Más allá de Madrid

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Jaime Cedano Roldan
@Cedano85

¿Cuál es el centro de la lucha ideológica que vive España y cómo se expresa en las elecciones madrileñas?  No es sobre los manejos epidemiológicos y sociales de la pandemia. Es si la salida son las restricciones o los bares abiertos. Libertad o comunismo. Tomarse unas cervezas en un bar es el símbolo de la libertad, y los bares cerrados en la noche la sombra del comunismo.

La izquierda señala que la confrontación es contra el fascismo. Y suena exagerado. Gabilondo no quiere pelear con nadie y suaviza su discurso para que no lo involucren en la polarización, aunque nunca ha tenido un discurso destacado y sale en busca de unos esquivos votos de los decepcionados de Ciudadanos.

Pablo Casado siente que Isabel Diaz Ayuso no solo se enfrenta a Pedro Sánchez, sino que lo quiere destronar de la jefatura del Partido y de la candidatura presidencial, entonces radicaliza su discurso hasta el ridículo. Abascal siente que podría quedar por fuera de la Asamblea y busca camorras e insulta y para reafirmar a sus votantes racistas y xenófobos escogen a los menores tutelados como el blanco de su medieval artillería. Más Madrid no solo aguanta bien la llegada de Iglesias, sino que avanza lentamente. La firme oposición al desastroso manejo que de la pandemia ha hecho Ayuso le está siendo reconocida.

Aparece en escena Esperanza Aguirre, que sin pararle bolas a sus descubiertas maniobras para evadir impuestos en la venta de un cuadro de Goya, dice que Pablo Casado es un equivocado y que el camino es el que señala Ayuso, poner la cara al sol y dar la gran batalla cultural y política. Habla con claridad y con valentía. En Madrid hay una gran batalla cultural, política e ideológica. Ayuso ya lo había dicho, el combate era “Comunismo o libertad”.

La batalla es entre democracia o fascismo. Un fascismo moderno, de nuevo tipo, quizás no es, esperemos, de tanques y fusiles. Aunque crecen las amenazas y las golpizas a inmigrantes y a homosexuales. Destacan y promocionan es un fascismo de rostro bonito y sonrisa resplandeciente. Un fascismo que Ayuso describe como el lado bueno de la historia. Ella, Isabel, no es ninguna gurú ideológica, no es una líder intelectual, no es una abanderada conceptual. No le da para tanto, es más, no le da realmente para nada. Ella es producto, un muy buen producto, fabricado, moldeado para entrevistas prefabricadas, moldeadas, preparadas. De palabras simples para votantes simples. A la hora del debate serio, lo suyo son las muecas, la risita nerviosa y el desdén.

Los poderosos están detrás. Aznar es uno de ellos, pero hay otros más poderosos que él, los que nunca se presentan a las elecciones, pero mandan, pero deciden, pero ordenan y ganan. Porque deciden y ordenan para ganar. Gente que gana miles y miles y miles de millones de euros. Fondos buitres de carácter multinacional, banqueros de alta alcurnia y pocos sentimientos, inversionistas poderosos.

Llaman mantenidos a los hambrientos, a los nadies, a los pobres, a quienes lo perdieron todo, pero no la vergüenza de tener que hacer una cola de hambrientos para poder comer. Colas que crecen y crecen como crecen las ganancias de los grandes poderosos.

Ahí, en ese desprecio brutal, violento e inmisericorde contra los hambrientos está la cara del fascismo. Dura e implacable.

El debate de fondo no fue el de la televisión. Fue el realizado por el cartel colocado en el metro de Madrid contra los niños tutelados, que sean extranjeros o españoles es lo de menos, son ante todo niños. Para unos el cartel fue una vergüenza y una bellaquería, fascista, para Ciudadanos solo fue populismo y para el Partido Popular tan solo un acto irresponsable. Este fue el debate, el que debería hacernos pensar por quien deberíamos votar, y que Madrid y que España dejarle a las nuevas generaciones.