Luis Jairo Ramírez
@JairoRamirezh
América Latina se ha visto sacudida por una oleada de estallidos sociales que la atraviesan desde el Caribe hasta el sur del continente. La gente no aguanta más los atropellos del modelo económico de mercado y pobreza que se inauguró desde la dictadura militar de Pinochet en Chile y se extendió luego por el continente.
La globalización neoliberal impuso en nuestros países el imperio del mercado y el consumismo irracional, el desestímulo a la agricultura nativa y la industria, la flexibilización laboral, la devaluación del salario y el desconocimiento de derechos; lesivos impuestos a los trabajadores y las capas medias y exención tributaria a las grandes fortunas; los impuestos indirectos y regresivos como el IVA y las gravosas tarifas de los servicios públicos privatizados. A todo esto debemos agregar que se han creado enormes maquinarias bélicas de contención de la protesta social, lo que hemos visto en estos días son ejércitos mercenarios finanEcciados con recursos públicos para agredir salvajemente a las masas rebeldes.
La población de Haití protagoniza una enorme movilización desde hace meses contra el régimen presidido por Jovenel Moïse, sus políticas neoliberales y la corrupción; la gente no puede aguantar más, la única viabilidad es la salida del presidente Moïse del poder. En Honduras, los probados vínculos con el narcotráfico del presidente Juan Orlando Hernández han lanzado la población a las calles para exigir su renuncia.
En Ecuador, Lenin Moreno traicionó el proyecto de Alianza País y escogió afrontar la crisis económica con las fórmulas del Fondo Monetario Internacional, lo cual provocó un alzamiento social de dimensiones mayores. En Chile, que se exhibía como el “modelo a copiar”, con una agenda de macroeconomía neoliberal, se detonó una explosión social con el alza de tarifas del transporte, y una inconformidad acumulada por las pírricas pensiones, la crisis del sistema de salud y el endeudamiento de la clase media, equivalente al 43 por ciento del PBI. Estos gobiernos se han visto obligados a dar marcha atrás para aplacar el descontento ciudadano.
Por su parte el pueblo argentino confronta los recortes presupuestales impuestos por el Fondo Monetario Internacional, que han derivado en desempleo, alzas de los alimentos y enormes dificultades en la salud y la educación; la convulsión en Perú está relacionada con los escándalos de corrupción de Odebrech que involucran a las élites políticas de ese país, entre ellas a varios expresidentes y parlamentarios.
Mientras Cuba y Venezuela enfrentan bloqueos infames, en México el presidente López Obrador intenta construir una nueva democracia; Uruguay impulsa un proyecto de contenido social con el Frente Amplio. Argentina ha elegido de nuevo el proyecto nacionalista kirchnerista. El triunfo electoral de Evo Morales garantizará que su Gobierno, democrático y popular mantenga la estabilidad al país y los niveles de equidad, desarrollo sostenible, justicia social y derechos humanos, reconocidos por la ONU. La OEA y la derecha boliviana intentan desconocer los resultados electorales, generar caos y un golpe de Estado después de los recientes comicios, sin embargo las tentativas desestabilizadoras del candidato Carlos Mesa no tendrán futuro. En Colombia el proyecto guerrerista y empobrecedor del gobierno de Duque ha recibido un duro golpe electoral en las recientes elecciones.
El auge de la movilización va configurando un mensaje esperanzador para la sociedad latinoamericana; el repudio generalizado al neoliberalismo escala nuevos niveles de unidad y lucha.