Masacre en Gaza

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Una jornada de protesta pacífica el viernes santo, reivindicando el derecho al retorno de miles de refugiados, se convirtió en jornada sangrienta

Ricardo Arenales

Al menos 18 palestinos fueron acribillados y 1.450 más resultaron heridos a causa de impactos de bala, disparos de tanques, drones y gases lacrimógenos, durante una jornada de movilización por el derecho al retorno, que organizó el grupo político Hamás el pasado 30 de marzo, en unos cinco puntos de la frontera entre la Franja de Gaza e Israel.

Bajo el lema “La gran marcha del retorno”, para denunciar las políticas de expropiación de tierras, limpieza étnica y apartheid que practica Israel contra los palestinos, la jornada se inició, de manera simbólica, el viernes santo, y se prolongará por espacio de seis semanas, hasta mediados de mayo, cuando el presidente Trump, en forma desafiante contra la dignidad palestina, anuncia el traslado de la embajada norteamericana de Tel Aviv a tierra santa de Jerusalén.

La consigna de la movilización por el retorno a las tierras de donde una vez fueron arrancados, la mayoría de los palestinos, responde a la vieja aspiración de que se aplique, sin más dilaciones, una resolución de la Asamblea General de las Naciones Unidas, de 1948, que establece para los palestinos el derecho al retorno y a ser indemnizados por los bienes destruidos o robados.

Hijos y nietos de desplazados

Esta resolución jamás se respetó por parte de las autoridades sionistas de Israel, el desalojo y la política de limpieza étnica se mantuvo a lo largo de siete décadas, y hoy el 80 por ciento de la población de la Franja de Gaza son refugiados de 1948, fecha luctuosa para Palestina, en que por la fuerza, manu militari, miles de habitantes de Franja de Gaza y Jerusalén fueron expulsados de sus tierras y sus viviendas, para dar espacio a la formación del estado de Israel.

Es por esto que, la consigna del derecho al retorno es tan sentida por el pueblo palestino. Desde 1948 a esta parte, más de un millón de ciudadanos fueron expulsados de sus tierras, o vieron demoler sus viviendas, para instalar asentamientos judíos en lo que fue su terruño. Este crimen étnico está perfectamente documentado. Pero eso no se menciona en Israel. Los palestinos, sin embargo, no lo olvidan.

Pero la consigna del retorno, al mismo tiempo, produce pánico en las autoridades de Tel Aviv. No solo porque les rememora las innumerables resoluciones de la ONU en defensa de los derechos de los palestinos. Sino porque le recuerda al mundo entero las matanzas, el genocidio, que precedieron al nacimiento de Israel como nación. Y mencionar el derecho al retorno es mencionar el crimen de origen.

Víctimas de un solo lado

Sobre los hechos de semana santa, la prensa occidental habló de ‘enfrentamientos’ y asegura que comenzaron cuando un grupo de jóvenes arrojó piedras contra tropas israelíes acantonadas al otro lado de un muro que separa a Gaza de Israel. Las autoridades palestinas desmintieron ambas versiones. Primero, no hubo agresiones por parte de los manifestantes, que desfilaban en forma pacífica. Segundo, no hubo enfrentamientos. Lo que se dio fue una masacre a sangre fría.

Un enfrentamiento en el que solo hubo víctimas de un lado. En el otro, no se produjo ni un rasguño. Hubo además premeditación en el crimen, desde antes de la movilización palestina. En efecto, a comienzos de semana, el general israelí Gadi Elzenkot, jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa de Israel, admitió: “hemos desplegado a más de cien francotiradores en la frontera para que, en caso de peligro, abran fuego” contra el enemigo.