Entre el modelo neoliberal y la extrema derecha fascista

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El recurso del miedo, tras un atentado que fue magnificado por la gran prensa francesa, llevó a que muchos electores desestimaran la opción de la izquierda democrática, que defendió los verdaderos cambios que el país necesita

Ricardo Arenales

A pesar de que los candidatos más votados representan, uno un programa de desarrollo neoliberal, y la otra, una opción de extrema derecha populista y de tinte fascista, las elecciones generales de Francia del pasado domingo 23 de abril pueden calificarse como las elecciones del malestar general del pueblo galo frente a los necesarios cambios sociales, reprimidos por una globalización al servicio de los grandes capitales, que arrasa con las conquistas sociales de los trabajadores y del pueblo.

Estas elecciones se dieron en un marco histórico en que las sociedades comienzan a rebelarse contra las elites. Procesos electorales como el norteamericano, muestran una cierta ruptura con el establecimiento tradicional. En el caso de Francia, los dos partidos tradicionales, el socialista y el conservador, que se han turnado en el ejercicio del poder al menos en las últimas tres décadas, fueron relegados, confirmando esta tendencia.

Un indicador de esta debacle bipartidista, es que el actual presidente de Francia, el señor Françoise Hollande, tiene un nivel de popularidad de menos del 10 por ciento, el más bajo para un mandatario en ejercicio, en toda la historia de ese país. Y los candidatos escogidos por el bipartidismo, todos fueron sacudidos por escándalos de corrupción en favor de su familia o de miembros de su entorno político más cercano.

En estas condiciones, los candidatos que se alzaron con el mayor número de votos, y definirán la suerte de Francia en una segunda vuelta, el 7 de mayo próximo, son Emmanuel Macron, del partido En Marcha, una formación recientemente constituida, que aparece como una disidencia del gobernante Partido Socialista, que registró un 23.86 por ciento de los votos, y la señora Marine Le Pen, del ultra derechista Frente Nacional, con un 21.43 por ciento de las papeletas.

Estrategia del miedo

Las dos siguientes posiciones las ocupan, Françoise Fillon, del partido Los Republicanos, con el 19.94 por ciento de los votos, y el candidato de izquierda Jean-Luc Mélenchon, a nombre de la coalición Francia Insumisa, con el 19.62 por ciento.

A pesar del descontento de muchos electores en torno a la gestión del actual mandatario y al escepticismo frente a los postulados por la derecha tradicional, la política del miedo hizo eco en el electorado francés. La gran prensa de ese país sobredimensionó un tiroteo, en el que un ciudadano, que dijo ser simpatizante del Estado Islámico, mató a un oficial de policía e hirió a otro, y el hecho fue presentado como un acto terrorista de dantescas dimensiones, que ponía en peligro la seguridad de una de las mayores potencias del viejo continente. Fue, sin dudas, una jugada política, que hizo que electores escépticos se deslizaran hacia una de las dos opciones ganadoras.

Emmanuel Macron, cuya formación política se define como centrista y él mismo declara que su programa “no es ni derecha ni de izquierda”, fue un destacado ministro de Economía, Finanzas e Industria del actual presidente, Françoise Hollande. Durante muchos años fue funcionario de la banca Rotschild y proclama que el país debe abrirse a la inversión de capitales y disminuir los costos laborales. Esta es la esencia del programa de desarrollo neoliberal.

Para que todo siga igual

Tiene el apoyo de la banca internacional y de los ideólogos de la globalización de la economía. Ningún candidato de la actual contienda, ostenta tantas etiquetas y tantos apoyos de la Europa neoliberal, que Macron. No sobra señalar que es, sin lugar a dudas, el candidato del señor Hollande. Representa la vieja estrategia de la burguesía de esgrimir un aparente cambio, para continuar en lo mismo.

Por su parte, la señora Marine Le Pen, ha mostrado un discurso renovado, que busca distanciarse de su padre, Jean Marie Le Pen, fundador del partido, lo que le ha permitido presentarse ante los electores con un perfil menos radical. En sus últimas intervenciones suavizó su discurso contra el islam, ya no dice que este es sinónimo de terrorismo; ha morigerado sus arengas antigay, antiaborto, antiinmigrantes y antisemitas.

A pesar de su slogan de campaña, ‘Francia para los franceses’, su programa político mantiene su esencia nacionalista xenófoba. Ha levantado la consigna de hacer grande a Francia, un calco del discurso nacionalista de Trump en Estados Unidos. Dice defender la laicidad, tanto del Estado como de la escuela a través del combate al Islam y a la inmigración. Promete nacionalizar la economía y defender los bolsillos del pueblo. Es evidente que la Europa capitalista prefiere a Macron, y con seguridad, como ha sucedido en el pasado, la influyente prensa francesa cerrará filas en torno a Macron, planteando que Le Pen es encarnación del demonio fascista.

En todo caso, cualquiera de los dos va a profundizar la crisis del modelo de desarrollo neoliberal, no va a satisfacer los anhelos y las necesidades del pueblo raso francés, y partiendo de la base que ninguno de los dos ha alcanzado un 25 por ciento de los votos, será un gobernante con tres cuartas partes del electorado en su contra.