Óscar Dueñas
No es extraño que el juez Moro vaya a ser parte del gobierno en el palacio brasileño de Itamaraty. Basta recordar el comportamiento de la judicatura alemana en la época del nazismo. Con mayor razón ahora en tiempos de la judicialización de la manipulación mediática. Esto se analizó y determinó en el Plan Atlanta de 2012. Los jueces integran una clase media que ven en el fascismo una expresión política que permite mantener cierto manejo del poder, real o ficticio.
El problema de fondo es el rol de la actual judicatura, no solo en Brasil y Colombia sino en muchas partes del mundo (está el ejemplo de la Fiscalía española contra los catalanes).
Si se habla de actividad judicial, se entiende que el escenario es de justicia. Pero, si se trata de activismo judicial, éste se desenvuelve en las esferas del poder y, en tal situación, el operador jurídico ya no es un simple funcionario que crea derecho sino un magistrado que crea Estado. Cinco o menos personas se consideran autorizadas para hacer lo que piensan debe ser una elitista tiranía, en la cual los integrantes de una república no son ciudadanos sino pupilos.
Ejemplos de proyección de Estado y no de expresión del derecho son las sentencias por las cuales se afectó un Acuerdo de paz, se pisotearon las expresiones locales de la democracia participativa, se puso por fuera de la lucha política a determinada persona, se recortaron los derechos de los trabajadores y de los pensionados. Lo grave es que los jueces que así actúan han sido formados en la ideología neoliberal de las dos últimas décadas.
Sin embargo, hay algo curioso. Pareciera que se presenta como paradigma la conjunción del capitalismo extractivo con el especulativo. Eso se ve claro en Colombia y se verá en Brasil. La prueba de ello, las designaciones de los ministros de Justicia. ¿Será posible que, en un mismo recipiente, estén dos centros de pensamiento aparentemente disímiles: el The Movement de Bannon y la Open Society de George Soros?
Pero, esta postura no es creativa. Tampoco simplificar en una frase: judicialización de la política. En Brasil laboran 19.000 jueces y no todos son reaccionarios. En Colombia, los criterios de las minoritarias Altas Cortes han afectado la autonomía de las mayorías judiciales. Esto no es justicia. Por tanto, los sectores progresistas y democráticos debemos organizarnos y actuar contra esta tendencia derechizante.