No es un momento escogido al azar el que se utiliza para anunciar la bienaventuranza. Se hace en un momento de diversas crisis del capitalismo: la globalización, la climática, la humanitaria y la explosión de las migraciones
Alberto Acevedo
Con desbordado entusiasmo, el dueño y creador de Facebook, Mark Zukerberg, desde hace varios años ha venido hablando del metaverso, una expresión de la que se aproximan algunas definiciones, pero que todavía no figura en ningún diccionario. Lo curioso es que un término que aún no tiene una definición precisa, cuenta con un proyecto en el que Zukerberg vinculará en la Unión Europea a un ejército de más de cien mil empleados.
Intentemos nosotros la definición: “meta” significa más allá, y “verso” es una apócope de universo. Estaríamos hablando de un metauniverso o de un universo ampliado, basado desde luego en una realidad virtual en la internet y en toda la realidad aumentada: gafas de visión 3D, guantes, trajes, y todo tipo de hardware, creado o por diseñarse que permita ampliar la realidad, al punto de que ya no podamos discernir con claridad si estamos viviendo en un universo real o virtual.
El pasado 28 de octubre, en su cuenta de twitter, la empresa de Zukerberg anunciaba el nuevo nombre de Facebook: “Meta está ayudando a construir el metaverso, un lugar donde jugaremos y nos conectaremos en 3D. Bienvenidos al próximo capítulo de conexión social”. Y anunció que “los nombres de las aplicaciones que creamos (Facebook, Instagram, Messenger y WhatsApp) seguirán siendo los mismos.
En el ojo del huracán
No es un momento escogido al azar el que se hace para anunciar la bienaventuranza. Se hace en un momento de crisis diversas: del capitalismo, de la globalización, de crisis climática, de crisis humanitaria, de crecimiento de las migraciones, etc. Y como en algunas películas futuristas en que se afrontan situaciones de caos, los personajes suelen refugiarse en los videojuegos.
El anuncio de Zukerberg se da en momentos en que la Unión Europea había anunciado que investigaría a Facebook por prácticas de competencia desleal, y el Parlamento Europeo se había pronunciado por prohibir el uso del reconocimiento facial en espacios públicos, a lo cual contribuyó de manera decisiva Facebook.
Los eurodiputados pidieron que se prohíba el uso de la inteligencia artificial, debido a las altas tasas de error frente a grupos étnicos minoritarios, mujeres o ancianos. Pero también por el riesgo que la enorme cantidad de datos acumulados, puedan utilizarse para espiar y manipular a millones de ciudadanos. Y en esta práctica, Facebook ha sido pionera.
Reiniciar
Ahora la propuesta del metaverso pareciera una vía de escape no solo para las enormes crisis sociales, sino para los problemas internos de la empresa de Zukerberg, que está en el ojo del huracán. Lleva implícito el uso de millones de metadatos recolectados a lo largo de años por diferentes aplicaciones. Las mismas que permitieron a Cambridge Anaylitics incidir, mediante Fake News, en el triunfo del brexit en el Reino Unido, de Trump en Estados Unidos, de Macri en Argentina.
En los planes de Facebook, ahora rebautizada como Meta, se busca una mezcla de utopía con realidad. Nos diseñan un universo en el que, mediante un control manual y unas gafas especiales, podríamos convertirnos en un apuesto muchacho, y al mismo tiempo en una mujer hermosa, un viejo, un dinosaurio de Jurasssic Park.
Y en la actualidad, en medio de un mundo convulso, hacer que esa especie de avatar interactúe con otros avatares, forme comunidades (tribus), trabaje, juegue, se enamore, viva, muera, con la certeza de que, en caso de caos extremo, basta hacer clic en ‘reiniciar’, y de nuevo volvemos a ser la apersona que se nos antoje.
Un problema de billete
En el mundo del metaverso, seguramente habrá lucha de clases entre combos, tribus, clanes, que se enfrentarán a hombres poderosos, multimillonarios, por el control total de espacios de manipulación social. Entre tanto, en la realidad habrá quiénes se enriquezcan hasta el paroxismo con la industria de la realidad virtual.
Según la empresa Bloomberg, de análisis financiero, Zuckerberg, con una fortuna de 122.000 millones de dólares, que lo sitúa en el séptimo lugar entre los hombres más ricos del mundo, con su propuesta de desarrollar el metaverso, obtendría, solamente en el año 2024, 800.000 millones de dólares adicionales a su fortuna.
Facebook afirma que dejará de ser una empresa de redes sociales y se transformará en una metaversa; ya comienza a dar pasos en esa dirección. Acaba de presentar una plataforma de teletrabajo basada en la realidad virtual que se utiliza con gafas oscuras, también diseñadas por Zukerberg.
El lado oscuro
En la presentación de sus balances fiscales el año pasado, Facebook declaró una inversión cercana a los 18.500 millones de dólares en investigación y desarrollo, y que la mayor parte fue destinada a sus divisiones de realidad virtual y realidad aumentada. Por el mismo camino se orientan Amazon, Google, Huawei, Microsoft y otras plataformas.
El mundo que nos ofrecen empresarios como Zukerberg, no es precisamente un paraíso. Louis Rosenberg, el científico que desarrolló el primer sistema de realidad aumentada cuando trabajaba para el Laboratorio de Investigación de la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, habla de un lado oscuro del metaverso, y de la forma negativa en que puede repercutir en los individuos.
Una de las mayores preocupaciones del científico es el potencial que esta tecnología tiene para manipular el sentido de la realidad en las personas, para imbuirlos cada vez más en una burbuja individual, que la aparta de una realidad colectiva, que anula su capacidad de lucha por sus derechos fundamentales y vitales.
Por su parte, el escritor y antropólogo israelí Yuval Harari, llama la atención de que los datos personales que los ciudadanos proporcionan a las grandes corporaciones, acabarán por ser aprovechados para ‘hackear’ al propio ser humano si no se llega a regular la recolección de datos y la inteligencia artificial.
Los métodos de control social y manipulación se volverán cada vez más sofisticados con el uso de la inteligencia artificial. “Netflix nos dice que ver y Amazon nos dice que comprar. Con el tiempo, dentro de 10, 20 o 30 años, estos algoritmos también podrán decirnos qué estudiar en la universidad y con quién casarnos, e incluso por quién votar”, advierte Harari.