Ha dicho Laura Carlsen: “(…) la hegemonía y los intereses económicos de Estados Unidos en la región han carcomido la misión multilateral de la OEA, desde sus orígenes. De una crisis política a otra, la dirección ha seguido las órdenes de Washington, haciéndose de la vista gorda ante las violaciones a su Carta respaldadas por EE.UU., al tiempo que aplica mano dura contra las naciones que desafían los intereses del gobierno de Washington. Esto ha sido especialmente cierto bajo el actual liderazgo del uruguayo Luis Almagro. El intento de instalar a Juan Guaidó como presidente de Venezuela es el último ejemplo, pero el patrón sesgado de la OEA de apoyar fraudes electorales de la derecha mientras opera estrategias de cambio de régimen diseñadas por EE.UU. contra gobiernos de izquierda, ha dejado una estela sangrienta de malestar social, migración forzada y autoritarismo en todo el continente.”*
Este párrafo resume lo que simboliza la Organización de Estados Americanos con ocasión de su 49 Asamblea, que se reúne en Medellín, entre el 26 y el 28 de junio, con el paradójico lema ‘Innovando para fortalecer el multilateralismo hemisférico’. La asamblea general de la OEA ocurre en el entramado de la nueva estrategia imperialista para retomar el control del “patio trasero”, cuyo soporte es la alianza del imperio y las derechas latinoamericanas con el plan de revertir los cambios progresistas en la región, mantener el monopolio de sus recursos, de la explotación de su fuerza laboral e intentar la contención de las crecientes luchas populares contra su modelo de dominación. El contexto es el de la guerra comercial con China y la campaña por la reelección de Trump.
Los sahumerios y alabanzas por esta reunión no logran ocultar los rudos fracasos en ambientar las amenazas de intervención militar contra el legítimo gobierno de Venezuela, promovida por la administración Trump, ni la vergonzosa actuación del gobierno de Colombia como actor de esta aventura. Tampoco ocultan la desolación de un Grupo de Lima derrotado, sin más criterio que la vulneración de principios elementales de autodeterminación, no intervención, no amenaza con el uso de la fuerza, coexistencia pacífica y solidaridad latinoamericana. Contra la Venezuela bolivariana y contra Cuba ruge el secretario saliente, Almagro, ahora en trance de reelección, mientras avala el régimen de Honduras, surgido de un fraude, y su pueblo se levanta heróicamente contra la dictadura, reforzada con marines USA. Holmes Trujillo y su carnal Alejandro Ordóñez liderarán, sin duda, la gavilla para reafirmar la grotesca y engañosa función de la OEA como “ministerio de colonias” y adicionalmente, intentarán imponer el nombre del neo uribista Everth Bustamante como integrante de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos CIDH.
Lejos del ‘multilateralismo’, la función del Gobierno colombiano está concebida en términos más estratégicos. De la mano de Estados Unidos, Colombia es ahora socio global de la OTAN, pacto militar transnacional, con armamento nuclear y resposable de la destrucción de Afganistán, de Libia e instrumento de la nueva estrategia de guerras regionales asimétricas, híbridas, para deshacer Estados-nación, como sucede con Irak o se intenta en Siria y sustituirlos por satrapías, sustentadas en el despotismo y la fuerza militar del imperio. La utilización de Colombia no es una novedad. La docilidad y el entreguismo de la clase gobernante, sin pudor alguno, le permite desconocer los acuerdos sobre América Latina como territorio de paz y desnuclearizado.
La inclinación de la OEA hacia la aplicación de mecanismos técnicos mientras su secretaría recae en compromisarios de los Estados Unidos que “no descartan” el intervencionismo militar, que apoyan abiertamente golpes de Estado y fraudes electorales, muestra a este organismo como incapaz de garantizar la paz en el continente. Es probable que ahora, con los traspiés sufridos, se privilegie el diálogo en Venezuela, como lo sugiere el señor Abrams. Sin embargo, el silencio de un Almagro repitente, frente a los crímenes de líderes sociales, de la oposición y de excombatientes que firmaron un tratado de paz con el Gobierno colombiano, indicaría un retroceso fatal a las raíces fundacionales de la OEA. Recordemos que fue creada en Bogotá, en medio del fuego y la masacre del pueblo en abril de 1948, cuando Washington y el régimen de Ospina Pérez culparon a los comunistas del crimen de Gaitán, para justificar su cruzada de intolerancia y muerte. Ahora debe ser rechazado el intento de incendiar a América Latina.
* Laura Carlsen, politóloga y periodista mexicana/estadounidense, es directora del Programa de las Américas en la Ciudad de México. https://www.alainet.org/es/articulo/198300, 21 feb. 2019.