Cualquier reflexión seria sobre este día exige la reivindicación de la unidad de la cual depende la viabilidad socioeconómica y política de la región, así como su reconocimiento en el ámbito mundial
Julio Morejón – Prensa Latina
Vadeando dificultades y alcanzando objetivos, el continente es hoy importante sujeto internacional que no olvida quién es, ni a sus verdaderos amigos, rasgo esencial de su memoria contra la cual atentaron ‘expertos occidentales’ al afirma que África, que celebra su día el 25 de mayo, no tenía historia.
Las disímiles respuestas a esas coyunturas son las que inmortalizan a la región, que sobrevivió a la trata esclava transoceánica, al despojo colonizador y los genocidios como el de namas y hereros en la otrora África Sudoccidental (Namibia), el desatado por Leopoldo II en el Congo y el de Ruanda de 1994.
Aunque la propuesta de unidad ante la adversidad no es solo africana, esa necesidad de convivencia está en las raíces de la región y resurge en sus formas primigenias cada vez que se requiere, porque se vincula directamente con la supervivencia del individuo y del colectivo en su intercambio con su contexto.
Homenaje a la racionalidad
En esa línea de pensamiento se subraya una característica tradicional africana que subsiste como instrumento de comunicación y de cohesión en las relaciones de poder, el consenso, un pilar para sostener la convivencia real y los proyectos ideológicos pertinentes, que asociado al Panafricanismo constituye un homenaje a la racionalidad.
Lo anterior se relaciona con el interés en la seguridad colectiva, muy difícil de alcanzar, pero que es una aspiración cada día con más fuerza en un terreno peligrosamente minado por el neoliberalismo, donde el capital es un cuchillo que lo secciona en dos: potencias centrales y periferia, a la que pertenece África.
Hitos
A mediados del siglo XX se conceptualizaba la doctrina política de hermanamiento africano que defendía la liberación de la región como Panafricanismo, construcción que entre sus aspectos promovía la ruptura del ámbito impuesto por la colonización, siempre observando la tradición africana.
Incidieron en la configuración del criterio la influyente diáspora, los estudiantes en Europa y Estados Unidos, el contacto con otras realidades nacionales de los soldados que regresaron de la II Guerra Mundial, avales que superaban en mucho las ideas expuestas por William Edward Burghardt Du Bois o Marcos Garvey.
El Panafricanismo transitó por etapas diversas y fue vapuleado en debates políticos y académicos, hasta evidenciarse su validez en el período de la descolonización cuando como producto enriquecido, pero aún joven llegó a los años cincuenta del pasado siglo y se unió al nacionalismo militante y las insurrecciones guerrilleras.
La madurez
La combinación Panafricanismo, nacionalismo y lucha guerrillera constituyó una importante elaboración ideológica revolucionaria predecesora de la independencia en el continente, con la cual la región abrió sus puertas al cambio para un continente sumido en las tinieblas del colonialismo, cuando este pasaba por su etapa de mayor decadencia.
Ahora ese ideal se orienta hacia planos superiores en los cuales organizaciones como la Unión Africana se esfuerzan por salir airosas del laberinto del subdesarrollo y colocar al continente en una posición adecuada en la carrera de la globalización, en la cual son retadores.
En esa justa el Panafricanismo puede resultar la ventaja, la cura de males, pero también la receta para evitar tropiezos y caídas.
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