Más allá del culebrón: Betty, el diablo es puerco

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Ana María Orozco y Jorge Enrique Abello protagonistas de la novela

La novela es la dramatización de buena parte del país que vive y funciona en medio del machismo, la violencia contra la mujer y la corrupción

Juan Carlos Hurtado Fonseca
@Aurelianolatino

Yo soy Betty, la fea es una novela que cuenta la historia de una joven fea -según los estándares de Occidente-, de estrato socioeconómico bajo, que logra con sus capacidades intelectuales, profesionales, inteligencia y sus principios éticos ascender en el trabajo con el beneplácito de su jefe, de quien se enamora, pero también en medio de la envidia y los obstáculos que le ponen sus antagonistas.

Hasta ahí nada nuevo. Se reproduce el esquema de la gran mayoría de melodramas: la relación amorosa entre una mujer pobre y un hombre rico, o viceversa. Lo novedoso es que la protagonista no es la típica mujer hermosa.

Sin embargo, la obra también denota una serie de estereotipos sociales muy cuestionables. Es el caso del machismo, el abuso laboral, el acoso sexual, la corrupción, la violencia contra la mujer y la trampa que están presentes y que son vistos con poca resistencia por parte de muchos espectadores.

Otras miradas

VOZ habló con tres docentes universitarios e investigadores en comunicación y cultura, para conocer sus apreciaciones sobre este melodrama que actualmente se vuelve a emitir por RCN televisión.

Para el profesor José Miguel Pereira, la aceptación del producto en el público está relacionada con la identificación del deseo de los sectores populares y excluidos de ascender y surgir; además, con el humor, el doble sentido y la caricaturización de algunos personajes, sobre todo de mujeres.

A su vez, se muestran estéticas, principalmente en cuanto a la belleza y apariencia femenina: “La mujer como objeto de deseo, no solo para los jefes inmediatos. Hay mujeres muy bien vestidas, maquilladas, sexys o productoras de deseo. Eso también genera atracción a la novela”, agrega el profesor José Miguel, quien también es investigador en comunicación y cultura.

Por otra parte, el docente Jorge Iván Bonilla dice que las novelas no se pueden ver como el opio del pueblo, no se pueden analizar en blanco y negro porque no es la manera de ver a la sociedad.

Para él, Betty la fea sí naturaliza estereotipos, aunque hay que tener en cuenta que es parodia y una caricaturización de la sociedad que le permite reírse de sus dramas. “No es que plantee unas dimensiones liberadoras de la sociedad, pues el melodrama está encasillado en estereotipos, es espejo de una sociedad que también va construyendo, delineando y fomentando”.

El éxito

Ante la pregunta de por qué 21 años después de su estreno tiene rating, Bonilla, quien también es doctor en Ciencias Humanas y Sociales, comenta: “Es de los primeros melodramas urbanos que habla de un espacio no conquistado por las mujeres en las novelas, el del trabajo, de la manera como está desigualmente distribuido, en el rol de hombres y mujeres en las oficinas, etc., en una sociedad consumista, machista y patriarcal”.

Por consiguiente, el éxito en los consumidores puede ser porque dos décadas después esa sociedad retratada no ha cambiado. Se mantienen las relaciones de trabajo asimétricas, los puestos de mando no los tienen los mejores, sino quienes tienen apellidos o están en la rosca.

Otra mirada es la del docente Carlos Obando Arroyave, quien coincide en que este melodrama está lleno de clichés y que reproduce la idea del éxito basada en la trampa: “Así se ve con Armando Mendoza que es un tipo incompetente emocional y profesionalmente cuya única virtud es ser de una familia de apellidos, con dinero, sin competencias para manejar la empresa y que además es corrupto”.

El humor, una clave

El triunfo se da, entre otras cosas, porque todo está contado en clave de comedia que encubre los abusos, también porque se invierten los estereotipos de los protagonistas. Pero que actualmente tenga rating muestra que las audiencias y la sociedad no han evolucionado en términos culturales, aunque haya una ganancia en organizaciones sociales, de mujeres y hombres que luchan contra la violencia hacia la mujer.

Además, que actualmente se vea no significa que tenga la misma aceptación: “Aunque aún se asiste a una concentración muy fuerte de los medios de comunicación, hay un ecosistema comunicativo poroso que mezcla las redes, con lo digital, con los portales, y los jóvenes no ven noticias ni leen prensa, sino que se informan a través de las redes sociales, adonde también han migrado los medios. Esa transformación impacta los públicos”, explica Pereira.

Por su parte, Bonilla anota que en Betty se retrata una sociedad que premia el abuso y el acoso, aunque plantea el derecho a la resistencia: “Es un melodrama muy conservador porque para que Betty logre lo que logra le toca transformarse, ser bonita”.

Contradiscursos

En Betty la fea también puede verse contradiscursos como cuando al macho maltratador le va mal y, luego de fracasos, se revisa en su masculinidad; o en valores cuando Betty, gracias al papá que la llama al orden, no cae en corrupción y se niega a recibir una indebida comisión.

“Hay que ver el relato con cuidado porque no es monolítico, no es una sola perspectiva, sino también están las tensiones y contradicciones ya que hay una lectura del país y se recogen conflictos éticos”, señala el profesor Bonilla.

Asimismo, Carlos Obando, Magister en Comunicación Audiovisual ve que se presenta una constante tensión entre los valores de familia, evidentes en el padre de Betty, y lo que ella encuentra en la empresa que finalmente acoge con el pretexto de estar enamorada: “Hay un juego con los valores, que son importantes en la medida que no exista el amor, pero si existe, todo es negociable”.

Entonces, puede haber otra mirada, puesto que hay quienes creen que finalmente Betty no se vuelve bonita, sino que por el contrario, su belleza interior basada en su rectitud profesional, inteligencia y sus valores son transformados al ayudar a su jefe a sacar adelante la empresa con corrupción, y al ceder a los estereotipos de belleza que la sociedad le exige.

Un trasfondo

Esta como tantas otras obras de las industrias creativas puede verse con diversas lupas, ante lo cual es válido el cuestionamiento acerca de qué o quién se beneficia de que los medios hagan una reproducción, naturalización o normalización de ciertos comportamientos que no benefician a las relaciones sociales.

Tampoco es difícil responder que se beneficia el relato hegemónico controlado por las grandes empresas de producción simbólica. Además, quienes controlan el poder económico y político.

Para José Miguel Pereira, “En el fondo lo que hay es una estructura que determina lo que circula en cuanto a cine, danza, teatro y televisión. Y aunque digan que es solo diversión o entretenimiento están articuladas a unas ideologías que se reproducen y, aunque hay fisuras, buscan mantener el statu quo”.

Jorge Iván Bonilla cree que con estas estructuras de novelas se beneficia el orden social: “En términos de Gramsci, la hegemonía tiene que ver con la construcción de unos consensos y un orden social que hegemoniza formas de ver, prácticas, maneras de relacionarse”. No obstante, advierte que no se puede decir que frente a las pantallas hay gente que no se resiste al discurso, que no interpela, que no piensa.

Finamente, Carlos Obando indica que se beneficia el Establecimiento que maneja correlaciones entre las clases, clasista, excluyente y que vive de la trampa: “Eso normaliza ese tipo de comportamientos en una sociedad que ya los tiene, porque hay que tener claro que la novela es la representación de buena parte del país que vive y funciona de esa manera, con esos antivalores”.

Por otra parte, al tener en cuenta que los públicos no son pasivos y que los medios no pueden escudar su falta de responsabilidad social expresando que se puede cambiar el canal si la programación no gusta, es urgente exigir y que se emitan melodramas con mejores elaboraciones, argumentos y guiones.

Y en este caso se hace énfasis en los melodramas porque para Latinoamérica estos suscitan mucho interés, en públicos que desde hace décadas se han apropiado de ellos.

Entre sus temáticas podría haber unas ligadas a intereses de la construcción de nuevas relaciones sociales y culturales que superen las actuales, evidentes en estereotipos como los mencionados anteriormente, y que muchas expresiones políticas y movimientos culturales exigen dejar atrás por obsoletas.

Obviamente, puede haber riesgos para los monopolios corporativos en su comercialización, y es ahí donde canales estatales son fundamentales porque esa es una de sus principales responsabilidades.

El hecho de que parte de la programación televisiva de horarios triple A sea de entretenimiento, no le exime de una alta calidad en términos de evidenciar o proponer nuevas formas de ser, de contar y nuevas ritualidades. O resemantizaciones de la realidad con miras a que los públicos reflexionen y se formen con el objetivo de crear otras relaciones sociales, ojalá, exentas de los clichés que se identificaron en esta nota y de muchos otros más.

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