La reciente ofensiva contra Venezuela a nivel internacional es muestra de un reimpulso de las acciones injerencistas por derrocar al Gobierno Bolivariano e imponer un gobierno afín a los intereses imperialistas de los Estados Unidos. La estrategia utilizada ha combinado todo un entramado de agresiones desde el plano diplomático a través de la OEA con la pretendida activación de la Carta Democrática. También, a nivel interno la oposición impulsa protestas de fachada pacifista, pero de acción violenta, para generar una situación de caos y violencia, a raíz de las sentencias del TSJ en la que asume facultades legislativas y la posterior inhabilitación de Henrique Capriles por 15 años por malversar fondos públicos.
Por un lado, desde una perspectiva político-institucional, la oposición ha sido neutralizada aparentemente en todas sus pretensiones golpistas. Recordemos que una vez asegurada la victoria en las elecciones del 6 de diciembre de 2015, el recién proclamado presidente de la Asamblea Nacional el vetusto, Henry Ramos Allup, declaró públicamente que en tan solo seis meses saldrían de Nicolás Maduro. Pero por otro, aunque la oposición no ha logrado hacer efectivos sus planes, el proceso de desgaste que ha generado con sus hostigamientos le genera sendos beneficios al largo plazo.
Se ataron la soga al cuello una vez se emitió la sentencia que exigía a la Asamblea Nacional no posesionar en el cargo a tres diputados del estado Amazonas, sentencia que rechazaron y significó que el alto tribunal les declarara en desacato hasta el día de hoy. Posteriormente, llamaron a convocar el referéndum revocatorio del mandato presidencial, la cual no realizaron en el momento oportuno para que los tiempos electorales permitieran que se convocaran elecciones presidenciales antes de que se cumplieran cuatro años de mandato. Así triunfaran en el referéndum, la presidencia quedaría en manos del chavismo en cabeza de su vicepresidente hasta 2019.
Abandonada esta bandera, procedieron a hacer un juicio político a Nicolás Maduro como sucedió en Brasil contra Dilma Rousseff, y posteriormente intentaron declarar el abandono del cargo. Sobre este asunto no hay mucho que decir, más allá del bochornoso show mediático que realizaron, lo claro es que, por un lado, la figura del ‘impeachment’ como fue utilizada en Brasil, no está contemplada en la constitución y por lo cual cualquier juicio político al presidente es abiertamente ilegal y no tiene ningún efecto jurídico. Por otro lado, declarar el abandono del cargo no fue más que una ficción y una manipulación burda del texto constitucional.
Ahora, han decidido desarrollar una campaña agresiva para convocar elecciones generales y paralelamente han iniciado un proceso de destitución de los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia sin cumplir los requisitos y procedimientos necesarios contemplados en la constitución. Dicha destitución no puede realizarse sin la manifestación previa del Poder Ciudadano de una falta grave y con previa audiencia concedida a los mismos, además de poseer el voto positivo de dos terceras partes de la Asamblea Nacional la cual mientras no se esclarezca lo sucedido con los diputados de Amazonas, no hay posibilidades de que eso tenga viabilidad alguna. Teniendo en cuenta que aún la AN permanece en desacato.
En el plano económico los Consejos Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) han contribuido a aliviar levemente la crisis económica, han canalizado parte de la distribución de bienes de primera necesidad hacia este nuevo sistema de redes populares, arrebatándole a las redes privadas de distribución parte de su control sobre estos preciados bienes. Sin embargo, el fondo de la situación no ha sido revertido y urge que se avoque a los procesos populares más avanzados para que sigan copando espacios en la derrota de la mafia de la alimentación en Venezuela, e impulsando el desarrollo de la producción interna de cara a la ruptura definitiva con el modelo rentista anquilosado en su estructura económica.
Frente a la política monetaria, tras el cierre de la frontera y su reapertura paulatina se desarrollaron operaciones para bloquear la especulación a través del mercado negro del billete de 100 Bolívares (en proceso de supresión) y el famoso ‘dólar paralelo’, con el cual se organizaba desde el exterior, en Colombia y otros países el desagüe de la moneda venezolana. Por lo que dentro de poco se implantará el nuevo cono monetario que supone una mayor estabilidad a la moneda venezolana.
Lento pero seguro parece que el gobierno de Maduro está resistiendo la peor crisis económica que jamás haya padecido Venezuela; y aunque la victoria no está asegurada para el gobierno chavista frente a estos problemas, ha podido paulatinamente desarrollar una táctica de contención, que evite la agudización de la crisis social hacia un punto de implosión, logrando apaciguar las tensiones sociales.
Lo complicado del asunto tiene que ver con la capacidad del chavismo de recuperar su hegemonía, hoy en entredicho tras la agresión mediática tanto interna como foránea y su incapacidad para renovarse políticamente. Y recuperar la hegemonía tiene que ver también con la capacidad de dirigencia y la coherencia política con la que se está conduciendo el país. No son pocas las críticas que se han hecho desde los sectores que apoyan el proceso revolucionario y que integran el Gran Polo Patriótico en donde reclaman su participación en la dirección colectiva del proceso, tan solo como uno de los elementos importantes.
Por lo cual, si el PSUV y su dirigencia no opta por recomponer la fuerza del proyecto bolivariano pasando de una táctica defensiva a una ofensiva, fortaleciendo la unidad, puede verse claramente en peligro la continuidad del proceso. La táctica de la derecha venezolana no es precisamente recuperar el poder de un día para otro necesariamente, sino seguir desarrollando el plan de desgaste que impulsan desde distintos frentes, un desgaste sostenido que va permeando todas las estructuras sociales para tener una correlación de fuerzas suficiente para decapitar la Revolución Bolivariana en 2019. Así las cosas, seguir en la resistencia es en el fondo abonar el terreno de la derrota.
Hoy se está definiendo el futuro de Venezuela al borde de una pendiente, que la puede llevar al abismo de un pasado desesperado por volver al presente, o puede aferrarse a la tierra fértil del futuro reconstruyendo la vanguardia colectiva con las organizaciones populares y los partidos de izquierda consecuentes con el proceso, en dirección al socialismo. Las comunas, el campesinado y la clase obrera está a la expectativa de una orientación, de una perspectiva, de ser protagonistas en esta etapa de crisis del modelo vigente para hacer parte de lo nuevo. No solo salir a la calle a medirse en convocatoria frente a la derecha.
El socialismo no se construye entre ríos de leche y miel sino cuando las más fuertes tempestades se ciernen sobre nuestras aspiraciones.
Golpe de timón, dirección colectiva, poder popular y construcción del socialismo, más nada.