
El pasado mes de junio, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, prometió deportar a “millares” de inmigrantes indocumentados, alegando que las cárceles han superado su capacidad, debido a la cantidad de detenidos puestos en prisión, provenientes de la frontera con México. En esa ocasión amenazó con llevar a cabo redadas en los propios centros de trabajo, especialmente agrícolas, para erradicar lo que calificó como una plaga que es necesario erradicar.
Tres meses después, el 3 de agosto pasado, el hombre que provocó una matanza en un supermercado de El Paso, Texas, en la que 22 personas murieron acribilladas y 24 más resultaron heridas, dijo, luego de ser capturado por la policía, que su objetivo era “matar tantos mexicanos como fuera posible”.
Los dos discursos se concatenan hoy en una tormenta perfecta, en la que los inmigrantes en tierra norteamericana, que dieron grandeza a ese país, son criminalizados, encarcelados o asesinados.
Escenas desgarradoras
Trump cumplió su promesa. El 7 de agosto la policía de fronteras arrestó a 680 inmigrantes, a los que consideró que no tenían sus papeles en regla, que fueron sacados de siete plantas industriales procesadoras de alimentos, cerca de Jackson, en Misisipi.
El operativo fue calificado, por la prensa local como el más grande llevado a cabo en una década. Y se realizó en una región en donde la mano de obra está compuesta mayoritariamente por inmigrantes. Más de medio millar de agentes rodearon en forma simultánea las plantas industriales para evitar que los inmigrantes huyeran. Testigos dicen que se presentaron escenas desgarradoras en las que, de nuevo, lo padres fueron arrancados de sus hijos.
El discurso racista del mandatario norteamericano alienta las acciones criminales de francotiradores igualmente inspirados en el odio racial. El hombre que disparó en Texas, horas antes de la matanza puso en las redes un mensaje con un discurso, que parecía tomado al pie de la letra de las andanadas de su presidente. Habló de “un plan para dividir a Estados Unidos en territorios por razas” y se quejó de que “personas extranjeras estaban tomando el lugar de la gente blanca”. No se requiere un gran esfuerzo para advertir la similitud entre los dos discursos: el de la retórica y el de la práctica racista.