Nicaragua: Diálogo para avanzar

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El académico Carlos Tunnermann juega un papel destacado entre los negociadores de la oposición.

El gobierno de Daniel Ortega dijo que “estamos comprometidos con todas las familias nicaragüenses, especialmente con los más vulnerables, que han sufrido más las consecuencias de la tragedia que queremos dejar atrás”

Ricardo Arenales

El gobierno sandinista de Nicaragua y los sectores más representativos de la oposición de ese país, ya tienen una hoja de ruta, para avanzar en las negociaciones en torno a una salida a la crisis política que ha afectado a los nicaragüenses en los últimos diez meses. Así lo confirmaron las partes por separado, sin especificar la naturaleza de los puntos de conversaciones.

Los criterios de negociación fueron establecidos el pasado 27 de febrero, en reunión entre voceros de las partes, que se celebró en la sede del Instituto Centroamericano de Administración de Empresas, ICAE, situado a unos quince kilómetros al sur de Managua. Aunque se ha mantenido cierto hermetismo sobre las conversaciones, se supo que de 12 puntos propuestos para la agenda, hubo consenso sobre nueve. Así lo confirmó el nuncio apostólico de la Santa Sede, Waldemar Stanislav Sommertag, que participa como facilitador.

La representación del gobierno en la mesa está encabezada por el canciller sandinista Denis Moncada, el juez Francisco Rosales, los diputados Edwin Castro, Wilfredo Navarro y José Figueroa, y por el presidente de la Unión Nacional de Estudiantes de Nicaragua, Luis Andino. La contraparte, agrupada en la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia, está representada en los empresarios José Adán Aguerri, Mario Arana y Juan  Sebastián Chamorro; el catedrático Carlos Tunnermann, el político José Pallais y el estudiante Max Jerez. Dos delegados de la Iglesia asisten en calidad de testigos.

Un buen día para Nicaragua

Las partes consiguieron sentarse a la mesa de conversaciones después de nueve meses de suspensión, debido a los enfrentamientos callejeros y al cálculo de intereses norteamericanos y del sector más recalcitrante de la burguesía nacional, que creyeron llegada la hora de derrocar al gobierno del FSLN.

En su portal oficial, el gobierno de Daniel Ortega dijo que “estamos comprometidos con todas las familias nicaragüenses, especialmente con los más vulnerables, que han sufrido más las consecuencias de la tragedia que queremos dejar atrás”. Horas antes de comenzar el diálogo, la vicepresidenta Rosario Murillo, dijo: “Es un buen día para Nicaragua”, y confirmó que en esos momentos estaban en proceso de liberación 100 opositores presos, de un total de 700 que permanecen en prisión, acusados de causar incendios, taponamiento de vías, homicidios y daños materiales contra entidades del Estado.

Garantía de no repetición

La crisis que ahora se quiere paliar, se remonta a abril de 2018, cuando el anuncio oficial de una reforma a la seguridad social desató protestas que fueron canalizadas por grupos de extrema derecha, y más tarde con abierta participación de agencias de inteligencia de los Estados Unidos, que articularon un plan golpista. Un intento de diálogo convocado en esos momentos por la Iglesia católica, fracasó por el envalentonamiento de los grupos desestabilizadores y las presiones norteamericanas.

La Comisión Interamericana de Derechos Humanos, CIDH, envió un mensaje saludando el comienzo de las conversaciones y recordó la importancia de que “en este proceso deben tener acceso a la verdad, la justicia, la reparación y garantías de no repetición para la sociedad nicaragüense, y especialmente para las víctimas”.

La consolidación de la paz en Nicaragua fue uno de los sueños del fundador de la patria, Augusto César Sandino. Ahora el gobierno de Ortega, siguiendo ese legado, se refiere a una cultura y afianzamiento de la paz para avanzar, para seguir creciendo, para retomar el camino, no de un Estado de Bienestar con enfoque occidental, sino de un Estado de Bien Común, un Estado del Buen Vivir.

El diálogo ha sido consustancial al sandinismo, para llegar a nuevos consensos, nuevas voluntades, que se traduzcan en políticas públicas incluyentes. En las ocasiones anteriores en que este proceso se ha visto truncado, ha sido por las posiciones intransigentes de grupos de la burguesía, que piensan que por el atajo de los planes golpistas y desestabilizadores pueden poner fin al gobierno de reconciliación nacional.

Ahora Nicaragua invoca de nuevo su deseo de salir adelante. En este sentido el diálogo no solo envía mensajes de reconciliación, sino que da cuenta de la madurez del país.