Alberto Maldonado Copello
El Espectador titula: “Inequidad del país se reduce distribuyendo mejor los subsidios”, una entrevista realizada a la directora del Departamento Nacional de Planeación1 publicada el domingo 7 de octubre. Aunque el Presidente Duque en su programa de gobierno no mencionó la palabra desigualdad económica y social, en su discurso ante las Naciones Unidas hizo una fugaz referencia a un pacto por la equidad. La directora del DNP en esta entrevista avanza unas primeras ideas sobre el tema.
Por una parte, hace énfasis en la desigualdad de ingresos y en el papel de corrección de dicha desigualdad por parte de subsidios del Estado. Por la otra, señala que debe avanzarse hacia una situación en la cual todas las personas puedan generar los ingresos que requieren y no vivan de las ayudas del gobierno central.
Mejorar la gestión de subsidios
Con respecto al primer punto, el diagnóstico que presenta es muy simple: los subsidios están mal diseñados, hay mala administración y asignación, hay colados en el Sisbeén y la gran mayoría de los subsidios se destinan a las pensiones, donde se subsidia principalmente a personas de ingresos altos. Desde esta perspectiva se trata entonces de mejorar la gestión de los subsidios, pero la directora del DNP no hace mención alguna sobre su magnitud.
Los subsidios estatales no atacan la inequidad cualitativa, es decir, el diferente lugar que ocupan las personas en la estructura productiva y de donde obtienen sus ingresos; los trabajadores asalariados seguirán siendo asalariados y los trabajadores independientes continuarán siendo pequeños productores o comerciantes de baja productividad, así como seguirá existiendo una gran masa precarizados, de desempleados, y mendigos. Pero podrán seguir en sus lugares con un poco más de plata (o de acceso a bienes que equivalen a una cantidad de dinero) en sus bolsillos. Desde la perspectiva cuantitativa, podrían aumentarse los ingresos del Estado, con base en impuestos a los ingresos más altos y a la riqueza, con el fin de tener una masa de subsidios mayores, por ejemplo, pasar de los $70 billones que menciona la directora a $100 o $140 billones. Pero esto no se plantea, por el contrario, las políticas tributarias apuntan a reducir los impuestos a las personas más favorecidas por la fortuna. Tampoco se prevé reducción a los recursos de la defensa, la policía y otros, para transferirlos en subsidios a los más pobres. En conclusión, se hará uno que otro ajuste menor pero no habrá cambio sustancial en la materia.
Capacitación de emprendedores
La otra línea de trabajo esbozada es capacitar a las personas para que generen sus propios ingresos y no necesiten los subsidios, el embeleco del emprendimiento, ahora asumido por el presidente Duque. Desde hace muchas décadas el Estado colombiano, apoyado por organismos internacionales, ONG empresariales, consultores, etc., ha diseñado reformas y programas para lograr este fin. El programa de Desarrollo Rural Integrado –DRI-, ejecutado en la década del 70 apuntaba a crear condiciones para la generación de ingresos por parte de los campesinos, mediante acciones en cuanto a crédito, asistencia técnica, comercialización, formación, y bienes públicos (vías, agua potable, educación, salud, etc.). Las acciones de los distintos gobiernos desde entonces, con mayor o menor énfasis, repiten casi exactamente lo que se planteó en dicha política hace 40 años. Y los resultados están a la vista, la pobreza rural sigue siendo endémica y seguimos soñando con una reforma rural integral.
Igualmente existió un ambicioso Plan Nacional de la Microempresa y con apoyo de créditos internacionales y participación de numerosas fundaciones, se realizaron acciones para generar capacidades empresariales y de emprendimiento entre miles de personas, desfavorecidas por la fortuna; como es usual, se realizaron acciones de capacitación, de crédito, de asistencia técnica, de comercialización. Y los resultados están a la vista y seguimos hablando de la necesidad de promover el emprendimiento.
La interpretación usual es que los planes y programas no se diseñaron bien, se ejecutaron con poca eficiencia, faltó voluntad política, etc. Y, por tanto, se siguen promoviendo las mismas acciones con nuevas etiquetas. Todas estas acciones actúan sobre los efectos y no sobre las causas, pretenden lograr dentro del capitalismo resultados que son imposibles, actúan en contravía de la dinámica económica.
Pero son de una extraordinaria utilidad ideológica y política. Miles, quizá millones, de personas se ilusionan con la perspectiva de ganarse la lotería de un negocio o actividad económica que les garantice su sustento. Sus esfuerzos y energías se canalizan principalmente hacia la meta de convertirse en empresarios y llegar a ser emprendedores como los hijos del presidente Uribe. Y mientras tanto no se preguntan sobre las causas de su situación y no les da por pensar que quizá el problema está en la organización capitalista.
Puede ser que los programas estatales y de ONG no logren los impactos expresos esperados en materia de generación de ingresos de la gente, pero han sido muy eficaces en lograr que no piensen que otro mundo es posible.