Memorias guerrilleras

0
931
Boris Guevara, en la grabación de la película. Foto Jacinto Constante

Un largometraje con cinco historias paralelas narra las vivencias de los y las combatientes en la guerra. Es un espejo del conflicto contado por quienes lo sufrieron y la forma en que desde la reincorporación un colectivo de comunicaciones aporta a la construcción de la paz

Carolina Tejada
@carolltejada

“Estábamos en la en la Zona Veredal de Transición y Normalización Carlos Patiño, en La Elvira, en el departamento del Cauca, y Coral llegó buscando otra cosa totalmente diferente, llegó con una investigación sobre los antiguos mandos de Farc y buscaba a Miguel Pascuas -un veterano de las Farc-EP-, pero nos encontró a nosotros en un taller de comunicaciones”, comenta Boris Guevara, firmante de la paz y quien hizo parte de la insurgencia desde muy joven.

En los últimos años de experiencia en las Farc, cumplió funciones en el equipo de comunicaciones que, desde La Habana, acompañó los diálogos de paz. Boris, participó de este proceso el cual le dejó anécdotas y experiencias y que fue conducido por el director de cine Ricardo Coral.

El ojo de Coral

“Él estaba conociendo la zona y nos montamos todos en un camión, en ese momento no habíamos dejado las armas, y en el camión de camino del ETCR al campamento la Guayabera, -un campamento que luego del 31 de enero del 2017, cuando se concentraron todas las tropas cumpliéndole a la paz para la dejación de las armas, tuvieron que improvisar ante el incumplimiento del gobierno de tener listo el ETCR para recibirles-, surgió la idea de hacer una película”.

Colgados en ese camión, con los fusiles terciados, Coral nos dijo: “¿muchachos y ustedes qué, es que están haciendo algún taller?”, y le dijimos sí. Éramos más de cincuenta personas haciendo el curso de comunicaciones, cada persona se especializaba en algo. Para eso había profesores en escritura de guion, cámara, sonido etc.”.

La idea con el curso, comenta Boris, era bajar a los ETCR la experiencia de comunicaciones que habían tenido en La Habana. En medio de esa experiencia en la que se combinaban las ganas de aprender, de seguir trabajando por la paz y en medio de la diversidad que componía un gran número de hombres y mujeres afro, indígenas, caleños, caucanas etc, es que el ojo cinematográfico de Coral entra al ruedo.

En el camión, camino a la Guayabera, Coral, cuenta Boris, les dice: “Pero ustedes tienen de todo aquí, ¿y si hacemos una película?” y “le dijimos hágale. Llévele la propuesta al secretariado y le hacemos”, y Coral se fue, los muchachos, recuerda Boris, no tenían muchas expectativas, la gente siempre iba y proponían cosas y nunca volvían. Pero, un mes después Coral regresó, volvió con todo un equipo de profesionales para grabar Memorias guerrilleras.

El grupo de personas que estaban en el curso no tenían experiencia en películas, “solo sabíamos hacer reportajes, presentar noticias. La experiencia para la película era de él” menciona Boris refiriéndose a Coral. Solo un mes tenía el equipo de profesionales y la muchachada para montar la propuesta antes de la dejación de las armas y el lanzamiento del nuevo partido.

Boris se encargó de mover la producción y la logística desde Farc, de coordinar con el secretariado y con Coral los detalles que se necesitaban para sacar adelante la película. Los equipos que tenían desde la experiencia en La Habana, fueron los mismos con los que lograron todo el rodaje en formato de 4K.

“Nos salvó la disciplina”

Con el tiempo contado para terminar la grabación, para repetir y repetir cada escena en medio del cansancio, de la poca experiencia como actores y actrices, de la incertidumbre de dejar las armas y de ver cada día las noticias de un nuevo asesinato de líderes sociales, etc. Boris recuerda que se seleccionaron las cinco historias de entre más de 20 historias de vidas guerrilleras, se distribuyeron papeles e inició el proceso. Entre risas contó que, “nos salvó la disciplina” porque en medio de esa diversidad poner de acuerdo “a afros, indígenas en medio de la recocha y cumplir en un mes, no era fácil”.

En medio de las anécdotas de la grabación, Boris recuerda que también, en ese momento de la grabación, había tristeza y “el miedo era real” eso se expresó en la película en una de las escenas en donde Karla, una de las protagonistas, se quiere ir del campamento y “realmente llora grabando la escena, y se nos hizo un nudo en la garganta porque sabíamos que después de un mes, luego de entregar el fusil, no nos iban a cumplir”. Con risa nerviosa recuerda la incertidumbre, “faltaba un mes para la dejación y de ahí para allá nos podía caer un bombardeo encima, el ejército nos podía caer, etc.”.

Entre grabación y grabación, pasó el día de la dejación, se llevaron los fusiles y les toco improvisar. Viajaron hasta Cali para conseguir fusiles de palo, y con cuatro fusiles que se rotaban entre escena y escena avanzaron. “El tiempo estaba en contra de nosotros y si dejábamos más tiempo para grabar, el escenario iba a desaparecer. La película era con esa gente, ese escenario y ese momento”. Luego de la entrega de armas la gente comenzó a salir de los campamentos, la disciplina se fue perdiendo y era mejor aprovechar la coyuntura.

Un guion y múltiples vidas

La película se grabó en un mes y la postproducción se hizo en cuatro años. El resultado fue, un largometraje, compuesto por cinco historias paralelas. Cada una narra las vivencias de los y las combatientes en la guerra, sus temores, sus amores, sus sueños y conflictos en el proceso de transición a una vida sin armas. Esta película, como dice la sinopsis, es una visión del conflicto, contada por quienes lo sufrieron en carne propia.

La historia de William, Freddy, Vanesa, Jerson, de Karla y Eliana, es el reflejo de miles de historias de quienes se vieron, en medio de la desigualdad social, de la violencia paramilitar o institucional, e incluso de la violencia sexual o el maltrato en el seno de sus familias, por el hecho de ser mujeres, en la necesidad de ingresar a la guerrilla. Pero también, de la realidad interna, de los conflictos en armas, los amores y desamores, la infiltración de la que poco se habla en los ejércitos y de la llegada de la firma del Acuerdo de Paz.

Nunca antes, dicen sus protagonistas, la guerra en Colombia había sido narrada de tal manera, con la inexperiencia ante una cámara, pero con toda la legitimidad para contarle al público, sus historias, como las de cientos de exguerrilleros y guerrilleras en el país.

Un homenaje a David Marín

David Marín es el nombre del colectivo de comunicaciones que trabajó la película. Era un guerrillero de Caldono, en el Cauca, “un líder innato que se destacó en el grupo, fue protagonista, director de arte y fotógrafo en la película. Y fue un muchacho muy comprometido con la paz. Estaba en una zona de conflicto, -luego de la entrega de armas y de terminada la grabación del largometraje, y fue asesinado en julio del 2019” comenta Boris. Es por esa razón que el colectivo adopta el nombre de David, en homenaje a sus luchas y sueños.

Dentro de los planes, luego del lanzamiento de esta producción que se hizo en Bogotá, en la Cinemateca Distrital, con el apoyo de la Alta Consejería de Paz de Bogotá, como colectivo pretenden continuar trabajando desde lo audiovisual, como “una forma de resistencia desde el cine alternativo, documentando las realidades sociales. Porque siempre prevalecen las narrativas institucionales, a las que les dan los fondos para trabajar” y para ello, no solo pensaron en la creación de contenidos audiovisuales, la gestión, también existen proyectos auto sostenibles como una plataforma que se denomina Memorias Guerrilleras – https://memoriasguerrilleras.indyon.tv/ – “que también es hecha por excombatientes”.

La película se puede ver ingresando a la plataforma y pagando un aporte simbólico que irá para el proceso de reincorporación de las personas que integran el colectivo.

Boris comenta que este es un aporte a la paz, al lado del colectivo y con otros muchachos y muchachas de otros ETCR del país, tienen la intención de seguir gestionando y seguir produciendo, “desde el arte y la cultura, contenidos de paz. Incluso, no solo con firmantes de la paz, también con la sociedad civil. Porque, no necesariamente todo es malo. A pesar del no, de las contradicciones, del gobierno, a pesar de todo eso, le seguimos apostando a la paz”.