
El movimiento sindical y popular de Argentina ha puesto en tensión sus fuerzas, su capacidad de movilización y de respuesta, y viene exigiendo que el FMI no meta las manos en la política interna de ese país
Alberto Acevedo
En un mensaje al país, difundido el 9 de mayo pasado, el presidente de Argentina, Mauricio Macri, anunció oficialmente que había iniciado “conversaciones” para solicitar un crédito al Fondo Monetario Internacional, con el fin de intentar frenar una crisis económica de proporciones catastróficas, que se acentuó dos semanas atrás, generando una tormenta política en el país austral.
“Nuestra política (económica) depende del financiamiento externo”, dijo Macri, y anotó que en las últimas semanas cambiaron “las condiciones favorables internacionales” que tuvo su gobierno en los dos primeros años. “En esta nueva situación, y de manera preventiva, hemos decidido iniciar conversaciones con el Fondo Monetario Internacional, para que nos otorgue una línea de apoyo financiero”, puntualizó el mandatario argentino.
Hambruna generalizada
El anuncio provocó indignación en amplios sectores sociales, de trabajadores y estudiantes, de pensionados y campesinos, que aún tienen fresca la memoria de los criminales ajustes financieros a que fueron sometidos gobiernos anteriores, por imposición del FMI, en un episodio denominado “el corralito”.
Los condicionamientos del FMI implicaron un reversazo en el disfrute de las conquistas sociales de los trabajadores y en la política de reducción de subsidios e inversión pública, que llevaron a la hambruna a miles de personas. Y la fórmula que ahora propone Macri es regresar a ese pasado siniestro y someterse de nuevo ante los dictados neoliberales del mercado, que encarna el FMI.
En realidad, el gobernante argentino, muy al comienzo de su gestión, había aplicado por cuenta propia una serie de medidas, que en su momento fueron saludadas por el FMI, pues corresponden a su recetario: Liberación de la tasa de cambio, pago a los tenedores de bonos (fondos buitre), eliminación de barreras comerciales, fuerte reducción de subsidios y fijación de metas decrecientes de inflación.
Macri no valoró que la economía argentina es débil y depende en extremo de la financiación externa. A eso se suman las consecuencias del alza en el petróleo y de medidas de ajuste fiscal tomadas por Estados Unidos, que afectan los mercados latinoamericanos.
Saldo negativo
Argentina hoy produce apenas seis de cada diez dólares que necesita para funcionar. Los otros cuatro los adquiere a través de deuda extrema, que crece a un ritmo de 30 mil millones de dólares por año. “No recurrimos al financiamiento externo para garantizar inversiones productivas. Si fuera así, necesitaríamos menos deuda. La gran mayoría del endeudamiento se utiliza para pagar deuda vieja. Solo en 2017 pagamos 9.000 millones en intereses, ante una fuga de capitales de 23.000 millones de dólares anuales. Hay una situación de fragilidad vinculada al hecho de que no tenemos dólares, porque la apertura comercial ha producido un saldo negativo de 10.000 millones de dólares”, asegura Claudio Lozano, exdiputado y coordinador del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas.
La deuda pública de Argentina, en solo dos años de gobierno de Macri, ascendió a 80.000 millones de dólares. Este año se hipotecará en otros 46.000 millones, de los cuales el 80 por ciento se destinarán a pago de la deuda. Sin lugar a dudas, es un rumbo equivocado, que convertirá en eterna la dependencia financiera.
Por su parte, la directora del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, que el 15 de mayo pasado se reunió en Washington con el ministro argentino de Hacienda, Nicolás Dujovne, se mostró entusiasmada con el anuncio de Macri y declaró estar dispuesta a que el préstamo solicitado se tramite “expeditamente”.
Hipotecando la soberanía nacional
A las autoridades monetarias del FMI les fascina este tipo de solicitudes, que conducen a hipotecar indefinidamente las economías de los países. Las experiencias de Grecia, Portugal y otros países del sur de Europa, son elocuentes, además de la ya citada experiencia anterior argentina. Aunque no ha trascendido el monto del préstamo que le entregarán a Macri, la prensa de su país especula con que sería de unos 30 mil millones de dólares, o un poco más.
Sería un préstamo tipo ‘stand by’, una modalidad de crédito que usualmente se acompaña de condicionamientos ligados a la reducción del déficit fiscal, a medidas de ajuste, reducción del gasto público y obligatoriedad futura de pagar intereses por el préstamo, antes que destinar los recursos del país a inversión social.
El movimiento sindical y popular de argentina ha puesto en tensión sus fuerzas, su capacidad de movilización y de respuesta y viene exigiendo que el FMI no meta las manos en la política interna de ese país, que no condicionen aspectos medulares de la soberanía nacional, que de todas maneras no van a incidir en un alivio de la crisis económica que afecta a Macri, hoy humillado ante las leyes neoliberales del mercado.