Mala película: Ecos de la captura de Otoniel

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Foto Ejército Nacional de Colombia

El Gobierno y sus áulicos se han esforzado para presentar la captura del capo como el triunfo definitivo contra el narcotráfico, pero no es más que un show barato que no logra convencer a nadie

Roberto Amorebieta
@amorebieta7

El pasado 23 de octubre el país se levantó con la noticia de la captura por parte de las autoridades de Dairo Antonio Úsuga, alias Otoniel, jefe del temido grupo paramilitar autodenominado Autodefensas Gaitanistas de Colombia y llamado por la inteligencia militar como “el Clan del Golfo”.

El presidente Duque y su ministro de Defensa -como no podía ser de otra manera- aprovecharon el golpe para darse un baño de medios y presumir de la eficacia de la fuerza pública y de sus buenos resultados en la lucha contra el narcotráfico. “Esto solo es comparable con la captura de Pablo Escobar, ¡es el fin del Clan del Golfo!”, dijo Duque, en ese tono de falsa emoción que ya le conocemos.

La pasada edición de VOZ, el editorial se refirió a las dudas razonables que se suscitan tras el show mediático que presentó a Otoniel sonriente y botas impecables, con una leve barba, luego afeitado y luego otra vez con barba, la coincidencia con la visita del secretario de Estado de Estados Unidos, Anthony Blinken, dos días antes de la captura, un operativo demasiado preciso en el que según la versión oficial no hubo ni siquiera disparos aunque luego se reportó la muerte de un policía. En fin, demasiados detalles sin aclarar.

La película de la Semana

El hecho se convirtió rápidamente en la noticia del día y prácticamente todos los medios se hicieron eco de la versión oficial, aunque debe decirse que el “informe especial” elaborado por la Fox News colombiana resultó -fiel al nuevo estilo de la otrora respetable revista- mejor que un libreto de Hollywood.

El cubrimiento comienza con un reportaje de cinco páginas escrito en primera persona por el propio Iván Duque, en el que narra los hechos que condujeron a la captura de Otoniel, mientras deja en claro que la cacería funcionó gracias a que su liderazgo combinó acertadamente dotes de estadista, estratega militar, un gran olfato político y una profunda devoción religiosa. Así, la película Air Force One con Harrison Ford y Gary Oldman puede ir a la basura.

De ahí en adelante, la revista se ocupa de contarnos una fantástica película de acción con todos los ingredientes de un estreno taquillero: espías, interceptaciones, infiltraciones en terreno, chips de rastreo satelital, todo para que un grupo de tres hombres logren traspasar los ocho anillos de seguridad de Otoniel, le capturen y luego caminen una hora con él hasta el punto de extracción.

El hombre que lideraba un ejército de alrededor de 4.000 hombres terminó así capturado, como cualquier jíbaro de esquina “mal parqueado”, pidiendo piedad y entregándose amistosamente a los militares que le agarraron desprevenido. Al lado de esta, la película Búsqueda implacable con Liam Nesson es una bobada.

Por supuesto, y a modo de guinda, no podía faltar la alusión a los macabros gustos del personaje capturado y su espantoso recorrido criminal. La revista nos dejó claro que la violencia en este país tiene un responsable, Otoniel, y que su captura es la mejor noticia que podemos recibir en este momento. Los asesinatos de líderes sociales, los desplazamientos de campesinos, las amenazas a periodistas, la violencia sexual, el despojo de tierras a los indígenas, todo se terminó como por arte de magia con la caída de este capo. Ha llegado la victoria definitiva sobre el mal absoluto, Día de la Independencia con Will Smith puede pasar al cajón de la historia.

Extradición, sí o no

Bromas aparte, otro aspecto del discurso, agitado en especial por medios y voceros de la ultraderecha, ha consistido en presentar como sospechosas las protestas de la oposición contra la casi segura extradición de Otoniel a Estados Unidos por cargos de narcotráfico. El Gobierno colombiano está empeñado en silenciar al capo y en complacer al Gobierno estadounidense.

De este modo, las dos administraciones presumen de resultados y Úsuga podrá hacer un acuerdo judicial y quedarse en el país del norte como testigo protegido, algo que hacen cada vez más narcos. El problema es que los crímenes de lesa humanidad queden en la impunidad, las víctimas no sean reparadas y la sociedad colombiana no sepa la verdad sobre los vínculos del paramilitarismo con el Estado, el sector privado y la propia embajada de Estados Unidos.

El discurso de la ultraderecha dice que la oposición a la extradición de Otoniel es sospechosa porque quienes exigen al Estado que el capo se quede en el país, se someta a la justicia y confiese sus crímenes, en el fondo tienen intereses oscuros. “Y si la gritería quejosa por su posible extradición no es tan ensordecedora, es porque al aprender estos días algo sobre la vida del narco, descubrieron que de pronto no tiene información sobre Uribe ni su hermano ni sus hijos ni sus caballos. Y si no afecta al expresidente, pierde interés y podrán llevárselo”, dice con su insufrible soberbia Salud Hernández-Mora.

“Hay un objetivo final perverso (con el propósito de que Otoniel pague sus penas en Colombia). Uno que está definido en el valor de lo que cuente Otoniel, ya sea verdad, mentira o producto de un trueque. Lo quieren hacer hablar para ensuciar a los enemigos políticos de siempre. ¿Qué le estarán ofreciendo a ese bandido para que declare y en contra de quién?”, se pregunta otro columnista en una declaración que más parece una confesión, no se sabe si de culpabilidad o de estupidez. Tal vez es un poco de ambas.

Un paso más allá va el corrupto exfiscal Néstor Humberto Martínez que -en lugar de estar en la cárcel- ostenta una columna de opinión en el periódico propiedad su exjefe, y esta semana se ha lanzado a acusar al senador Iván Cepeda de tener “intereses ocultos” en la no extradición del capo.

Fiel a su estilo sibilino, hipócrita y malintencionado, el exfiscal ha deslizado que Cepeda es “de confianza” de las Farc, responsable de los acercamientos del Gobierno con el Clan del Golfo entre 2015 y 2016 y a la vez “padrino” de la Ley de Sometimiento que “curiosamente” se aprobó de forma simultánea con la Ley Estatutaria de la JEP que incluye una, ¡una!, disposición que prohíbe la extradición de los comparecientes que estén aportando a la verdad. Todo ello es suficiente para que el imaginativo exfiscal lance un manto de duda sobre el reclamo de Cepeda para que Otoniel no sea extraditado.

Ecos sordos

Lo cierto es que, tras el espectáculo mediático, la cosecha de triunfos del Gobierno parece más bien escasa. Después de unos días, el país ya está hablando de otras cosas como el implacable invierno, el retorno a la normalidad tras lo más crudo de la pandemia, la nube de ceniza del volcán nevado del Ruiz o el proyecto de Ley de “borrón y cuenta nueva”. El presidente subió cuatro puntos en su favorabilidad según las encuestas, pero su imagen sigue por el suelo y no parece que vaya a continuar subiendo.

Y suponiendo que no se trate de un montaje y que efectivamente estemos ante una captura cinematográfica, es nulo el resultado en términos del debilitamiento del narcotráfico, ya que es sabido que la captura de los capos no repercute en el negocio.

El Gobierno y sus áulicos se han esforzado por presentarnos una película fascinante que nos haga olvidar los problemas y creer que vivimos en una fantasía. Lamentablemente para ellos, el desprestigio del Gobierno y del uribismo es tan grande, que incluso estas elaboradas pantomimas pasan más que por filmes fascinantes, por patéticas versiones de serie B que ya no convencen ni conmueven a nadie.