Miradas

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Jaime Cedano Roldán
@Cedano85 

Movimiento de urnas se vive por todo el continente en este año 2018. Un periodista habla de “las urnas abiertas de América Latina”, parafraseando el titular de aquel viejo pero muy vigente libro de Eduardo Galeano.  Pocas, de tantas elecciones, alcanzan alguna repercusión mediática internacional. Se habla algo de las brasileñas o de las mexicanas; incluso de las venezolanas. Hay movilizaciones poselectorales en Honduras, donde grandes y reprimidas movilizaciones denuncian el fraude. Inesperadamente, por cuenta del destape del maniqueísmo estadístico del Banco Mundial, se vuelve a hablar de las elecciones chilenas.

En Ecuador se realiza por estos días una consulta popular que tiene las dimensiones de unas presidenciales por las políticas que está desarrollando el gobierno de Lenín Moreno, abiertamente contrarias al ideario de la Revolución Ciudadana.

A los anteriores escenarios hay que agregarles las permanentes movilizaciones contra los paquetazos de Macri, la profunda crisis abierta por el negociado indulto a Fujimori y hasta las reacciones por los insultos de Trump. Solo Cuba avanza tranquila y sin conmociones en sus procesos electoral y de cambio en el Palacio de la Revolución. Las elecciones de Costa Rica y Paraguay parecieran no interesarle ni a los propios costarricenses y paraguayos.

Estos procesos electorales hacen parte de la disputa de toda la región. Y en ella entran las elecciones del gigante Brasil hasta las de la pequeña Costa Rica. Algunos hablan que la disputa ya está resuelta y que el péndulo ha marcado la muerte y el fin del llamado ciclo progresista. Pero tal parece que la cosa no es tan fácil. Aunque recurrieran para ello a la guerra sucia, el bombardeo mediático, las provocaciones y montaje de farsas jurídicas.

Ni siquiera han sido suficientes las equivocaciones, limitaciones y vacilaciones de algunos de los gobiernos del cambio. Los pueblos latinoamericanos han ido aprendiendo en su propia experiencia que otra forma de hacer política es posible y que no están condenados a la dictadura eterna de los viejos bipardidismos o de los partidos que los están sustituyendo. Son posibles otras políticas, y otras alternativas tienen camino.

Este escenario continental y universal no puede negarse en las elecciones colombianas. Y no puede ser despreciado. No puede perderse en cálculos egoístas y tacticismos electorales de acumulaciones personales de votos, clientela y vanidades.

No son tiempos para aves de corto vuelo. Es la hora del cóndor. Y si les aterra el llamado “castro-chavismo”, que no lo hagan con Martí que llamaba a ver más allá de la aldea, a no contentarse solo con ser el alcalde del pueblo y ver los cometas que van engullendo mundos. Es la hora de la unidad, que es amplitud de horizontes y de transformaciones. De mirar un poco más allá del propio ombligo.