Habla el sacerdote jesuita Numa Molina (II). Las bases militares gringas no están ahí precisamente para montar orfanatos de la madre Teresa de Calcuta, sino llenos de armas para hacer la guerra
Alberto Acevedo
En la segunda parte de su entrevista, el sacerdote jesuita venezolano se refiere a cruciales momentos de la coyuntura social en Colombia y Venezuela.
–En las condiciones propias de cada país, en Colombia y Venezuela, la cúpula de la iglesia se opone a reformas sociales. ¿Considera necesarios cambios en la orientación de la iglesia?
–Claro que se necesita una reforma de la iglesia. Lo que pasa es que, lamentablemente, se sigue repitiendo un modelo de obispo, un modelo de sacerdote que sale de nuestros seminarios, clericalizado. El clericalismo es algo terrible. La palabra clérigo quiere decir separado. Ya eso me aleja de la gente. Cuando yo comienzo a creer que soy clérigo, y no cristiano como los otros, servidor para los demás, como dijo San Agustín.
Entre ustedes soy obispo, para ustedes soy pastor, dijo San Agustín. Para ustedes lo que soy es un servidor. Necesitamos una reforma. Esta iglesia institucional, no la iglesia pueblo, esta institución eclesial, tanto colombiana como venezolana, necesita dar un salto a Medellín de nuevo, comenzar a vivir desde allí el Evangelio, ponerse al lado de los pueblos. Otra cosa no lo va a salvar, porque lamentablemente estamos invadidos de iglesias evangélicas que nos han llegado del norte. No tengo nada en contra de esto, porque yo soy ecuménico. Tengo amigos judíos, musulmanes, de diferentes iglesias evangélicas.
Pero las iglesias evangélicas que nos han llegado del norte son “made in USA”, es decir, son iglesias que portan dentro, muchas de ellas sin saberlo, una espiritualidad alienante. Si nosotros queremos una iglesia nueva en América Latina, tenemos que dar un salto a una espiritualidad liberadora, porque esa fue la que dio origen a la teología de la liberación. No fue que la teología de la liberación existió primero y después la espiritualidad liberadora. Comenzaron unos obispos y unos sacerdotes a pensar desde el punto de vista liberador y esa espiritualidad, esa oración liberadora, ese modo de entender la Biblia desde la liberación del pueblo, es lo que los lleva a la teología de la liberación.
Entender al que sufre
Bueno, hoy, una iglesia colombiana en contra del sí, eso es inaudito, o tantos católicos colombianos en aquellos días del referéndum a favor de la paz, que yo sé, que no faltan a misa nunca, y que son de confesión semanal, pero estaban diciéndole no a la paz. Yo no puedo entender un catolicismo así. Es imposible que una persona de esas entienda al pobre, entienda al que sufre. Y como cosa curiosa, esos núcleos del no en favor de la paz, estaban localizados siempre donde estaba la burguesía. La clase media alta estaba en la urbe, parece mentira, pero parece que hubo como un anillo exterior en Colombia donde estaba la guerrilla, donde estaba la gente sufriendo, desde hace 50 años, toda la violencia, que votaron a favor de la paz, porque sí sabían lo que significaba vivir en guerra.
Tanto en Colombia como en Venezuela se da la misma realidad. Tenemos una desigualdad terrible, son países tremendamente desiguales, en cuanto a lo social. Aquí tú te encuentras con gente, con familias, en este momento de esta guerra no convencional que se da en Venezuela, te encuentras con familias que no saben de la crisis, que ni siquiera saben que existe el pobre, que tienen su avioneta privada para ir a la hacienda. ¿Tú crees que los Cisneros han sufrido algún solo día escasez, han comprado una harina para hacer la arepa? No, igual pasa en Colombia.
Necesitamos una reforma profunda, que este modelo eclesial no responde a las aspiraciones, a los sueños de los pueblos venezolano y colombiano.
–A propósito de estas reformas, hace unos meses hubo un pronunciamiento de un sector jesuita en Colombia, que decía que no es posible un proceso de paz con capellanes militares. ¿Qué piensa al respecto?
–Yo le agregaría a eso que dijeron los jesuitas colombianos, entre ellos seguramente mi amigo Javier Giraldo, o mi amigo Pacho de Roux, yo diría que no solamente mientras tengamos capellanes militares bendiciendo las armas que después van a matar a los pobres. Sino mientras tengamos en Colombia siete bases militares gringas. Tú no puedes hacer la paz en tu familia, si en tu familia se genera un problema de paz, y se comienza a dividir la familia, y te das cuenta que un señor en una habitación en arriendo de tu casa es el que está generando el problema, tienes que echar ese tipo de ahí, porque ese es el que te está generando el problema, o el vecino de al lado.
La iglesia está en lo local
Igual pasa en un país, cómo la familia colombiana, cómo el pueblo colombiano va a alcanzar la paz, con ingredientes bélicos dentro como son las bases militares gringas, que no están ahí precisamente para montar orfanatos de la madre Teresa de Calcuta, sino llenos de armas para hacer la guerra.
–Hace poco, el Canciller venezolano dijo que los procesos electorales en curso, son definitivos para el destino histórico de este país. Porque se avecina una época de mayores transformaciones sociales. En esa perspectiva, ¿cuál considera usted que debe ser el papel de la iglesia católica?
–Creo que el papel de la iglesia católica debe ser el de acompañar, porque justamente la iglesia está presente en lo más local, como son los municipios, las alcaldías, está presente a través de una estructura eclesial geográfica, que es la parroquia.
Escoger a los mejores
¿Cuál sería la misión? Acompañar al pueblo en sus luchas, en sus sueños, apoyar a los candidatos que realmente cada uno de los sacerdotes conoce, que va a hacer mejor el trabajo en favor del pueblo. En eso yo estoy de acuerdo, si un bandido, que porque se las da de muy revolucionario, es alguien que no ha dado la talla y que no lo conocen como líder, ahí yo, si fuera párroco, no estaría a favor de él, estaría a favor del que venga de abajo, de aquel que yo más considero que está quemándose en favor de las luchas por los pobres.
El papel de la Iglesia tiene que ser ese, invitar a votar, a que haya participación, a que voten por los mejores líderes. Mejores, no porque me caen bien a mí como párroco, no mejores porque son los que tienen más dinero en el municipio, mejores porque se van a poner del lado del excluido, del que aún no ha sido tomado en cuenta, mejores porque tienen proyectos ecológicos, sociales, humanos, de vivienda, de servicios públicos, que van a favorecer al pobre.
Yo creo que sí hubo a nivel del chavismo negociaciones para poner a gente que no es la más idónea, que no es la que mejor va a servir. Yo estoy invitando a la gente desde ahora a nivel del país, al pueblo a que desde el primer día que se elija el alcalde o, la alcaldesa, se nombre en cada municipio un comité de seguimiento de gestión por el pueblo. Porque estamos en una democracia participativa.