Un médico y revolucionario caribeño

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Jaime Velásquez García.

Jaime Velásquez García o Pablo Torres, como era conocido en la vida revolucionaria, era un hombre de vida sencilla, austera y disciplinada, plenamente convencido que de poco servía curar los cuerpos de las personas si la sociedad en la que vivían seguía siendo injusta y desigual. Promovió un proyecto insurgente inédito con epicentro en la Serranía del Perijá que se extendió hasta la Sierra Nevada de Santa Marta

Juancarlos Gamboa Martínez

El 9 de diciembre de 1970 en Quito, Ecuador, en extrañas circunstancias no plenamente esclarecidas, muere en forma violenta el médico, revolucionario, partisano y políglota Jaime Velásquez García (1931-1970), recordado no sólo por su brillante carrera como médico, la cual ejerció en distintos hospitales de Colombia, Estados Unidos, Cuba y Canadá, sino por tempranamente haber promovido, aproximadamente entre 1963 y 1966, un inédito proyecto insurgente que, con epicentro en la Serranía del Perijá, se extendió hasta la Sierra Nevada de Santa Marta.

Médico rebelde

Había nacido el 1 de febrero de 1931 en Ciénaga, Magdalena, en el seno de una prestante y reconocida familia. Fue el segundo de cinco hermanos del matrimonio de Silvio Velásquez Acosta con Rita Mercedes García D´Marchena. Estudió su bachillerato en acreditados colegios como el Biffi La Salle de Barranquilla y el Fernández Baena de Cartagena de Indias, en donde a la postre se graduó.

Con 19 años de edad ingresa a la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia, en la que luego de un extraordinario desempeño académico obtiene su título en 1955 y participa destacadamente en las luchas estudiantiles que se opusieron a la dictadura militar que entre 1953 y 1957 instauró el general Gustavo Rojas Pinilla (1900-1975).

En la perspectiva de continuar con sus estudios viaja al exterior para realizar algunos cursos de profundización en Francia, Estados Unidos y la URSS y especializarse como cirujano en Canadá. A la edad de 22 años se casa con una bogotana, de quien posteriormente se divorciará, y de cuya relación nacerían sus cuatro hijos, los únicos que tuvo.

Primer proyecto insurgente en el Caribe

Simultáneamente a su destacado ejercicio profesional llevaba a cabo una intensa actividad revolucionaria. Hombre de vida sencilla, austera y disciplinada, estaba plenamente convencido que de poco servía curar los cuerpos de las personas si la sociedad en la que vivían seguía siendo tan injusta y desigual.

Siendo un hombre de acción, amante de la justicia y la verdad, mientras se desempeñaba como médico en Valledupar en el Hospital Rosario Pumarejo de López, dedicó grandes esfuerzos a darle forma y contenido a la que tal vez sería la primera experiencia de foco revolucionario de la que se tenga noticia en el Caribe, la cual se vino al traste debido a una delación que derivó, en primer lugar, en la captura, tortura y muerte, a manos de la fuerza pública, de dos de sus más connotados integrantes: el atanquero Paul Arlant y el villanuevero Sergio Martínez, en un hecho ocurrido el 15 de febrero de 1966 en Agustín Codazzi.

En segundo lugar, en la feroz persecución que le sobrevino en su contra, lo cual le obligó a salir rápidamente de la región para irse a refugiar, durante una buena temporada, junto a las nacientes FARC-EP, con las que perfeccionó los conocimientos en la guerra insurgente.

Llegada a Ecuador

A fines de 1969, y luego de casi tres años de estar alternando el desempeño de su profesión médica, la cual, valga recalcar, siempre fue altamente valorada y apreciada por su dedicación y compromiso, con un silencioso trabajo organizativo entre sectores populares e intelectuales progresistas en distintos lugares del territorio.

Finalmente, junto a su segunda esposa Susana Bernard, recala en Quito, Ecuador, lugar en el que logra establecer vínculos con revolucionarios de ese país, varios de los cuales posteriormente fundarían la organización insurgente Alfaro Vive ¡Carajo!, AVC, empleándose a fondo en la consecución de recursos para la creación de una estructura guerrillera que ingresaría al país por el norte del Ecuador.

Sobre su muerte, que sobrevino en el marco de un asimétrico operativo militar ejecutado por la fuerza pública ecuatoriana, al ingresar de manera intempestiva, con armas letales, a la residencia en la que vivía y en la que, según algunas versiones, podría haber estado involucrada la CIA; se han tejido versiones muy contradictorias que van desde un suicidio, previniendo una captura que derivaría en torturas y tratar así, de garantizar la seguridad de sus otros compañeros, hasta la ejecución extrajudicial donde pudiendo ser neutralizado y capturado por las autoridades, se optó sin más por una muerte ejemplarizante. Sea como fuere, terminó siendo “una víctima de la represión continental”.

Días después, su cuerpo fue repatriado por su hermano y, en medio de un multitudinario y sentido cortejo fúnebre, al que asistieron intelectuales y amplios sectores populares del país y de la región, fue sepultado en el cementerio Jardines del Recuerdo, en Barranquilla. Hoy en día a través de su lápida se observan huellas de su memoria.

Fruto de su experiencia insurgente es el libro que escribió entre 1968 y 1969, el cual fue publicado póstumamente en Francia, en 1971 bajo el seudónimo de Pablo Torres, y en Colombia, en 1975, con el título “Contrainsurgencia y guerra revolucionaria”, en el que, a la manera de un manual, se describen aspectos poco conocidos de la cotidianidad guerrillera y en el que se encuentra plasmado su mensaje revolucionario a los pueblos de Nuestra América.

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