Hace 91 años, el 17 de julio de 1930, luego de varios días de deliberación del pleno convocado por Rafael Baquero para reorganizar los remanentes del socialismo revolucionario, se fundó el Partido Comunista de Colombia, como sección de la Internacional Comunista. Este hecho es crucial en la historia contemporánea del país, pues es a la vez un momento que marca la trayectoria de las luchas sociales modernas, y una expresión de las transformaciones profundas que experimentaba la sociedad colombiana en aquel entonces.
La clase obrera colombiana surgió a principios del siglo XX; en ese momento, gracias a la economía cafetera, se inició la modernización del país, la cual vino acompañada de conflictos protagonizados por la nueva fuerza de trabajo asalariada, así como por el campesinado y las comunidades indígenas, como respuesta a la violenta explotación a que estaban sometidos.
La modernización se abrió paso en medio del régimen ultraconservador vigente desde 1884. Los conservadores decidieron tratar los conflictos sociales como problemas de orden público, y no desarrollaron una legislación laboral que protegiera a los trabajadores de la ciudad y del campo. Además, no hicieron nada por superar problemas ya históricos como la concentración de la tierra y la desintegración de los resguardos, los cuales alcanzaron una envergadura mayor tras los procesos de colonización del siglo XIX y la aparición de los enclaves de explotación norteamericanos.
Desde el inicio de su historia, el proletariado colombiano se lanzó a la lucha reivindicativa. Los primeros movimientos huelguísticos se dieron principalmente en el sector de transportes, para luego extenderse a las industrias y las economías de enclave. Estas luchas por derechos laborales, económicos y sociales, mostró la necesidad de las organizaciones sindicales y contó con el apoyo decidido del Partido Comunista de Colombia.
Pero no toda la acción del proletariado giró en torno a la actividad reivindicativa, al mismo tiempo que los trabajadores incursionaban en la huelga, buscaron independencia política de los sempiternos partidos tradicionales. Los debates sobre la organización política trajeron consigo ideas socialistas, que ganaron visibilidad en Colombia sobre todo a partir de la Revolución Rusa.
Entre 1910 y 1926, los trabajadores organizados se debatieron entre un socialismo moderado y el anarquismo. Finalmente, en 1926, apareció el Partido Socialista Revolucionario, de inspiración marxista que reafirmaba la necesidad proletaria de la lucha política integrada al movimiento obrero internacional. Además, el PSR unió a indígenas y campesinos que habían iniciado luchas colectivas por la tierra.
Pero el socialismo revolucionario hizo crisis. El régimen conservador mostraba sus limitaciones para encauzar la modernización, y en la década de 1920 arreció la represión a la movilización social. El PSR se dedicó a la actividad conspirativa, lo que le impidió cosechar los frutos de la lucha de masas a la que con tanto esmero se habían dedicado María Cano, Tomás Uribe, Ignacio Torres y otros.
En 1930 el liberalismo capitalizó la crisis conservadora, y se hizo con la presidencia. Sin embargo, los trabajadores respondieron creando el nuevo Partido Comunista con decidida vocación internacionalista.
Los comunistas reclamaban una revolución proletaria, antimperialista, con control obrero de las industrias, con distribución de la tierra al campesinado trabajador, la autonomía y reconocimiento de la cultura de los pueblos originarios, su organización familiar y el derecho a la posesión y a usufructuar sus tierras ancestrales.
Debido a la crisis mundial del capitalismo en los años treinta, las primeras acciones de los comunistas estuvieron dedicadas a la defensa de los desempleados. Igualmente se dedicaron activamente a la organización de los trabajadores agrícolas y el campesinado que necesitaba y luchaba por el acceso a la tierra.
El Partido iniciaba así su trayectoria respondiendo a los problemas fundamentales que afectaban angustiosamente al pueblo colombiano. Desde entonces, y en medio de la violencia y la persecución desatadas desde el Gobierno y por los grupos armados de los latifundistas, los comunistas se han mantenido en la defensa de los trabajadores y en la organización de la acción unitaria para lograr la tierra e imponer la democracia, el rescate de la soberanía y la utilización racional de la naturaleza.
No obstante, a lo largo de su trayectoria, el Partido ha introducido matices, priorizado problemas y dinamizado y renovado sus tácticas, pues la tradición marxista reconoce como aspecto central de la vida y la organización humana, el cambio permanente. Por tanto, la labor de los comunistas exige el estudio e investigación para dinamizar y potenciar la acción. Hoy, en pleno siglo XXI, muchos de los problemas que afrontaron los comunistas hace más de nueve décadas, siguen obstaculizando el desarrollo del país y la superación de la exclusión y la desigualdad social.
Pero las condiciones han cambiado, y a ello debe responder el programa del partido. Así pues, reconociendo nuestra identidad y legado, los comunistas colombianos debemos acometer hoy la renovación de nuestro programa, identificando los retos que nos platean las nuevas formas de dominación burguesa, el neoliberalismo y la complejidad de organizar el pueblo para superar el capitalismo y construir el socialismo teniendo en cuenta las particularidades de nuestra idiosincrasia y de nuestra historia. Por tanto, es la hora de convertir la experiencia acumulada en acciones de cambios efectivos. El pueblo exige cambios, hagámoslo ya.