La teoría de la economía feminista gira en torno a la crisis sistémica que se advierte de acuerdo con la obvia debilidad de un modelo productivo, social y cultural que ha impuesto el capitalismo y que padecen, sobre todo, las mujeres de América Latina
Renata Cabrales
@renatarelata
La economía feminista tiene su origen en los movimientos sociales, pero sobre todo, en el movimiento de liberación de la mujer, y viene de los años sesenta durante el debate sobre el concepto de reproducción y la función del trabajo doméstico y la discriminación hacia las mujeres. El capitalismo, con su sistema económico neoliberal, ha creado una crisis en el modelo productivo, social y cultural y es en ese punto de inflexión que el feminismo busca interpretar los procesos económicos e identificar sus intereses y la forma como las mujeres, de manera diferenciada participan en diversos campos y cuáles son las contribuciones, no reconocidas, que realizan a diario para el sustento de una sociedad.
Es en cuanto a la sostenibilidad de la vida y del cuidado de seres humanos y de la naturaleza, en su conjunto, en contra de la acumulación capitalista y el individualismo, como instrumentos del mercado, que la relación entre economía y feminismo tiene como objetivo la transformación radical de la definición de sociedad y su modo de organización, dándole la prioridad al cuidado de las personas, de la naturaleza y de la vida.
Por una sociedad sin explotación y sin jerarquías
Silvia Federeci, en su ponencia Comunes y comunidad ante las desposesiones del neoliberalismo, que hace parte del seminario internacional Luchas y alternativas para una economía feminista emancipatoria, realizado en Asunción, Paraguay, los días 28 y 29 de noviembre de 2017, hace una crítica a la explotación capitalista de las mujeres y sugiere la necesidad de una economía solidaria y emancipatoria.
Para la economista de tradición marxista, la tarea principal de la economía feminista, es la crítica de la lógica de la acumulación capitalista, apoyada en la explotación del trabajo humano y la privatización, bien sea de la riqueza producida o la natural. Lógica que, según Federici, tiene un efecto destructivo sobre la vida de las personas y, por eso: “ Hay que repensar las actividades que nos reproducen en el contexto de otra lógica, capaz de generar otro sentido común, capaz de demostrar que se puede crear una sociedad sin explotación, sin jerarquías, fundada sobre un principio de justicia social…La economía feminista debe demostrar que no hay escasez, que hoy y siempre la escasez es y ha sido producida por las desigualdades sociales, por un sistema que está comiendo el mundo, que se apropia de la riqueza natural y no se preocupa de mantenerla o reproducirla para las nuevas generaciones”.
Otra tarea importante de esta forma de economía es elaborar críticas a la política neoliberal y a sus proyectos de desarrollo, pues otra de las críticas de Federici es la tendencia a depender cada vez más del mercado para nuestra reproducción, y pone como ejemplo a los Estados Unidos donde hay muchas personas que hoy viven de su tarjeta de crédito, incluso para comprar comida. “Necesitamos documentar y comprender la lógica de esta “financierización de la reproducción social” y también la lógica del extractivismo que despoja a las personas de la tierra y del territorio, de las aguas, para ponerlos en manos de las compañías mineras, petroleras o de las que impulsan la gasolina verde”.
Las trampas del empoderamiento
Por otro lado, Silvia Federici propone denunciar los programas que están destruyendo las vidas de muchas mujeres: Uno es el microcrédito, cuyo objetivo, se supone era poner fin a la pobreza de las mujeres y empoderarlas. En realidad, ha transformado a muchas mujeres en deudoras, sujetas a varias formas de violencia. “Cuando no pueden pagar los préstamos, los bancos las penalizan, avergonzándolas públicamente, sometiéndolas a violencias psicológicas y físicas; así es que muchas veces pierden el apoyo de sus familias y de sus comunidades. En varios países, mujeres se han suicidado a causa de la vergüenza que tenían por no poder pagar los préstamos”.
Un análisis del microcrédito muestra, según la escritora, cómo estos programas son construidos de tal manera que sirven para alejar a la población femenina del campo, “porque las que toman los préstamos deben pagar inmediatamente y todas las semanas, de modo que no pueden aplicar el préstamo al cultivo, que tiene ritmos estacionales que no permiten una ganancia a corto plazo. Estos programas sirven, por tanto, para extender las relaciones monetarias sobre mujeres que podrían tener un poco de autonomía cultivando su tierra… Hoy se habla de la feminización de la pobreza; hay mujeres que venden todo, incluso sus órganos (sus riñones), sus vientres (en la maternidad subrogada), sus hijos”.
El pacto de “equidad” en Colombia y el Plan Nacional de Desarrollo
Angélica Bernal Olarte en su artículo, Plan Nacional de Desarrollo: insuficiente para las mujeres, publicado en Razón Pública el 6 de mayo 2019, hace una crítica de un apartado aislado del PND que se denomina “Pacto de equidad para las mujeres”, que “no tiene en cuenta las diferencias y desigualdades entre ellas, y deja de lado amplios sectores de mujeres que enfrentan injusticias también por ser parte de pueblos y comunidades afectadas por una sociedad desigual e injusta”.
En este punto, es necesario mencionar que el Acuerdo de Paz propone una Reforma Rural Integral que propende por la transformación estructural del campo y en particular al cierre de la frontera agrícola, que busca que las comunidades campesinas, indígenas y negras en sus territorios disfruten de un ordenamiento socioambiental sostenible. Esta transformación busca además, una mejor distribución de la tierra y la titularidad de esta para las campesinas, lo cual constituye un verdadero cambio en la vida de las mujeres rurales y trabajadoras de la tierra.
Mujer rural e inequidad en Colombia
La Vicepresidenta del país, Marta Lucía Ramírez, lejos de apoyar lo propuesto en el Acuerdo, firmó el Pacto por la Equidad de la Mujer Rural, en octubre de este año, a propósito del Día Internacional de la Mujer Rural, en el cual se establecieron compromisos para lograr el “cierre de brechas que enfrentan las mujeres rurales en diferentes ámbitos con el propósito de mejorar la calidad de vida y las condiciones económicas y sociales”. El pacto se firmó durante un acto liderado por la vicepresidenta, el ministro de Agricultura Andrés Valencia y los ministerios comprometidos con la supuesta estrategia integral que propende por el “empoderamiento” de las mujeres rurales, quienes representan el 47,2% de la población rural, lo que equivale a 5.162.926 mujeres.
Ramírez promueve un falso feminismo y engaña a las campesinas con créditos “solidarios”, que, como lo advierte Federici son programas que solo sirven para alejar a las mujeres del campo. La viceministra también anunció que, por medio de las Líneas Especiales de Crédito, “las cuales tienen beneficios especiales para las mujeres, se han otorgado 11.387 créditos, por un valor total de $156.681 millones con un subsidio de $18.137 millones, en el primer año del presidente Iván Duque”.
Vale la pena recordar que el plan de Ramírez de endeudar a las campesinas y microempresarias, bajo el supuesto neoliberal de empoderamiento, incluyó la invitación de Ivanka Trump, quien vino a enseñar a la población femenina de América Latina a “empoderarse” y presentó en Colombia la Iniciativa para el Desarrollo y la Prosperidad Global, para empoderar a 50 millones de mujeres y relacionó, además, el empoderamiento económico femenino con la construcción de la paz en el país, “donde las mujeres están jugando un papel creciente en el desarrollo económico”.