Leidy Salgado y Wendy Corzo representan la nueva generación de mujeres intérpretes del vallenato que buscan conservar la esencia de la música de acordeón y aportar, desde su arte, a la transformación social y la construcción de la paz
Roberto Amorebieta
@amorebieta7
Se celebra la edición número 52 del Festival de la Leyenda Vallenata, el más importante certamen de este género que reúne cada año a los y las mejores intérpretes de la llamada música de acordeón. Como novedad, por primera vez se han creado dos categorías especiales para que las mujeres compitan entre ellas por el título de Reina del Festival.
VOZ viajó a Valledupar y dialogó con dos exponentes del folclor vallenato, Leidy Salgado y Wendy Corzo, concursantes en la presente edición, quienes reflexionaron sobre el papel de la mujer en la difusión de la música vallenata y los obstáculos a los que enfrentan a la hora de medirse con los hombres en un género caracterizado por la preeminencia masculina y por supuesto, el machismo.
Sonidos de resistencia
La música vallenata nació en la segunda mitad del siglo XIX en el valle del río Cesar, en la región Caribe colombiana. Su origen fue claramente campesino y popular y en sus inicios se caracterizó por su rítmica, propia de los cantos de vaquería, y sus letras que narraban episodios de la cotidianidad de los pueblos de la comarca.
Los primeros intérpretes eran juglares que, de modo similar a quienes en la Edad Media narraban las hazañas y gestas de los caballeros andantes, aquí relataban episodios que involucraban no solo a los notables de la región sino también a los campesinos, pescadores y vaqueros que habitaban estas tierras generosas y acogedoras.
Su fama creció y se extendió por toda la región Caribe durante la primera mitad del siglo XX, pero siempre conservando su carácter campesino. Solo hasta 1951, Manuel Zapata Olivella llevó a Bogotá el primer conjunto vallenato liderado por Luis Pitres y Cirino Castilla que, gracias a la gestión de Calixto Mejía Castro y Jaime Jaramillo Arango, pudo tocar en vivo en la emisora La Voz de Colombia.
Desde siempre el vallenato fue del gusto de los sectores populares y, por supuesto, un género menospreciado por las élites quienes lo consideraban una música de mal gusto y propia de sectores marginales. En el propio Valledupar, la música de acordeón solo fue admitida por la alta sociedad a partir de 1968, cuando el primer Festival de la Leyenda Vallenata se convirtió en la carta de presentación del nuevo departamento del Cesar ante el resto del país.
La prevención contra la música vallenata por parte del notablato hizo que solo desde aquel año se permitiera que conjuntos vallenatos tocaran en las fiestas del exclusivo Club Valledupar. Antes, se multaba al socio que osara ingresar con un acordeón a las instalaciones del Club.
Comercial y machista
Por ello el vallenato tradicional siempre fue una música de resistencia. Así como el tango salió de los prostíbulos de Buenos Aires para convertirse en la música argentina más importante en la escena internacional, el vallenato salió de las plantaciones de arroz y algodón para convertirse en la música colombiana más reconocida en el mundo y un sello de la identidad cultural de nuestro país.
Hoy el vallenato, como se sabe, ha sufrido enormes transformaciones adaptándose al gusto del público y convirtiéndose en un género comercial que se ha mezclado con la balada romántica, el pop, el rock y hasta el reggaetón.
Desde sus inicios, el vallenato ha sido un género practicado por hombres. La tradicional parranda vallenata era un encuentro de hombres que compartían sus composiciones. El rol de la mujer estaba limitado a servir y atender a los parranderos o ser su musa de inspiración, pero nunca como parrandera.
La presencia de la mujer como intérprete es muy reciente. En anteriores ediciones del Festival se permitió la participación de mujeres compitiendo con hombres pero, a pesar de su talento, nunca eran las ganadoras. Se les tenía como un adorno, como un testimonio de su belleza, pero no se les reconocía en igualdad de condiciones.
Las mujeres del Festival
Hoy, que existen dos nuevas categorías para mujeres (menores y mayores de 17 años) es la oportunidad de apreciar el talento de estas intérpretes del folclor y reconocer su aporte a la música vallenata. Leidy Salgado y Wendy Corzo, además de ser jóvenes promesas, provienen de etnias que buscan su lugar en la historia de Colombia.
Leidy es afrocolombiana y Wendy es indígena kankuama y para ellas su origen ha sido un estímulo al interpretar el acordeón. “Cuando me ven en los festivales dicen ‘mira, la negrita’, pero luego cuando me escuchan tocar se acercan a felicitarme”, dice Leidy. Para Wendy, pertenecer al pueblo kankuamo es motivo de orgullo: “Para el público ha sido agradable que las etnias tengan una representación. Somos un pueblo fuerte, en resistencia y orientado por los mayores, estamos recuperando nuestras tradiciones y nuestra cultura”.
Su participación en el Festival, en una categoría solo para ellas, es percibida como una oportunidad para demostrar su talento, aunque no es la primera vez que ambas participan en el certamen. Para Wendy es la posibilidad de que el público reconozca su capacidad para la interpretación. “Queremos brillar con nuestra luz”, dice, y sostiene que “las mujeres hoy somos la salvaguarda de la música vallenata, porque el machismo se vence con talento”.
Leidy, por su parte, considera que la creación de una categoría exclusivamente femenina es un acto de condescendencia. “Ya hay un festival femenino, me gustaría que me dejaran competir con los hombres para poderles ganar. Estoy en desacuerdo porque somos capaces de competir con ellos. Crearon una categoría para poder decir ‘tenemos una reina’. No pueden permitir que una mujer les gane y es irónico porque el Festival lo fundó una mujer”.
Ambas se ven a sí mismas triunfando en la escena musical en un futuro. “Me veo ganadora de un Grammy o participando en Viña del Mar”, dice Wendy. Leidy se emociona cuando sabe que se ha convertido en un ejemplo para otras niñas que quieren emularla. “Yo creo que uno debe inspirar cosas bonitas. Me emociona que las niñas me dicen ‘Leidy, yo quiero ser como tú’, y yo quiero que me vean como una mujer que lucha para que ellas se inspiren también a luchar. En Urabá, de donde yo vengo, se están haciendo programas de estímulo a los jóvenes para que hagan música. Creo que la música puede aportar a la construcción de la paz, sobre todo con los niños”.
Incómodas
Leidy y Wendy son dos jóvenes mujeres que no solo han demostrado que son capaces de destacarse en un mundo tan machista como el de la música vallenata. También son conscientes de que su papel como modelos a seguir conlleva la responsabilidad de motivar a jóvenes, niños y niñas a continuar promoviendo la cultura popular y a sentirse orgullosos de sus raíces y de su identidad.
Hoy, a pesar de la excesiva comercialización de la música vallenata y la captura que las élites como el turismo han hecho del Festival, mujeres como Wendy Corzo y Leidy Salgado son exponentes de ese espíritu de resistencia cultural que desde la música sigue siendo incómodo para el poder. Por eso hoy es más vigente que nunca el tema del inolvidable Hernando Marín, La ley del embudo:
Los platos que rompe el gobierno los paga mi pueblo trabajando al sol. No tienen ni solar ni techo porque su trabajo no tiene valor. Se pasan la vida luchando, pero este cantante de la población, seguirá con su empeño hasta alcanzarlo pa’ que a mi pueblo olvidado le llegue la redención. El sistema nos tiene marginados pero hay que seguir peleando hasta ser el vencedor.
