Alberto Maldonado Copello
Consultamos a Armando Montenegro, ex director del Departamento Nacional de Planeación, doctor en Economía de la Universidad de Nueva York, experto en asuntos económicos, columnista de El Espectador y reconocido como uno de los mejores economistas del país, sobre el origen de la pobreza y la desigualdad y respondió lo siguiente: “Hay hombres y mujeres; ancianos y niños; personas altas y bajas; grandes y pequeñas; bellas y feas; alegres y adustas; blancas, negras y amarillas; sanas y enfermas; inteligentes y menos inteligentes; afortunadas y desafortunadas; ricas y pobres.1”
Le faltó incluir en la lista anterior capitalistas y trabajadores asalariados. Montenegro considera que ser pobre o rico es algo natural, como ser hombre o mujer o anciano o niño, que no tiene origen en ninguna causa social ni factor humano y es difícilmente modificable. Según esto, algunos tienen la fortuna de ser ricos mientras que otros, la gran mayoría, son desafortunadas y son pobres, por naturaleza. Surge la curiosidad de saber qué enseñan en el doctorado de economía de la Universidad de Nueva York. Parece costoso invertir tanto tiempo y dinero en universidades tan prestigiosas para llegar a la misma concepción que seguramente tiene el ex procurador Ordóñez o el bachiller Macías sin tanto esfuerzo.
Con seguridad, Montenegro no se clasifica dentro de las personas “menos inteligentes” por lo cual resulta sorprendente, en principio, su afirmación. Sin embargo, lo que ocurre es que se inscribe dentro de una escuela de pensamiento que busca defender a toda costa el capitalismo (especialmente a sus ricos) y hace todo lo posible por no hacerse preguntas incómodas o si se las hace, responder con evasivas o “agudezas” como la citada.
Todo el mundo puede ver fácilmente que en Colombia hay millones de trabajadores asalariados, la mayoría pobres, y pocos capitalistas, la mayoría ricos. Y a alguien curioso se le puede ocurrir preguntar de dónde surgen los asalariados y los pobres, lo cual puede conducir a respuestas incómodas para el sistema.
En el tomo I de El Capital en 1867 al exponer la relación fundamental del capitalismo y señalar la existencia de estos seres desafortunados obligados a vender su fuerza de trabajo a los capitalistas, Marx afirmó: “Pero, hay algo indiscutible, y es que la naturaleza no produce de una parte poseedores de dinero o de mercancías, y de otra parte, simples poseedores de sus fuerzas personales de trabajo. Este estado de cosas no es, evidentemente, obra de la historia natural, ni es tampoco un estado de cosas social común a todas las épocas de la historia. Es, indudablemente, el fruto de un desarrollo histórico precedente, el producto de una larga serie de transformaciones económicas, de la destrucción de toda una serie de formaciones más antiguas en el campo de la producción social.2”
Dentro de esa lógica, supuestamente, Marx debe estar equivocado, y el conocimiento económico, que se enseña en la Universidad de Nueva York, ha avanzado mucho desde que escribió El Capital.
1 Montenegro, Armando y Rafael Rivas, Las piezas del rompecabezas, desigualdad, pobreza y crecimiento, Taurus, 2005, p. 93.
2 Marx, Carlos, El Capital, Tomo I, página 123, Fondo de Cultura Económica, 1975.