Johana Ramos*, quien narra su historia para VOZ, se vio forzada a ser madre adolescente, debido a la falta de orientación por parte de los familiares y de la escuela
Renata Cabrales
@RENATARELATA
“No fui a que me realizaran un aborto, no porque no quisiera o porque fuera prohibido en ese entonces, sino porque no tenía dinero, yo averigüé con una amiga y me cobraban más o menos el valor del salario mínimo hoy en día. Yo era casi una niña, mis padres no estaban bien económicamente, y él, de quien quedé embarazada, se perdió. La familia se cambió de casa cuando se enteró”. Dice Johana, quien tenía 14 años cuando quedó embarazada hace 19 años.
Es tan grave la indiferencia y así mismo, el desconocimiento del tema sobre los embarazos adolescentes, por parte del Estado y los gobiernos de turno, que durante la última campaña presidencial, en medio de uno de los tantos debates, el actual presidente, Iván Duque, con la ignorancia que lo caracteriza, insinuó que a las jóvenes habría que ponerlas a trabajar, para que no se embaracen. Es claro que su mentalidad cuadriculada y su egoísmo no le permiten ver que estas niñas y jóvenes lo que necesitan son garantías de educación con enfoque de género y de una vida digna dentro de un círculo familiar que no las vulnere, pues muchas son abusadas por familiares e incluso, por sus propios padres.
Según cifras del DANE de 2016, una de cada cinco mujeres embarazadas tiene menos de 19 años. Estos embarazos no resultan, por lo general, de relaciones pares, pues el 99,2% de las adolescentes tiene hijos con adultos. En muchos casos, les toca enfrentarlo solas.
Causas y graves consecuencias
Según el último estudio de Profamilia y Fundación Plan: Determinantes en el Embarazo en Adolescentes en Colombia, Explicando las causas. Un estudio a profundidad a partir de la Encuesta Nacional de Demografía y Salud – ENDS 2015 (Encuesta Nacional de Demografía y Salud), citando a Flórez C, en Fecundidad Adolescente y Desigualdad en Colombia: “El embarazo en la adolescencia es considerado un problema de salud pública, con marcadas consecuencias sociales y económicas, ya que está relacionado con la reproducción intergeneracional de la pobreza, el bajo logro escolar y la falta de oportunidades; así como con profundas consecuencias para la salud: el embarazo en la adolescencia afecta la salud física, mental y social de las mujeres más jóvenes y continúa siendo uno de los principales factores de mortalidad materna e infantil. (Flórez C., 2006)”.
“Pasaba el tiempo y no sabía qué hacer, no podía abortar por falta de dinero. Entonces, decidí irme de la casa y buscar al papá y a su familia, no fue fácil localizarlos, pero lo hice. Así que fui a su casa y él no me quiso recibir, fue su hermana quien me dejó entrar y esperar a que la mamá llegara de trabajar. La esperé durante cuatro horas. Cuando llegó le conté todo porque necesitaba desesperadamente el apoyo de alguien, pero ella, de manera despectiva, me dijo que había que hacer una prueba de ADN, para así poder responder económicamente por el bebé. Pensé que me ayudaría y por eso les dejé una carta a mis padres contándoles todo, pues aún no sabían… Pero me tocó regresar, porque esa familia no me ayudó. luego me enteré de que se había trasteado otra vez y volví a perderles el rastro…Así que nació mi hija y no tenía con qué mantenerla y mis progenitores era poco lo que podían hacer por nosotras. Asimismo, tampoco había podido volver al colegio. Me tocó entonces, trabajar muy duro, en lo que fuera, haciendo aseo, sobre todo, para poder darle de comer a mi hija”, afirma Johana Ramos.
Según el mismo análisis de Profamilia y Fundación Plan, basado en la última encuesta ENDS 2015, las principales causas del embarazo adolescente son el inicio temprano de la menarquía, el inicio de relaciones sexuales, la nupcialidad o las uniones tempranas, el uso de los métodos de anticoncepción, y “el acceso a servicios de salud y educación constituyen los determinantes proximales de mayor contribución del embarazo en la adolescencia”.
Así mismo se advierte en el estudio, que, “a nivel de determinantes intermedios, se encuentran las condiciones familiares, el abuso o violencia, la supervisión y el diálogo entre padres o cuidadores y adolescentes y jóvenes, las normas de funcionamiento del hogar, la retención en el sistema escolar, la formación de calidad en Salud Sexual y Reproductiva (SSR) y Derechos Sexuales y Reproductivos (DSR) en la escuela”.
Por otro lado, en cuanto a las consecuencias, el mismo estudio indica, basándose en datos del Fondo de Población de las Naciones Unidas que el embarazo conlleva graves consecuencias en la salud de las niñas y las adolescentes, ya que no se encuentran físicamente preparadas ni para el embarazo, ni mucho menos para el parto, lo que las hace más propensas a padecer serias complicaciones. Asimismo, según el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, 2016, “las adolescentes y jóvenes en embarazo tienen mayor posibilidad de abandonar sus estudios, volver a quedar en embarazo y con ello menor posibilidad de acceder a trabajos bien remunerados cayendo en una de las llamadas ‘trampas de la pobreza´”. La relación embarazo – adolescencia – pobreza, garantiza la reproducción de la pobreza.
La moral religiosa
La iglesia católica se ha encargado de promover un programa llamado “40 días por la vida”, que se basa en orar días enteros por los supuestos bebés que corren el riesgo de ser abortados, y lo hacen enfrente de organizaciones como Profamilia y Oriéntame, que tienen como fin guiar a las mujeres en el tema de sus derecho sexuales y reproductivos y prestarles la información adecuada sobre la sentencia C355 de 2006, con el fin de que conozcan su derecho a la Intervención Voluntaria del Embarazo (IVE) en caso de requerirlo. Pero los objetivos de la Iglesia Católica con sus 40 días de oración en contra del aborto, es garantizar la culpa en las mujeres, sobre todo en las más jóvenes, para que no acudan a la IVE, por constituir supuestamente un pecado y además, un delito, logrando así que, a través de la culpa y el miedo, las niñas y jóvenes se vean obligadas a ser madres.
También las cientos de iglesias evangélicas que proliferan en el país, han promovido marchas en contra de la tal ideología de género, para impedir la cátedra de educación sexual en las escuelas, porque supuestamente las niñas y los niños se van a convertir en homosexuales y las niñas usarán el aborto como anticonceptivo. Contribuyendo de esta forma, a la proliferación de la ignorancia impuesta por el miedo al pecado que promulga la religión, la que a su vez, estando en un Estado laico, pretende defender a toda costa el “orden natural de las cosas”.
“Me vi forzada a ser madre siendo tan joven y pobre, pero algunas personas cercanas me advertían todo el tiempo que el aborto era un pecado y que era mi deber tener al bebé, pues si ya había tenido relaciones sexuales, entonces, debía asumir mi responsabilidad. A mí nadie me habló nunca, ni siquiera, de los métodos anticonceptivos”, afirma Ramos.
* Nombre cambiado a petición de la entrevistada.