A él también lo mataron, le dieron varios tiros en la cabeza. A mí, solo pensar en eso durante el entierro me generó un miedo horrible, me daba cosa solo imaginar que a mi hijo le estuviera pasando algo, que la policía me lo estuviera estrujando, entonces me quise ir rápido del entierro para que no lo vieran solo.
La cosa es que me fui temprano y cuando llegué él me había pedido una sopita de esas que dan en la calle y la compartimos mientras puse a hacer café. Después, nos pusimos a seguir trabajando para tratar de juntar lo de pagar las piezas, cuando mi mamá vino con mi otro hijo para que nos fuéramos. Ya eran como las ocho y media de la noche. Yo ya tenía todo el dinero, pero a Gustavo aún le faltaba, así que decidimos esperarlo. Cuando ya tuvo todo completo, guardamos los carritos y nos fuimos los cuatro.
¿Tomaban siempre la misma ruta?
-Sí, estábamos caminando por toda la calle 25, vivíamos relativamente cerca del centro. Me acuerdo de que nos estábamos contando algo mi mamá y yo, cuando sentí que mi hijo dejó de caminar.
¿Aún estaban cerca del trabajo?
-Pues eso era ya la calle 25 con carrera 23, a unas cuatro cuadras de donde trabajábamos. Mi hijo se quedó quieto, entonces volteé a mirar y vi un revolver en su cabeza. En la parte de atrás de la cabeza, me quedé paralizada. Cuando mi hijo reaccionó y volteó a mirar, el revolver le quedó en la cien y le dispararon, fue un solo tiro, mi hijo cayó al suelo ahí mismo.
Después de todo eso, yo me preguntaba por qué no había hecho nada, por qué cuando vi el arma no grité, por qué no corrí, por qué me quedé ahí paralizada, pero es que uno nunca se imagina que le va a pasar eso al hijo de uno, que va a tener que vivir algo así. Probablemente si hubiera hecho algo de eso, todos estaríamos muertos y yo ya ni sé qué era mejor o peor. A mí todos los días me duele el pecho, el corazón, me hago y me hago preguntas.
¿Qué hicieron en ese momento? ¿Llamaron a la policía?
-Yo comencé a gritar. Mi mamá, mi hijo de nueve años y yo, habíamos visto todo. No llamamos a la policía porque estaban a menos de una cuadra de distancia y no hicieron nada. No sé quién los llamó, o si llegaron solos porque sabían lo que iba a ocurrir, la cosa es que a mí me cogieron y me llevaron ahí mismo a la fiscalía, pero yo no razonaba; les pedía que me soltaran, y me decían que tenía que dar la declaración. Yo estaba desesperada y les grité que me dejaran ir.
Nunca llegó una ambulancia y a mi hijo lo levantaron policías y no el Cuerpo Técnico de Investigación, CTI. ¿Por qué ellos? ¿Por qué no hicieron nada? Hay demasiadas preguntas sin responder, y aquí buscar respuestas es para que lo maten a uno o al resto de la familia.
El 7 de junio fue el día que a mí se me acabaron las ganas de vivir. Desde entonces no me siento igual. No quiero pararme, no quiero comer, no quiero hacer nada. Estoy aquí por mi otro hijo y saco fuerzas de donde no las tengo. Gustavo Alexander era mi compañero de vida, junto a mi otro “bebé” y mi mamá.
“Mi hijo tiene nombre y apellido”
Después de la muerte de Gustavo, ¿qué pasó?
-Yo volví a trabajar como una semana después de eso, saqué mi carrito y mi mamá el otro, tres días después, una amiga me dijo qué pasó por donde yo estaba y vio como si alguien me estuviera grabando con un celular. Apenas me dijo eso, dejé el carro tirado y me fui de ahí. Tuve que pedir que fueran por él porque mi mamá no iba a poder con los dos.
¿Y qué hizo después de eso?
-Mi día a día era incierto, yo ya no era capaz de salir sola y, mucho menos, salir de noche. Yo temblaba cada vez que me tocaba pisar la calle. Finalmente me tuve que ir de mi tierra, tuve que vender todo lo que tenía, tuve que vender todo lo que era de mi hijo y pedir ayuda para pagar deudas y poder irme tranquila. De él, solo me quedó una camiseta del América que le gustaba mucho, ya han pasado casi cuatro meses desde entonces y yo no puedo ni visitar la tumba de mi hijo.
Sandra, debemos preguntar esto, ¿no teme que haya alguna represalia contra usted por contar esto?
-Sí, pero desde que mataron a mi hijo tengo ese miedo. Yo quiero que se sepa qué le pasó a Gustavo, que debe ser lo mismo que le pasó a tantos muchachos y muchachas que aparecieron muertos durante el paro nacional. No me imagino yo por todo lo que tuvieron que pasar los desaparecidos o a los que torturaron. Las noticias siempre muestran cualquier cosa, como si ellos no tuvieran mamá, papá, hermanos, abuelas.
Mi hijo no eran un “joven sin identificar, asesinado por sicarios”, no les han dedicado sino dos o tres líneas por escrito, y ni un minuto en la televisión, como si fueran invisibles, siempre buscan que la gente tenga miedo y no hable, pero repito que a él no lo asesinaron sicarios que se desaparecieron de la faz de la tierra sin ninguna razón. Y repito también que él tenía nombre y apellido, él era Gustavo Alexander González Gutiérrez, un joven trabajador, con amistades y con familia que lo quería.
