
Gabriel Becerra Y.
@Gabocolombia76
Las primeras elecciones al Congreso de la República, luego de la firma del acuerdo de paz que puso fin al enfrentamiento armado de 53 años con la guerrilla de las FARC, se realizarán sin cambios sustanciales en el régimen político colombiano, históricamente excluyente. La reforma electoral prevista en el punto 2 del Acuerdo fue bloqueada por las elites bipartidistas que también negaron las 16 circunscripciones especiales de paz para los ciudadanos de territorios afectados de manera grave por la pobreza y la violencia.
La normatividad y la organización electoral mantiene vivo el ventajismo de los partidos políticos tradicionales. El fallo reciente de la sección quinta del Consejo de Estado a favor de los derechos del movimiento MIRA que les reconoce tres senadores, después de casi cuatro años de su elección, ilustra con claridad la ausencia de transparencia que persiste en el proceso de escrutinios.
El Consejo Nacional Electoral es una vergüenza ética. La mayoría de sus magistrados, adversos a las minorías y a la oposición, absuelven y protegen a sus políticos como en los casos del bloqueo a la revocatoria del Alcalde Mayor de Bogotá o el archivo o dilación en los casos de las investigaciones por financiamiento ilegal, debidamente documentadas y reconocidas por altos directivos de Odebrecht, en las campañas a Oscar Iván Zuluaga y Juan Manuel Santos.
La violencia política tampoco da tregua. A las escandalosas cifras de asesinatos en contra de líderes sociales, se suma una peligrosa campaña de intolerancia y agresiones desde algunos sectores de los medios de información, jerarcas religiosos, grupos económicos, y también de la misma institucionalidad civil y de policía como quedó demostrado en Cúcuta con el atentado a Gustavo Petro.
Más que a una polarización se asiste a una radicalización de núcleos de la derecha articulados a economías ilegales y paramilitares que amenazan con incendiar el país si la izquierda y el progresismo avanzan en espacios de representación y gobierno. Ante esta amenaza la propuesta de un Pacto Político Nacional contra la violencia es acertada y debería suscribirse lo más pronto posible con el mayor número de partidos y movimientos.
A pesar de estas adversidades, la crisis política y económica también es un campo de oportunidad para las fuerzas alternativas. Nada nuevo pueden ofrecer quienes han llevado al país a la crisis en la que se encuentra. El objetivo de construir una paz estable y duradera necesita de una nueva institucionalidad política y un nuevo poder, es con esta perspectiva que llamamos a asumir sin ambigüedades la disputa electoral del próximo domingo 11 de marzo y lograr movilizar a favor de la consulta presidencial por la paz y por la vida, y por las Listas de la Decencia al Senado y a la Cámara de Representantes el mayor número de votantes posibles.
El contenido y la manera como Gustavo Petro viene enfrentado el debate electoral ha generado un despertar político en importantes regiones y sectores sociales, y muy especialmente en la juventud. A su lado la figura de la compañera Aída Avella también es reconocida por su consecuencia política en representación del legado de la Unión Patriótica y el Partido Comunista. Sus candidaturas y las listas a Cámara representan el esfuerzo unitario por aportar a una bancada política comprometida con un programa de reformas democráticas en la que se destacan puntos como la defensa del acuerdo de paz y la solución política; la defensa del agua y los recursos naturales contra la mega minería y por un cambio en el modelo de desarrollo; la defensa de los derechos sociales, con especial énfasis en la educación y la salud pública; la reforma política y a la justicia, y la lucha frontal contra la corrupción.
Llegó el día electoral. Que nadie sea indiferente a este nuevo capítulo en la lucha por derrotar el miedo y abrir camino a la democracia. ¡A votar por Petro, Aída y las listas de la Decencia!